Todas las expresiones políticas de la burguesía (peronistas, radicales, del Pro, libertarios, los llamados socialistas y otros), se han manifestado respecto de la inflación y cómo atacarla.
Nadie ha dicho lo que nosotros venimos afirmando y que, por lo demás, es lo cierto e incontrastable. Parecería una tautología, pero no es más que la verdad: la inflación es el aumento generalizado de precios y está ocasionada por la especulación financiera, fundamentalmente, de las grandes empresas monopolistas.
Aclaremos que se trata del aumento de todos los precios de bienes y servicios, salvo de uno muy especial: el precio de la fuerza de trabajo que se expresa en el salario.
La mayoría de los medios masivos de difusión, opinólogos (si cabe el término) y políticos justifican los aumentos argumentando que los costos…, que los impuestos, que las importaciones, que las exportaciones… Todos “entienden”, por ejemplo, que la leche aumenta porque han aumentado los insumos para alimentar a las vacas, que aumentó el transporte, la luz, las máquinas que se utilizan en los tambos, etc., etc., pero nadie menciona que los costos de la vida de los trabajadores y sectores populares también aumentan a causa de la elevación de los precios de bienes y servicios y que, por lo tanto, los salarios, jubilaciones e ingresos de la fuerza laboral deberían aumentar.
El mensaje que viene desde los gobiernos y los empresarios es que la elevación de los precios se debe a la emisión de moneda sin respaldo y que ello, sumado al déficit fiscal, es lo que origina la inflación. En eso se basa la política de Estado de los gobiernos anteriores y del actual para justificar mayores recortes a los salarios, a jubilaciones y pensiones y a los fondos destinados a educación, vivienda, y salud, etc. Pero nadie explica las causas reales de la inflación.
El DNU y la ley ómnibus apuntan esencialmente a la disminución de los salarios e ingresos populares y, como reaseguro, a la disminución de las garantías constitucionales logradas por el proletariado y el pueblo sobre las libertades democráticas ganadas. Y habiendo nombrado a ambos instrumentos que pretenden legalizar hay que agregar que, con ellos, se impulsa también una mayor concentración de capitales y fuentes de materias primas y tierras, favoreciendo a los sectores monopolistas. Pero éste no es el objeto de esta nota, así que seguiremos con nuestro tema.
Una vez descrito lo anterior, veremos cuál es, a nuestro juicio, el origen de la inflación y cuál sería el combate efectivo a la misma.
Primero definamos que los bienes de todo tipo tienen valores basados en el tiempo de trabajo socialmente necesario[1]. Ello permite que cada bien pueda ser intercambiado por otro u otros distintos del mismo valor dada la división internacional y nacional del trabajo. Quienes producen zapatos, requieren vestidos y comida, etc., y así sucesivamente. El intercambio les provee las cosas que ellos no producen.
La historia de la organización social de la producción y la distribución de bienes y servicios generó instrumentos que facilitaron el intercambio de productos sin necesidad de realizar el trueque entre bienes materiales. Así nacieron las monedas que luego, con el desarrollo del capitalismo, se transformaron en billetes. Estos representan los valores de cualquier bien.
Con la aparición del crédito, aparecieron los instrumentos financieros tales como compromisos de pago, pagarés, letras, bonos, etc. Todos esos instrumentos se transformaron en documentos de sobre precios (precios de las mercancías más un interés) y, con el desarrollo en el tiempo se fueron perfeccionando permitiendo a los empresarios hacer negocios con dinero ajeno y, también, apropiarse de una plusvalía ajena.
Una forma de crédito es el pago a término luego de recibir los bienes para venderlos al por menor, otra forma es la compra del menudeo en cuotas. Pero el crédito más importante es que los bancos otorgan a las empresas para grandes negocios. Los bancos son las entidades que reúnen grandes sumas de dinero que pueden disponerse para prestarlas a industriales y comerciantes.
Estas grandes sumas de dinero puestas al servicio y en funcionamiento de enormes negocios se llaman capital financiero. Así como los bancos prestan dinero a industrias y comercios, grandes empresas hacen lo mismo con clientes (por ejemplo, las automotrices con las concesionarias u otros rubros como la importación y la exportación que se realizan siempre con la intervención de alguna entidad bancaria).
La práctica de las finanzas fue entrelazándose entre la industria, el comercio y los bancos hasta formar una fusión que no sólo generalizó la especulación, sino que elevó la apropiación de plusvalía de distintos sectores ajenos.
La gran burguesía, con el tiempo, puso sus ojos en otra fuente de recaudación de grandes cantidades de dinero: el Estado.
Con la complicidad de los gobiernos, el Estado fue otorgando a uno u otro sector burgués, cantidades de dinero dadas en subsidios, préstamos con bajos intereses, fomento a la producción, y otros pretextos. Estas salidas de dinero, generalmente se remplazan por bonos.
La generalización del crédito bancario como el crédito comercial son prácticas especulativas que dieron lugar a que las deudas se vendieran haciendo de ello un negocio paralelo a la compra y venta de bienes y servicios. Esta práctica puede no tener fin ya que una deuda puede venderse infinidad de veces, lo cual, con intereses y traspaso de manos puede convertirse en una suma de dinero nominal muy superior al respaldo de valores en bienes materiales. También puede ocurrir lo contrario si el emisor original no goza de confiabilidad en el mercado. El tenedor de los instrumentos de deuda pasa así de ser posible ganador a perdedor.
Pareciera que el comprador que adquiriera papeles, por ejemplo, a la mitad de su valor nominal, podría hacer un gran negocio al momento de cobrarlos al 100% de dicho valor nominal más los intereses, pero a veces eso no ocurre y el tenedor de dichos documentos se queda, como se dice popularmente, “colgado de la brocha”. Eso puede ocurrirles a los bancos, otras entidades financieras, industrias o comercios que vendieron a crédito y también puede sucederle al Estado que, habiendo prestado dinero, a la hora de recuperar el dinero que debía cobrar para remplazar los bonos que había emitido se encuentra con que no puede hacerlo.
Esta especulación generalizada con la voracidad de la burguesía lleva a los Estados a gastar más de lo que recauda y, entonces, para asumir gastos que no puede respaldar con valores sustentados en productos materiales, emite dinero para saldar sus compromisos.
Debido a que los funcionarios de los gobiernos están comprometidos con los monopolios por ser empleados, capitalistas de los mismos o haber pertenecido a ellos, o bien ser simples “punteros” de los mejores postores de la burguesía, se aprueban las obras, que convienen a los negocios que los capitalistas les acercan. Dichas obras, están basadas en la obtención de ganancias y todas, tengan o no interés real y sano para la sociedad, son presentadas como necesidad de la misma para justificar su realización.
Los negocios no sólo son financiados con recursos bancarios del país y del Estado, sino que también se recurre a financiamiento exterior. Así, la famosa deuda externa, es tomada por el Estado o en forma privada para la realización de los mismos[2]. Las grandes deudas privadas con el exterior, en su mayoría, fueron pasadas al Estado por distintos gobiernos, pasando a convertirse en déficit estatal, dado lo cual, la masa de trabajadores y sectores populares termina pagando la misma con impuestos y contribuciones compulsivas.
El famoso déficit fiscal no es otra cosa que producto de la especulación financiera para negocios de la gran burguesía. La emisión de dinero sin respaldo responde a la misma causa y, por último, el aumento generalizado de precios se efectúa ante la imposibilidad de expresar con el valor nominal de la moneda, el mismo valor real del bien o del servicio que se trate.
Otro condimento que se suma a lo anterior para que los precios se disparen es cuando el gobierno y los capitalistas se reconocen impotentes de dominar y someter el descontento obrero y popular ante una posible disminución masiva de salarios que les permitan sostener sus porcentajes de ganancias. Se evidencia con esto la crisis política que no puede resolver el problema económico del propio funcionamiento especulativo del sistema, lo cual influye sobre lo económico y profundiza la desventura política del sistema.
Entonces, ante la inacción del gobierno de turno, los capitalistas ven como más efectivo y práctico el alza generalizada de precios sin tocar los salarios (logrando así la baja relativa de los mismos) o aumentarlos en menores porcentajes que el costo de la vida. Éste no es otra cosa que el valor del salario[3].
La fórmula que tienen los capitalistas para combatir la inflación la estamos sufriendo gobierno tras gobierno, aunque sin éxito. El gobierno actual, por su parte, pretende combatirla con la disminución abrupta del poder adquisitivo de los salarios e ingresos de la fuerza laboral activa y pasiva, achicando también los recursos estatales destinados a lo que se denomina gasto social (educación, salud, jubilaciones, sostenimiento de los excluidos del sistema, viviendas populares y otros).
En conclusión, la inflación no tiene otro origen más que la enorme especulación basada en la voracidad de la expropiación capitalista de los monopolios financieros a toda la sociedad y la creación de instrumentos y mecanismos conducentes a sostener los niveles de ganancia de ese sector de la burguesía que domina todos los mercados. He aquí la verdadera causa de la inflación.
Síntesis sinóptica:
- El saqueo del Estado por los capitalistas genera el déficit fiscal. Por lo tanto, éste no es causa de inflación, sino que el problema es la voracidad burguesa.
- La emisión de moneda sin respaldo es producto de lo anterior y de la especulación financiera. Tampoco ello constituye una causa de inflación sino consecuencia de la voracidad burguesa.
- El aumento generalizado de precios se hace para sostener los márgenes de ganancia. Tampoco es causa de inflación, sino que responde a la voracidad burguesa.
- La imposibilidad de la burguesía de someter en forma inmediata a la fuerza laboral para sostener sus niveles de ganancia, enredándola en una crisis política que influye en la irresolución del problema y lo aumenta. Ello tampoco es causa (los aumentos de salario no generan inflación) de inflación, sino que es producto de la voracidad burguesa.
- La especulación financiera basada en el mecanismo de apropiación de plusvalía ajena (voracidad burguesa), es la causa de todos los fenómenos descritos.
La única forma de terminar con la inflación para que no constituya una desvalorización de los ingresos de los trabajadores que son los verdaderos productores de todos los bienes y servicios, es la lucha por el mantenimiento y aumento de salarios, mejores condiciones de trabajo y de vida (aumento de recursos para educación, vivienda, salud, y todo gasto social) y libertades políticas que favorezcan sus conquistas.
Pero para eliminar definitivamente el peligro de devaluación del salario y el aumento generalizado de precios no hay otro camino que terminar con la propiedad privada capitalista generadora de la plusvalía[4], la apropiación de los recursos estatales por parte de esa clase parásita, la especulación financiera cada vez más intensa y la expropiación de los bienes personales obtenidos como fruto del trabajo propio de obreros y trabajadores al que nos somete el sistema capitalista.
[1] Tiempo de trabajo socialmente necesario es el tiempo de trabajo mínimo que insume la fabricación de una mercancía según el desarrollo tecnológico y de mano de obra alcanzado en una determinada sociedad.
[2] Cuando el gobierno de Isabel Martínez de Perón fue derrocado, el Estado tenía una deuda de US$ 8.000 millones, cuando la dictadura militar que dio el golpe se fue derrotada, la deuda Estatal ascendía a más de US$ 40.000 millones, a fines del año 2022, superaba los US$ 534.000 millones. Sin embargo, no hubo mejoras para la población trabajadora.
[3] No confundir valor del salario con valor del trabajo. El valor del trabajo está compuesto por la suma del salario más la plusvalía (llamada vulgarmente, ganancia del capitalista).
[4] Plusvalía: valor del tiempo de trabajo del obrero por el que no cobra ni un peso, y que el capitalista se apropia.