En esta página hemos abordado este tema desde muchos ángulos. Hoy lo haremos desde otra perspectiva con la que sumaremos nuevas críticas incontrastables al capitalismo basándonos en los mecanismos propios de su funcionamiento.
Lo primero que tenemos para decir es que una verdad a medias es una gran mentira. Cualquiera, desde el santificado sentido común podría pensar que, al ingresar dólares al país, los mismos pueden invertirse en nuevas empresas o en empresas que requieren agrandarse y ello significaría más puestos de trabajo, lo cual abundaría en una mejora para la clase obrera, trabajadores en general y nuevas industrias que aportarían a la que se asienta inicialmente (si ésta es una gran empresa) generándose prosperidad para todos los relacionados con ella.
La burguesía llamaría a esto un circuito virtuoso en el que todos ganamos en forma directa e indirecta.
Pero el capitalismo no funciona así, y menos, en la fase imperialista a la que asistimos mundialmente y en lo local.
Recordemos lo planteado en la nota anterior del 09-01-2024 (“Para salir de la pobreza…”), el motivo de la inversión es la ganancia y su fuente es el trabajo asalariado, por lo tanto, cuanto mayor es la ganancia, menor es el salario y a la inversa.
Quiere decir que toda inversión capitalista con dólares, yuanes, euros, etc., se realiza con la condición de bajos salarios o para bajar los mismos.
Cuando la burguesía ingresa dólares al país vía exportaciones para inversiones, o utiliza recursos recaudados en el país, vía su propia acumulación, o financiamiento estatal o privado, no es que los reparte para mejorar la situación de asalariados, jubilados y sectores populares. Lo hace para incrementar su capital.
Supongamos que la inversión se efectúa para plantar una fábrica. La misma lo hace bajo la condición de que los salarios que pagará son inferiores a los que pagaría en otra parte del planeta y que la mano de obra a contratar sea potencialmente eficiente para los fines de la fabricación de su mercancía. Además, se tendrán en cuenta otras condiciones tales como baratura del terreno o cesión del mismo por parte del Estado, infraestructura necesaria para el funcionamiento (luz, agua, gas, caminos, y algún otro elemento según el tipo de empresa, etc.).
Con el pretexto de que va a dar trabajo, normalmente se negocia (coima mediante) con el gobierno de turno algún subsidio y/o ventaja impositiva y otros beneficios. También se hace lo propio con los sindicalistas del rubro a quienes se los unta con significativos estipendios a cambio de lo cual se les exige que mantengan la disciplina de la fuerza de trabajo, cumpliendo el papel de policía dentro de la empresa.
Como vemos, para los obreros y trabajadores significa puestos de trabajo con ingresos reducidos, acordes a la media laboral de la rama. Para la sociedad en su conjunto, significa un costo a pagar porque los beneficios que obtiene la empresa particular, los paga el conjunto social con parte de sus impuestos y contribuciones compulsivas.
Además, en caso de tener mejores condiciones de producción, dados los mencionados beneficios, la aludida empresa obtiene un lugar privilegiado en relación con sus competidores, lo cual incide en los precios finales de sus productos pudiendo venderlos más baratos tendiendo a monopolizar la producción de los mismos.
La concentración que tiende a la monopolización, no sólo afecta a los competidores más débiles sino también a los propios trabajadores ya que al achicarse o cerrar las empresas del ramo imposibilitadas de sostener la competencia, se eliminan puestos de trabajo y se incrementa la competencia entre los obreros lo cual tiende a la baja salarial. Así, el supuesto circuito virtuoso se evidencia como un circuito tortuoso para el país… Más precisamente, para los trabajadores y el pueblo oprimido quienes siempre pagan los privilegios burgueses. Es cierto que se incrementan puestos de trabajo, pero a la vez, se pierden otros. En ese movimiento, aumenta la cantidad absoluta de trabajadores (con salarios inferiores y puestos de trabajo más inhumanos o “flexibilizados”) y disminuye la cantidad relativa de los mismos.
Otro destino de los dólares para inversión puede ser la ampliación de la empresa, de la producción o renovación de la misma con tecnología aplicada.
Es obvio, por todo lo expuesto, que tal cosa se hace con el fin de incrementar las ganancias.
La ampliación de la empresa implica nuevas máquinas que, por su generación más moderna, resultan más eficientes, dado lo cual, implica que, en un sector de la empresa o en toda ella, se va a lograr un nivel de producción superior con una cantidad de mano de obra inferior en términos relativos.
En caso de que el capitalista desee invertir en mayor cantidad de materias primas con las mismas instalaciones, ello lo logra solamente con la extensión de la jornada de trabajo del personal o con una mayor intensidad de trabajo (súper explotación). Por último, en caso de invertirse en nueva tecnología, se aumenta la producción con menos mano de obra (otra forma de súper explotación).
En todos los casos citados, el perjuicio para los trabajadores es evidente y con el mismo efecto. Esto ocurre debido a que la motivación del capitalista es el aumento de sus ganancias.
En la sociedad capitalista, toda modificación que optimice el trabajo, lo haga más eficiente, acorte los tiempos de producción, etc. se vuelve en contra de los trabajadores y del pueblo oprimido, en vez de beneficiar al conjunto social haciéndolo gozar de mayor cantidad y/o calidad de productos o reducción de tiempo de trabajo para dedicarse a actividades familiares, artísticas, deportivas o sociales. Ello explica, en gran parte, por qué los salarios relativos tienen tendencia a reducirse frente al crecimiento simultáneo de la riqueza capitalista.
En suma, todo desarrollo en la sociedad capitalista significa un arma letal contra la fuerza de trabajo y redunda en una destrucción de fuerzas productivas.
Conclusión: en los marcos del capitalismo, toda inversión de dólares/capitales es nociva para los trabajadores y el pueblo. Aunque el sentido común nos diga lo contrario, y las apariencias engañen en forma inmediata, a la larga, el resultado es el descrito.
Mayor riqueza producida en el país, implica una mayor pobreza relativa, aunque haya, en términos absolutos, más cantidad de puestos de trabajo. ¿Acaso no es eso lo que venimos sufriendo desde hace décadas y ahora se intensifica a niveles enormes?
La irracionalidad del sistema capitalista llegado a un punto de su desarrollo sólo se sostiene por virtud del poder ideológico, político y militar de la burguesía que ejerce mediante el Estado y sus instituciones a su servicio.