Inflación: «divino tesoro»


Dentro de todo el piripipí del circo electoral (entre otros temas) hay un caballito de batalla que aparece todo el tiempo pero que NUNCA encuentra una respuesta concreta: la inflación.

¿Por qué ninguno de los dos candidatos que aspiran a la presidencia en Argentina se expresan concretamente sobre ello y sólo hacen promesas de “soluciones” improbables de verificar?

Porque el problema fundamentalmente es de índole política y no económica. Y si hablaran a fondo sobre este tema quedaría expuesto a la vista de todos que –si bien Massa y Milei “no son lo mismo”- representan los intereses de una misma clase: la clase burguesa.

El problema de la inflación es hoy el principal asunto de preocupación en todos los hogares de las familias trabajadoras. El problema de la inflación es, por lejos, el que más afecta la vida cotidiana de decenas de millones de compatriotas que no pueden garantizar el sustento familiar.

La constante suba de los artículos de primera necesidad (fundamentalmente los alimentos) sigue castigando con dureza el poder adquisitivo de nuestros salarios, cascoteado sin descanso por alzas brutales que ya superan el 150% anual.

Cansa ver y escuchar a todo tipo de analistas que nos viven dando sesudas “clases magistrales” para explicar el “fenómeno inflacionario”, recurriendo a todo tipo de fórmulas que de tan rebuscadas uno ni se acuerda como las llaman. Todas frases retorcidas que en lugar de aclarar ensombrecen más la situación.

Unos nos hablan de la necesidad de que la oferta y la demanda regule todo; otros nos hablan de la estacionalidad, o responsabilizan a las cadenas de supermercados como los irresponsables formadores de precios…

Pero TODOS omiten decir que la inflación no tiene causas puramente económicas, que cada aumento es en sí mismo una decisión política empresarial, y que el mercado está dominado por empresas monopolistas que son las que fijan los precios, la calidad, la cantidad de lo que se produce y cómo se distribuirá.

Y este es el verdadero asunto, no casualmente ausente cuando se habla de la inflación: el nivel de concentración de la economía y de centralización del capital.

En el modo capitalista de producción (basado en la propiedad privada de los medios de producción) millones somos condenados a la permanente anarquía que generan las disputas de las diferentes facciones de la burguesía, en donde lo único que prima es “la lógica del negocio” y las ganancias por sobre cualquier otro interés.

En esas manos están la producción, la distribución, las materias primas, las finanzas… Tienen no sólo el poder de la economía, sino que además controlan la política y la vida misma, con el Estado a su servicio.

Sostener sus márgenes de ganancia cueste lo que cueste es su credo, y desde allí podemos esperar cualquier cosa, menos mejorar nuestras condiciones de vida.

Por eso, para la clase obrera y los sectores del pueblo oprimido la inflación es esa guerra silenciosa que nos han declarado los monopolios hace rato. Y eso se mantiene con gobiernos conservadores, más o menos conservadores, progresistas o más o menos progresistas.

Las corporaciones monopolistas dueñas que se han adueñado de nuestro país ganan cuando hay “estabilidad” del mismo modo que ganan cuando hay inflación. Ellos siempre ganan por el sencillo hecho que tienen la sartén por el mango, en donde esa tremenda carestía de la vida es una espada de Damocles que pende sobre nuestras vidas y no para de golpearnos.

La inflación se transforma entonces en un instrumento más para sostener la explotación y la opresión de millones.

Por eso no nos cansaremos de decir que la clase obrera, clase de vanguardia, debe comprender en profundidad que la lucha contra la inflación es una pelea que debemos dar como una sola clase contra la clase enemiga. Se trata de un enfrentamiento en el terreno político que sólo podrá ser llevado adelante si se profundiza la independencia política de clase y se camina en dirección a una unidad política desde abajo que sea expresión del poder organizado de la clase obrera y el pueblo

Hay que seguir elevando los niveles de la lucha y la organización desde cada sector de trabajo, para pelear por los intereses de nuestra clase.

Sólo sacándonos de encima a toda esta lacra de explotadores y parásitos dejaremos de sobrevivir en permanente penuria. El que prometa otra cosa está directamente faltando a la verdad o –en el “mejor de los casos” siendo totalmente funcional a la clase dominante.


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