El lunes habrá pasado la simulación democrática de la burguesía. Tanto es el simulacro de “elegir”, tan profunda es la crisis de la democracia burguesa, que, como nunca antes, los candidatos que llegaron a la segunda vuelta tienen más rechazo que aceptación; portan el oscuro privilegio de llegar a una definición electoral en la que lo predominante es el cálculo de cuánto daño más seguirán descargando sobre las espaldas de las masas.
En esa tenebrosa disyuntiva ha puesto al pueblo la «sacrosanta» democracia de la burguesía.
Por lo que queda claro que el que resulte vencedor será uno de los presidentes con menos legitimidad y menos consenso de la historia política argentina.
El lunes, en cada familia, cada lugar de trabajo o de estudio, ya no va a importar a quién se votó o se dejó de votar. Lo que se deberá poner sobre la mesa a partir de ese día es cómo enfrentamos las políticas que el nuevo gobierno de la burguesía monopolista se dispone a encarar para llevar adelante los intereses de su clase.
Ya hemos dicho y argumentado que las condiciones que impone la crisis capitalista mundial determinan que las políticas a seguir tengan la impronta de un mayor ajuste sobre el trabajo y la vida de las familias trabajadoras. Lo que se resolverá en el acto electoral es quién deberá llevar adelante esas medidas. Y cómo.
En ese sentido, debemos volver a decir también que el haber llegado a este punto en el que se dirime quién es el que seguirá ajustando por el simple acto de poner una boleta en una urna, es la constatación de que la democracia burguesa, a pesar de su profunda crisis, sigue siendo el terreno de lucha política principal, el terreno que prefiere y conviene a la clase dominante.
Las fuerzas revolucionarias debemos seguir, entonces, bregando por profundizar las labores que apunten a elevar la conciencia política y la organización independiente desde la clase obrera.
Una labor indispensable pues es la que permitirá a la clase de vanguardia erigir una propuesta política y orgánica que sea capaz de irrumpir en el enfrentamiento político desde una estrategia de poder que rompa con la institucionalidad de la burguesía.
Esas tareas, por supuesto, deberán adecuarse al ritmo de los acontecimientos que se desarrollarán a partir de las acciones del nuevo gobierno, por lo que las mismas adquieren mayor relevancia aún. La preparación de la fuerza organizada que se oponga políticamente a las fuerzas de la dominación pasan a adquirir una nueva trascendencia, un nuevo impulso, nuevos desafíos.
En ese camino de la lucha de clases habrá, posiblemente, muchas dificultades. Así es la lucha revolucionaria. Sin embargo, como se ha manifestado en los últimos tiempos, las masas trabajadoras seguirán haciendo sus experiencias de lucha. Incluso, con ejemplos de avanzada, como el que ocurre ahora mismo en la lucha de los obreros de Dánica San Luis que mantienen con una conmovedora firmeza sus demandas en contra de una patronal que no ha esperado ningún resultado electoral para aplicar el ajuste sobre las familias trabajadoras, lucha que se sostiene por la determinación obrera y la solidaridad de otros sectores trabajadores y del pueblo.
En esa situación que se presenta compleja y difícil los y las revolucionarias seguiremos aplicando las tácticas y las iniciativas que apunten a la concreción de los objetivos mencionados, las que sean necesarias para cada momento y situación.
Con esa convicción y determinación podemos afirmar que la lucha de clases hará su parte a la hora del enfrentamiento contra una burguesía en crisis, una burguesía que mantiene su fortaleza debido a la debilidad de las fuerzas obreras y populares, pero que al mismo tiempo se ve condicionada a la hora de la aplicación de sus medidas dado el desprestigio de sus instituciones y la mayoritaria falta de expectativas positivas que existe en el seno del movimiento de masas.
Es necesario que, en un escenario de estas características, sepamos mantener firme el timón de las tareas que determinan y definen la independencia política de las fuerzas revolucionarias como condición de afrontar la etapa que se abrirá a partir del lunes.
Más que nunca, el enfrentamiento clasista debemos afrontarlo con el corazón caliente y la mente fría, con el norte principal de seguir avanzando en el enraizamiento profundo del proyecto revolucionario, impulsando el enfrentamiento, la organización y la construcción desde los intereses y las demandas de las amplias mayorías trabajadoras, desde una estrategia de poder revolucionario con la clase obrera al frente de una nueva y real esperanza de cambio.