¿Los que votaron a Milei son fascistas y los que votaron a Massa son planeros y corruptos?

Más allá que en el «universo» electoral pueda haber personas que respondan a las premisas mencionadas en el título de este artículo, inferir que “la totalidad” de los votantes aprueba “con los ojos cerrados” a los que gobernaron o a los que nos gobernarán a partir del 10 de diciembre sería un grave error de caracterización.

Mayoritariamente a lo largo de su historia la clase obrera y el proletariado han dado sobradas muestras de sus reservas democráticas. La dictadura fue derrotada con la clase obrera en las calles, por nombrar un fenómeno reciente de la realidad.

Salvo las camarillas conscientes que se enfrentaron en las urnas y votaron por sus “negocios”, en la reciente elección presidencial una parte importante de la población castigó al gobierno con lo que tuvo a mano. Un 40% de asalariados pobres no se lo perdonó.

Unos votaron con bronca, otros con miedo, y una buena parte no fue a votar. Esa gran masa de votantes y no votantes no se encuadran como “fascistas” o como “corruptos y vagos que no quieren trabajar”.

Es una gran mayoría cansada de tanto “cansancio”, como bien lo dice una pintada callejera.

Pero en ese pensamiento que emana de las usinas ideológicas del poder burgués lo que se está alentando es una nueva grieta, una nueva ofensiva ideológica para dividir las fuerzas políticas de la clase obrera y el pueblo.

Se han lanzado a una nueva cruzada a sabiendas que el peor enemigo de las políticas reaccionarias es la unidad que viene de abajo. En donde lo que importa y trasciende es alcanzar una vida digna.

Los intereses de la clase obrera radican en la profundización de la rebelión, organizar la misma e ir claramente por sus intereses (ya planteados en nuestro último volante nacional y en reiteradas editoriales de nuestros medios). Esa unidad política no se da sin un permanente debate contra toda grieta que se quiera alimentar desde el poder.

El voto bronco ahora hay que profundizarlo en el plano político. En la agenda que la clase obrera debe ir imponiendo en la sociedad hay unir las fuerzas que por arriba quieren dividir. Ir con definiciones independientes en cada batalla. Si la plata no alcanza y no alcanzará, unir fuerzas en esa dirección de lucha, no caer en el “revanchismo” que nos impone la clase en el poder.

Vamos y luchemos juntos, ni vos sos fascista ni vos sos vago, cuando en nuestros puestos de trabajo nos vemos cotidianamente como pares. Eso es lo que debe determinar siempre la unidad. Frente a las confusiones que genera el sistema, los revolucionarios tenemos una magnífica oportunidad para instalar la propuesta del proletariado.

Bienvenidos los que ahora están desencantados con el pasado inmediato y se suman a la resistencia. Eso se extenderá en los explotados y oprimidos. Pero la gran lección a asimilar es que la Democracia Directa es la única vía revolucionaria. Hoy todo sumará para resistir pero la imposición de la democracia burguesa, la defensa de la democracia burguesa se hace antagónicas a la hora de la resistencia concreta.

Generar el poder dual en cada fábrica, en cada barrio, en cada lugar de trabajo es una tarea pendiente. La unidad por abajo desde esta perspectiva  determinará cómo tejer la unidad  por arriba ya que de hecho romperá con cualquier tipo de sectarismo.

La unidad de la clase obrera y el pueblo es y será de interés del proletariado. Ese interés debe pesar a la hora de luchar, organizar la rebeldía contra el enemigo común que se expresará cuando se les toque sus intereses. Allí es donde la burguesía y sus gobiernos de turno limarán sus “asperazas” contra esa unidad del pueblo (si pueden).

Para llevar el ajuste Massa propuso la “Unidad Nacional” . No le hizo asco a nada pero se olvidó de decir que esa unidad era para la burguesía monopolista. El actual presidente electo tampoco le hace asco a nada: hasta Scioli y la actual ministra de Energía (y otros de la pata “peronista”) formarán parte del abanico político para sostener el ajuste anunciado contra el pueblo.

Pero será la verdadera unidad política de la clase obrera y el pueblo oprimido  la que  profundizará la crisis política hoy instalada del poder burgués y avanzará paso a paso en una acumulación de fuerzas hacia la lucha por el poder.

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