¿Cómo derrotar la reforma de Milei?

Derrotar el DNU y evitar que se apruebe la Ley Omnibús, constituye el objetivo inmediato del proletariado y el pueblo en el marco de la lucha contra el plan del gobierno. Ambas iniciativas comparten un mismo hilo conductor: una chorrera de medidas económicas contra los trabajadores, acompañadas de medidas y protocolos represivos que apuntan a eliminar libertades políticas.

El DNU plantea como ilegal prácticamente cualquier huelga, e impide la realización de asambleas en lugares de trabajo. La Ley Omnibus indica que una reunión de tres personas en la vía pública puede ser considerada entorpecimiento de la circulación, y aplicables entre 1 a 4 años de prisión. Esto aplica no solo para los participantes, sino también para los convocantes. O sea que si publicas en una red social que apoyas tal o cual protesta, pasas a tener responsabilidad convocante y podes ir preso.

Es claro que derrotar estas medidas pasa a ser la tarea del día. Es un problema político para la clase obrera. Ahora, la pregunta, es cómo.

Dar una respuesta esquemática es justamente lo que no se puede hacer, aunque sí podríamos sintetizarla en lo siguiente: generar un profundo proceso de movilización social.

Ojo, que cuando hablamos de movilización social no nos referimos exclusivamente al corte de calles o manifestaciones en las plazas -cosa que por otro lado está perfecto y hay que hacer e impulsar- sino a la multiplicación de manifestaciones de rechazo en cada ámbito de la vida cotidiana, empezando por el lugar de trabajo. En otras palabras, generalizar la resistencia, llevarla a un plano que supere la manifestación puntual.

Pero esta movilización, esta resistencia, es tal en la medida en que es resistencia organizada. Toda movilización  implica organización. No se puede hablar de “organización” en abstracto, como hacen las burocracias sindicales por ejemplo. Movilización y organización son dos elementos que van juntos, puesto que la movilización es organización en movimiento, y la organización sin movimiento, es una cáscara vacía, un esquema muerto.

Que no se malinterprete, con esto no negamos aspectos como la movilización autoconvocada, ya que ésta constituye una forma de organización en sí. Al contrario, justamente, para poder desarrollar niveles superiores de movilización, es necesario que se produzcan saltos en los niveles de organización.

CONSTRUIR UNA HUELGA POLÍTICA DE MASAS ¿EXIGIENDOLÉ A LA CGT?

La consigna “paro general” se va generalizando en los distintos ámbitos del proletariado. Es sabido ya por todo el mundo que sin golpear los intereses del gran capital, este proyecto de gobierno no se puede derrotar, y para eso hay que detener la producción y movilizar a la clase obrera.

Ahora, una cosa es el objetivo político que tenemos como clase –la huelga general- y otra cosa es cómo construir esa huelga, y qué carácter debe tener.

Desde la izquierda argentina se instala una consigna, repetida hasta el cansancio y en cualquier contexto político, que es “exigirle a la CGT que llame al paro general”. Esta consigna, que en general no encuentra cabida en las y los trabajadores porque se aplica como un esquema, es altamente contraproducente para los intereses del proletariado, porque acaba fortaleciendo la democracia representativa, en lugar de construir la democracia obrera, directa.

En primer lugar, al “exigirle a la CGT”, se deposita confianza en dicha institución. Se le está diciendo al obrero que ese órgano dominado por la burocracia puede llegar a cumplir otro papel. Y esto no es así, dado que las burocracias están completamente integradas a las empresas, inclusive, como socios accionistas de las mismas. Entocnes, se lleva a la clase a un camino sin salida, a una encerrona mortal, porque se le exige presionar sobre un aparato institucional que esta controlado por la clase enemiga, por la burguesía. Es más o menos como pedirle al Estado Mayor del ejército propio que organice la ofensiva del ejército enemigo ¿En qué cabeza cabe?

En segundo lugar, se fortalece el concepto de democracia representativa (burguesa). Primero, porque al “exigirle” a la CGT se está diciendo que el poder está en manos de los “representantes”, y no de la propia masa organizada de trabajadores. Segundo, porque al hacerlo de esa manera se acata sin miramientos los estatutos sindicales, que son elaborados por el propio Ministerio de Trabajo. En otras palabras, al “exigirle” a la CGT se está haciendo un llamado a respetar la legalidad de las instituciones del Estado burgués, cuando en realidad esa legalidad está armada, justamente, para impedir que la clase obrera pueda organizarse.

En tercer lugar, “exigirle a la CGT” es una forma de evadir la responsabilidad propia. Es mejor “exigirle a la CGT” antes que llevar a cabo medidas de acción directa. Hablamos desde huelgas o jornadas de lucha en ramas industriales enteras (neumático en el caso de la izquierda, aceiteros en el caso del progresismo, etc.) o bloqueos de centros productivos clave, como parques industriales, por parte de las organizaciones de desocupados. No, mejor “exigirle a la CGT que lo convoque”.

Desde cualquier punto de vista, esta consigna es contraproducente para la clase obrera, porque no colabora a desarrollar sus propias metodologías de organización, sino que reproduce metodologías burguesas en el seno de la clase.

Ahora, esto no quiere decir que no haya que construir una huelga general de carácter netamente político. Pero de lo que se trata es eso, de construirla, no de exigirla ni pedírsela a nadie; de asumir nuestra independencia de clase.

Por eso, en este punto queremos ser muy claros, hay que sostener e impulsar la consigna “paro general” pero no desde la exigencia a la CGT sino desde la construcción independiente de esa huelga.

Después, si la resultante es que la huelga la convoca la CGT o no, eso es otra materia. Cuando fueron las movilizaciones del 6 y 7 de julio que acabaron con la expulsión del ministro Celestino Rodrigo en el año 1975, la clase obrera ya se encontraba en huelga general, y la movilización había sido convocada de hecho por las distintas fábricas y coordinadoras fabriles. Ya con la clase obrera movilizada la CGT “convocó” a la huelga general. En realidad le puso el sello de goma para intentar disfrazar una situación que de hecho ya existía.

¿HAY QUE ESPERAR QUE MADURE LA SITUACIÓN?

El otro argumento que se egrime por estos días viene del lado del peronismo: “todavía no hay que movilizar”. Sobre esto hay que decir dos cosas.

En el caso de la CGT y la superestructura peronista, está clarísimo que este discurso se instala porque están negociando con Milei porque pretenden que lo principales elementos, tanto del DNU como de la Ley Omnibus, sean aprobados. Al respecto, diputados, referentes y periodistas peronistas ya han dicho que hay puntos del DNU que son correctos y que ellos estarían dispuestos a apoyarlos si fueran tratados por separado. De esa manera pretenden tirar para atrás, por ejemplo, la reforma de vialidad, pero apoyar la reforma laboral. Es de manual.

Ahora, yendo a quienes profesan “de buena fe” esta concepción, el argumento se cae por todo lo dicho antes: no existe organización sin movilización; y al mismo tiempo, la movilización no es solo fijar una convocatoria para un día concreto, sino el llevar la discusión y el enfrentamiento político a lo profundo de nuestra vida cotidiana.

En este sentido, no existe aboslutamente ninguna excusa para no organizar asambleas en los lugares de trabajo para discutir medidas de acción concretas contra el DNU. No existe ninguna excusa para evitar organizar campañas de agitación en los barrios, en los lugares de trabajo, etc. No existe ninguna excusa para decir “hay que esperar”, porque la movilización debe ser entendida en el amplio sentido de la palabra, y cada día que pasa sin tomar iniciativas concretas, es un día ganado para la burguesía.

¿Y por qué se adopta este tipo de conducta? En el fondo, porque se confía en la institucionalidad del sistema capitalista. En otras palabras, porque se confía que el Poder Judicial, que siempre falla en contra de los trabajadores, está vez pueda hacerlo a favor; porque se confía en que diputados y senadores que han sido protagonistas del ajuste al pueblo trabajador y de la represión durante décadas, esta vez vayan a legislar para el pueblo, y no para el capitalista que sostiene su carrera política detrás del escritorio. La consigna del “hay que esperar” encierra confianza a un sistema capitalista que ya ha demostrado que no tiene nada para ofrecernos a los trabajadores, al contrario, es el mismo sistema que nos ha traído a esta difícil situación.

¿CÓMO CONSTURIR ESA HUELGA GENERAL?

  • Tenemos que romper la idea de tercerizar responsabilidades y confiar en cualquier vía institucional (exigirle a la CGT, depositar confianza en el Poder Judicial o en el Congreso, etc.).
  • Instalar la idea de que al DNU solo se lo derrota con una huelga general. Y cuando decimos huelga general no nos referimos a un parito de 24 horas, sino a un paro por tiempo indeterminado. A su vez, esa huelga general hay que construirla mediante la organización y movilización permanentes en todos los ámbitos de la sociedad, empezando por los lugares de trabajo.
  • En el período que estamos ahora, esa movilización incluye vastas campañas de agitación y propaganda denunciando el contenido del DNU. Todavía una inmensa masa del proletariado no comprende la profundidad y el alcance de estas políticas, sobre todo, en materia laboral y represiva.
  • Esta campaña de agitación va desde volanteadas en barrios y empresas, hasta la realización de asambleas de sector para discutir lo más ampliamente posible el contenido del DNU y de la Ley Omnibus y organizar en función de ello medidas de acción, por muy pequeñas que parezcan.

El objetivo fundamental de este período es que exista una convulsión social en contra de las medidas del gobierno. Eso es lo que dará paso a la maduración de las condiciones para que esa huelga se produzca con o sin la CGT

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