La reciente exposición de Javier Milei en el Foro Económico Mundial de Davos, en una especie de lección disparatada de política y economía frente a los sectores más concentrados del gran capital, debería movernos a risa si no fuera tan grave la realidad que padecen los pueblos del mundo, incluido el nuestro, obviamente.
Ante los principales representantes de la burguesía monopolista a escala global, lleno de políticos y grandes empresarios, Milei no sólo hizo una defensa acérrima del capitalismo presentándolo como «la única herramienta para derrotar a la pobreza y la indigencia” (cosa que no estaría sucediendo, por si hiciera falta decirlo), sino que advirtió que «Occidente está en peligro por el avance del socialismo y el colectivismo que ha condenado a la gente a la pobreza» (una afirmación totalmente irreal, vale decirlo).
Según Milei los problemas del mundo actual son culpa “del socialismo”. Particular mirada que no sólo hacer dudar de la medicación que le pueden estar administrando sino porque se lo estaba diciendo a un auditorio plagado de capitalistas, hechos y derechos, multimillonarios a costa de la explotación y el hambre de millones en todo el planeta.
Porque para que haya esos pocos con muchísimo dinero debe haber muchísimos y muchísimos seres humanos sin nada. Eso es en esencia el capitalismo.
Es el capitalismo el que genera la pobreza extrema. Los capitalistas ricos no generan riqueza, se quedan con la riqueza que generamos millones con nuestro trabajo, por eso son ricos. Si generaran alguna riqueza se llamarían trabajadores.
También aprovechó su alocución para confrontar una vez más con quienes “parten de la idea de que el Estado es una torta que se puede repartir de manera equitativa, cuando no es así”, diciendo además que «la intervención del Estado en el mercado solo entorpece el proceso económico».
Afirmación que pondría en duda nuestra inteligencia al punto de cuestionarnos si los Reyes Magos son los padres, en un sistema dónde queda cada vez más claro que el Estado es de clase, que representa los intereses cada vez más concentrados de la burguesía monopolista en el poder, y que su intervención, lejos de entorpecer, favorece cada vez más los negocios del gran capital que materializan las grandes empresas multinacionales que hacen sus negocios en cada país.
Si se recorren diversos artículos de “la ley ómnibus” presentada por el gobierno al Congreso nacional se podrán encontrar diversos ejemplos de esto en diversas ramas de la producción y de la explotación de los recursos de nuestro país. Hay para todos los gustos, podríamos decir.
Volviendo a Davos, Milei aleccionó a los asistentes diciéndoles que era mentira el calentamiento global y los problemas del medio ambiente, así como atacó también las reivindicaciones de género y el feminismo.
Más adelante les regaló a los asistentes otra máxima inenarrable: “Lamentablemente, estas ideas nocivas han impregnado fuertemente en nuestra sociedad. Los neomarxistas han sabido cooptar el sentido común de occidente. Lograron esto gracias a la apropiación de los medios de comunicación, de la cultura, de las universidades, y sí, también de los organismos internacionales”.
Y no se privó de listar a “los enemigos de la libertad”: “Todos. No hay diferencias sustantivas. Socialistas, conservadores, comunistas, fascistas, nazis, social-demócratas, centristas. Son todos iguales. Los enemigos son todos aquellos donde el Estado se adueña de los medios de producción”.
Frente a la incrédula mirada de varios de los asistentes, en donde no faltó cierto estupor por toda esta serie de afirmaciones delirantes y disparatadas (a contrapelo incluso de las posiciones de conspicuos voceros del gran capital mundial y que inmediatamente ya reflejan diversos medios de comunicación burgueses de distintas partes del mundo) les dejó un mensaje final a los empresarios: “No se dejen amedrentar por la casta política. Ustedes son benefactores sociales, héroes, los creadores del periodo de prosperidad más largo de la historia. Que nadie les diga que su ambición es inmoral”, colocando a los empresarios como una especie de madres Teresas de Calcuta que estarían viendo cómo repartir sus ganancias y pagar los impuestos que corresponderían para que sigamos transitando este maravilloso mundo que tenemos.
Para Milei, “el mercado no tiene fallas, es un mecanismo de cooperación social”. En fín…
Bondades incomprobables de un capitalismo en decadencia.
Un mundo “mágico” que ni los propios capitalistas se animan a sostener.
Un choque de frente con una realidad insostenible, donde ese “occidente socialista” que denuncia el presidente nada tiene que ver con la realidad.