La asamblea se debe convertir en un movimiento social de resistencia para derrotar el plan del gobierno


La crisis política está arriba.

El gobierno y la oposición “dialoguista” (como gustan llamarla) son una expresión de esa crisis, pero no la única. El paro del 24 puso en la escena política a la clase obrera y a una importante parte de nuestro pueblo. Los “convocantes” entraron en crisis mucho antes e intentaron oxigenar un ambiente muy caliente en el abajo y es allí en donde fracasaron.

Miles de manifestantes fueron organizados desde las bases producto de asambleas de base o de un estado deliberativo de semanas enteras.

A partir del 24, el gobierno se vio obligado a retroceder en varias iniciativas. Se reactivó la lucha interburguesa y se agita entre las bases darle continuidad a la resistencia.

El gobierno intenta “salvar las ropas” desde lo ideológico. Su ferviente anticomunismo todavía toca una música para endulzar a una parte de la población asqueada de toda la superestructura.

Argumentos como: “a pocos días de gobierno nos meten un paro general”, “los peronistas no dejan gobernar”, “no hay plata”, etc. aún persisten para confundir, pero han perdido el “fuego sagrado” con el que nacieron.

Todo está muy bien, pero la plata no alcanza. Las condiciones de vida se han agravado y se profundizarán.

Frente a esta situación, para las y los revolucionarios la lucha política debe ser palmo a palmo.  Pegar en donde la burguesía monopolista está débil para erosionar su “fortaleza ideológica”.

En estos tiempos de resistencia en alza, las ideas revolucionarias empiezan a hacer pie. En estos tiempos la lucha política se encuentra cerca de la ideología revolucionaria cuando a la par de ir ganando la calle se introducen los primeros lineamientos del para qué y por qué resistir para derrotar el plan de gobierno.

Un escalón alcanzado y a seguir profundizando.

La asamblea desde las bases se debe convertir en un movimiento social de resistencia.

Y debe alcanzar a todos los sectores de la sociedad explotada y oprimida.

El 24 ha sido una enseñanza más de esa experiencia que nuestra clase y nuestro pueblo viene haciendo desde hace décadas. Esta vez la clase dio un paso en ese sentido y en ello las y los revolucionarios somos conscientes de nuestras tareas. Y las mismas no deben subestimar el grado de desarrollo alcanzado.

Para el 24 las asambleas tuvieron diferentes prácticas y metodologías, en donde convivieron lo viejo con lo nuevo. La ideología de la clase dominante no ha muerto, pero lo cierto es que ese empuje del abajo comienza a ser acompañado, aún en cuenta gotas por el proyecto revolucionario.

En donde el protagonismo de los cambios revolucionarios recae en los hombros de la clase y de todo el pueblo. La tarea de las y los revolucionarios es dirigir esos pasos para derrotar el plan de gobierno, acumulando hacia la revolución social.

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