La burguesía es el enemigo de la clase obrera y de todos los oprimidos del mundo, pero más precisamente, la oligarquía financiera dueña de los capitales más concentrados que maneja cantidades superiores al PIB de varios países.
En su afán de sostener sus porcentajes de ganancia, hace tiempo, y sobre todo en esta pronunciada crisis cíclica de superproducción que ha encontrado un ensamble catastrófico para la economía mundial con la crisis estructural del sistema, ha recurrido a la guerra como método de destrucción de fuerzas productivas que han desbordado los parámetros de las relaciones de producción capitalista.
Las más resonantes son la guerra entre Rusia y Ucrania y, desde hace unas semanas, el genocidio irsraelí contra el pueblo palestino, devastación que lleva setenta y cinco años.
Pero hablar de Israel, no exculpa a las potencias imperialistas y países cómplices de la matanza que no mueven ni moverán un dedo por detener el exterminio antihumano, salvo que se vean obligados por otras razones a hacerlo, las cuales mencionaremos más adelante.
La fase imperialista del capitalismo nos muestra nuevamente su voluntad asesina y destructora movida sólo por la voracidad de la conquista y dominio capitalistas en la que todos son enemigos de todos.
La irracionalidad capitalista no sólo muestra la destrucción, la violencia ejercida con la explotación a límites extremos de la clase obrera y la opresión a los pueblos del mundo sino en el sostenimiento de un sistema que lleva a la destrucción del mundo.
Los horrores de la guerra generan debates en el proletariado y sectores populares, quienes se preguntan cómo puede detenerse semejante orgía de sangre y muerte.
Los estibadores de Barcelona, obreros belgas, los huelguistas de las automotrices de Estados Unidos, el Consejo Sindical Central de la India, la CUT de Brasil se ha manifestado en contra de la masacre palestina. Los empleados públicos de Canadá también lo hicieron, los ferroviarios japoneses, los mineros de Colombia, el sindicato de ingenieros y metalúrgicos del Reino Unido e Irlanda del Norte, el colectivo autónomo de trabajadores portuarios de Génova, sindicatos de Polonia y trabajadores de otros países europeos y del mundo protestan, se rebelan y deciden frenar el curso de armas, pertrechos y bienes destinados a la guerra y contra la guerra de Rusia y Ucrania y contra el exterminio palestino.
Son enormes también las fuerzas desplegadas por los pueblos de gran cantidad de países que manifiestan su solidaridad y sensibilidad con el pueblo palestino y reclaman que Israel detenga la matanza y exterminio.
El reclamo de la paz mundial va creciendo y se erige como escudo que va ensanchándose contra las políticas expansionistas y destructivas que el gran capital necesita para sostenerse como régimen.
Los campos se dibujan cada vez más claramente no sólo al interior de los países sino en el plano mundial.
El proletariado y sectores populares no queremos la guerra. Queremos la paz mundial.
Pero, ¿Qué pasos debemos dar para lograrla?
Al decir que el capitalismo en su fase imperialista es el que promueve, sostiene y profundiza su política guerrerista para la “resolución” de sus conflictos y contradicciones a fin de sostener sus ganancias, está claro que los proletarios y sectores oprimidos del mundo debemos combatir contra ese enemigo. Y eso lo debemos hacer en cada país, partiendo de sus cuarteles desde donde obtienen los recursos que luego utilizan para dominar a fuerza de capitales, bombas, tanques y fusiles… Nos referimos a las fábricas, parques y cordones industriales y desde allí, abrazar al conjunto de la población oprimida para formar una fuerza capaz de derrotar a la burguesía.
Para lograr la paz mundial, es necesario el combate al interior de cada país. Organizar la lucha de clases, no darles respiro, boicotearles sus ganancias luchando por mejores salarios y condiciones de vida, socavarles las bases institucionales en donde apoyan su dominio legal con su desprestigiada democracia de pacotilla, oponiendo la democracia directa que va creciendo como ejemplo en cientos de autoconvocatorias.
La solidaridad con los pueblos que sufren la guerra, el exterminio y la devastación confluye con la lucha por la liberación de la explotación capitalista. Ambas son la misma lucha y ello exige una acción directa del proletariado y sectores populares contra el sistema capitalista. Se trata de una lucha de clases contra la burguesía. Una guerra sin cuartel para que esa minúscula porción parásita y privilegiada sea derrotada y expropiada de los recursos que se ha adueñado a fin de que estos pasen a manos de quienes los crearon y le darán una utilización social, para beneficio propio y del resto de la sociedad hoy oprimida. Este es el único camino también para lograr la paz mundial.
Liberándose a sí misma del capitalismo, la clase obrera liberará al resto de la humanidad. La solidaridad así entendida no es condolerse con la desdicha y desgracia ajena sino el compartir la lucha en unidad con un objetivo común.