La resistencia a la profundización de los planes de ajuste llevados hasta aquí debe continuar.
Para que la resistencia no nos lleve por un camino sin salida la única política posible es enfrentando a la Democracia Burguesa o “representativa” con una salida política que sume al torrente de la propuesta de Democracia Proletaria o Democracia Directa. Ambas con un contenido de clase y de intereses antagónicos con la burguesía. No hay cabida para la conciliación de clases.
Tanto el populismo como el reformismo en el pasado inmediato negaron la resistencia que se venía dando contra el “gobierno” de Alberto Fernández y toda la “troica”, ya sea sirviendo de amortiguadores de la lucha de clases, ya sea depositando confianza en la “defensa” de la Democracia Burguesa negando el carácter de clase de la misma y en defensa de un “capitalismo humanizado”.
En donde pudieron estorbaron, pero al negar la resistencia avalaron el sistema capitalista creyendo en una “resurrección” del capitalismo cuando en realidad éste mostró su fracaso a la hora de dar soluciones a la humanidad. ¡Más del 43 % de asalariados pobres en Argentina!
Esta etapa de resistencia no será nueva para quienes nunca confiamos en esta democracia y pregonamos la Democracia Proletaria, a sabiendas de las complejidades que esta posición política e ideológica a la hora de luchar para imponerse.
Pero a no confundirnos: la unidad del pueblo en lo más profundo de las fábricas, en los barrios, en donde la población proletaria actúa con su fuerza de trabajo, no debe ceder a los nuevos cantos de sirena que intenten desde ahora mismo llevar la lucha y la organización de la resistencia “para ganar próximas elecciones”.
La resistencia debe acumular fuerzas en dirección revolucionaria. Y para ello, el peor enemigo del proyecto del proletariado es el sectarismo entre los explotados y oprimidos, cuestión que azuza hoy la burguesía.
La unidad del pueblo tenderá a fortalecerse en la medida que la clase obrera siga apareciendo en el actual contexto de la lucha de clases.
Deberemos rechazar de plano nuevas grietas que nos quieran imponer desde la clase dominante. La unidad que se consiga desde el ejercicio de la democracia directa adquiere peso propio, y es allí en donde un amplio espacio de experiencia de lucha ya realizada debe acumular.
Desde abajo continuaremos organizando las fuerzas políticas independientes para subordinar cualquier utilización que se quiera hacer de ellas, desviando sus objetivos.
Nos enfrentamos a un enemigo de clase que ha sabido utilizar variadas formas de dominación. Ha sabido utilizar la “defensa de la democracia” para realizar toda una vida de ajustes contra quienes generamos las riquezas. Ha sabido crear falsas “grietas” para producir división en el pueblo trabajador.
Dar el golpe político principal al enemigo concreto en el momento preciso es resistir ahora a este gobierno electo con una política que adquiera un carácter revolucionario. Política que comienza a recorrer el mundo con luchas obreras que traen las ideas de un cambio de fondo.
La consigna por una vida digna engloba en sí misma la idea de esos cambios profundos. Y es allí en donde deberemos asimilar que -a esa unidad de reclamo político- para hacerla material y con fuerza política de cambio, de entrada, se la debe asociar a la lucha por el poder.
Es el momento de deliberar, organizar esa deliberación en rebeldía y organización autoconvocada que respete a rajatabla la práctica de la democracia directa que se viene ejercitando desde una resistencia que lleva años.
Las luchas por las libertadas políticas siguen jugando un papel fundamental. Las mismas deben apuntar a sumar al torrente de cambio revolucionario, que vayan acorde con un cambio de poder.
Aislar los movimientos de masas por sus reclamos ha sido la política de la burguesía a la cual se plegó todo tipo de oportunismo.
Por eso se trata de profundizar los derechos políticos ya conquistados o a conquistar, perseverando en la ampliación de la comunidad de intereses de cambios profundos que requiere la sociedad.
No puede haber un corte político entre esa magnífica lucha de masas que lleva años de experiencia y las aspiraciones de una vida digna que requiere enfilarse hacia la lucha por el poder.
La burguesía monopolista intentará disciplinar a la clase obrera y utilizará diversos métodos para ello. Previa a la asunción del Presidente electo practican la extorsión y el medio para profundizar una baja salarial y aumentar la productividad.
Pero a no olvidarse que lo que viene pesando en la sociedad a pesar de la confusión reinante, es el hartazgo a todo lo instituido. Y esos infinitos hilos no se detendrán en un marco en donde la clase dominante y el actual gobierno electo no tienen una centralización política capaz de revertir un estado de ánimo que seguirá acumulando bronca.
Estamos seguros que habrá una intensificación de la lucha de clases y sobre esa percepción debemos profundizar las ideas políticas revolucionarias que ya están caminando.