Guerras imperialistas y guerras populares


La actual crisis capitalista es una crisis de superproducción y (como lo hemos planteado en esta misma página en reiteradas oportunidades) la burguesía monopolista necesita de la destrucción de fuerzas productivas humanas y materiales.

La guerra imperialista es injusta por donde se la mire, pero la misma se está transformando en una guerra del pueblo con sobradas muestras de justeza. Se trata del pueblo Gazarí, pero se trata también de las expresiones mundiales de apoyo a ese pueblo al que el Estado de Israel le quiere borrar su historia.

No es lo mismo una guerra imperialista que una guerra del pueblo y es sobre este concepto que hay que comenzar a reflexionar.

En la historia hubo guerras de carácter popular y en algunas de ellas las fuerzas proletarias jugaron un papel fundamental: la Revolución Rusa de octubre de 1917.  Otras guerras populares supieron dar batallas victoriosas contra ejércitos poderosos como en Vietnam, Laos o Camboya.

Hubo un rasgo común en todas ellas en las que las fuerzas proletarias y populares movilizaron millones tras el objetivo de liberación. Las guerras anticolonialistas en África eran guerras justas y los colonialistas (a pesar de su poder de fuego) debieron dar un paso atrás. Argelia entre otros.

Pero en la época actual el signo fundamental dominante son las guerras imperialistas, y en ellas incluimos las guerras interimperialistas como el caso actual de Rusia-Ucrania que son parte de esa disputa, aunque a la misma se la quiera disfrazar de otra cosa.

Pero a decir verdad la resistencia actual del pueblo Gazarí contra el Estado de Israel va tomando un rumbo que sobrepasa el carácter imperialista puro. Este pueblo heroico de la franja de Gaza y de Cisjordania dan sobradas muestras de sostenerse a pesar del papel de las fuerzas políticas y militares que dicen defender la causa palestina. Es una guerra imperialista injusta pero los pueblos del mundo también comienzan a pesar en favor de una balanza que tiende a dar un carácter popular a una resistencia que se sostiene porque hay un pueblo decidido a resistir.

Este enfrentamiento va adquiriendo este carácter porque detrás de esta actual situación los pueblos vivieron la Intifada, son pueblos que viven la lucha de clases dentro de sus propias fronteras y acumularon experiencia.

Pero al marco internacional de guerras imperialistas y de amenazas reales de acabar con la sociedad humana se va agregando en este contexto un largo proceso en donde experiencias recientes como la de EEUU en Afganistán y Francia en varios países africanos debieron retirarse por la ventana y abandonar momentáneamente su fuerza de choque ante el levantamiento de centenares de miles que con armas en la mano provocaron la huida indigna de países que han promovido una postración crónica de esos pueblos. Procesos como el de Sudan se replican en otros puntos del continente africano y la experiencia del pueblo kurdo que resiste los embates de las potencias imperialistas transformando esa guerra en una guerra de todo el pueblo.

Cuando el Estado Israelí comete una de las atrocidades más grandes vividas por la humanidad en las últimas décadas, un genocidio de largo alcance, este mismo Estado imperialista y sus socios fundamentales no contaban que la solidaridad hacia el pueblo palestino iba a trascender con movilizaciones de centenares de miles en todo el mundo.

La presión de varios pueblos de Medio Oriente en solidaridad con Palestina está pesando para que la resistencia adquiera un carácter regional.

Medio oriente, África, Asia, América Latina se han transformado en continentes calientes en donde las disputas interimperialistas azuzan las guerras de ese carácter, pero a pesar de que aún las cosas no estén demasiado claras, esas guerras están a un paso de transformarse en otro carácter.

La lucha de clases se está apoderando incluso en los propios países imperialistas y se abren serias posibilidades que a la tendencia guerrerista de la burguesía monopolista mundial se vaya desplegando su signo antagónico que es el despliegue de la conciencia democrática que está movilizando a los pueblos del mundo.

La guerra de exterminio llevada a cabo por Israel y sus aliados imperialistas han sentido las respuestas en sus propios países cuando en puertos, rutas, vías de navegación y en la misma producción de armas y vehículos para la guerra el boicot ha comenzado a jugar un papel que conlleva el carácter que ha adquirido la socialización de la producción para resistir en esa trinchera y provocar una crisis en la distribución de las mercancías para la guerra.

La burguesía actúa y se prepara para sus guerras de intereses, pero está entendiendo que sus guerras deben abrir nuevos frentes en sus propios territorios para acallar la marea de descontento que se sucede en el planeta. Frente a esas guerras imperialistas van apareciendo las resistencias que son expresión actual de un pasado inmediato que puede y debe recoger la experiencia para transformar esas guerras injustas en guerras justas y populares.

Compartí este artículo