La represión agudiza el problema político, no lo soluciona.


Una nota publicada en el día de la fecha en el diario Perfil, firmada por Carlos Fara, lleva como título: De Miley a “Alguna ley”. El tratamiento de la llamada Ley Ómnibus, su votación en general, las indefiniciones que persisten respecto al tratamiento en particular del articulado de la misma (al momento de la aprobación en general todavía no se conocen qué artículos quedarán y cuáles no), el “toma y daca” entre el Ejecutivo y los gobernadores manifestando la puja de intereses entre las distintas facciones burguesas, hacen que el título de la nota mencionada sea, además de ingenioso, una certificación de que la ley que quedará en definitiva será un ómnibus desguazado.

Además, y principalmente, la ratificación cabal de la enorme crisis política que atraviesa la clase dominante.

Ahora bien, va de suyo que la aprobación de la ley y todas las iniciativas que promueve el gobierno nacional (como el DNU, que en muchos aspectos sigue vigente) no son una buena noticia para el pueblo trabajador. Más allá de la crisis de la burguesía, la misma tiene el poder y lo ejerce. Aun en medio de las dificultades políticas que atraviesa.

Desde luego que ese aspecto de la situación política no alcanza para que sea posible derrotar el plan del gobierno. Lo que queremos destacar cuando ponemos el ojo en la crisis por arriba es que la misma no tiene visos de solución. La burguesía seguirá navegando entre las olas de la crisis que es, en definitiva, la crisis estructural del capitalismo a nivel mundial.

A partir de allí es necesario abordar la política represiva del actual gobierno.

El descomunal despliegue de fuerzas que se vio por estos días durante el tratamiento de la ley en el Congreso, tiene varias aristas para abordar.

Mientras dentro del parlamento la burguesía se “saca los ojos” en función de los intereses de cada sector, afuera se demostraba la decisión política de impedir manifestarse al pueblo que rechaza la ley y la política del gobierno. Evidentemente, ya no se trata de estar sobre la calle o sobre la vereda; se trata del mensaje político. Aquí las cosas han cambiado, dice la burguesía que hoy ejerce el gobierno.

A ello hay que sumarle otros hechos. En lugares como Rosario, por ejemplo, fueron detenidos un grupo de jóvenes porque estaban pintando consignas en una vereda en el marco de las manifestaciones en contra de la ley (que luego fueron liberados en medio de una importante movilización hacia las comisarías donde fueron llevados).

A ello hay que sumarle amenazas y atentados directos contra organizaciones populares en La Matanza, como en el Centro Cultural Galpón 3 y en la sede del Movimiento Chispa Popular. Más los asesinatos de referentes de un grupo de vecinos y vecinas que se organizaba para la construcción de un barrio en González Catán, ocurrido hace algunas semanas atrás.

Este clima represivo no puede ser analizado sin tener en cuenta la crisis política por arriba que mencionamos al inicio. No para subestimarlo sino para considerarlo en el marco de la lucha de clases que estamos atravesando. En efecto, las consecuencias de la política del gobierno que se irán plasmando con el correr de los meses auguran una agudización de la lucha de masas y la burguesía sabe efectivamente que el consenso no le alcanzará para gobernar. Por eso recurre a la represión, tanto institucional como la para-institucional, para ejercer la violencia de clase.

Tener en cuenta la cuestión de la crisis política nos indica que es la burguesía la que está subestimando al pueblo.

Porque una cosa es ejercer la represión mientras el proceso de lucha de clases no se expresa con masividad y virulencia por parte del movimiento de masas. Otra muy distinta es ejercerlo cuando el conflicto social crezca como hongos por aquí y por allá y se exprese masivamente. En esas circunstancias la represión agudiza el problema político, no lo soluciona.

En la nota publicada en esta página, https://prtarg.com.ar/2024/02/02/tiempos-en-la-lucha-de-clases/, decíamos que la burguesía reaccionó a la movilización obrera y popular del 24 de enero con amenazas y concreción de despidos en algunos centros productivos, como una respuesta de clase para disciplinar a su clase enemiga y así también imponer el resto de las políticas de ajuste sobre el conjunto del pueblo trabajador. Allí, no pudo ejercer la represión física. La conducta represiva de estos días, entonces, debe ser vista en ese contexto de lucha de clases. El mensaje fue el de imponer el disciplinamiento al resto de los sectores populares. Generar miedo y rechazo a la movilización y así intentar que los palos resuelvan lo que la política no puede resolver.

En este cambio que manifiesta la conducta clasista de la burguesía se expresa su decisión de avanzar con su política. Por lo tanto, se pone sobre la mesa que la autodefensa de masas se ha convertido en un cuestión política y práctica a tener en cuenta en el proceso de lucha de clases que se avecina.

Y remarcamos el carácter político de la cuestión. Porque ello determina que los enfrentamientos que se lleven adelante por parte de la clase obrera y demás sectores populares, deben tener en cuenta en qué terreno se hace más fuerte el enemigo y en cuál no; que las cuestiones básicas de la autodefensa deben ejercerse de lo pequeño a lo grande, teniendo en cuenta que no venimos de un ejercicio efectivo de los últimos años; que prepararnos para defendernos implica que no siempre ello será necesario pero sí imprescindible; que se debe procurar que el ejercicio de la autodefensa sea organizado y planificado, es decir lo menos espontáneo posible; que defendernos implica combatir el miedo y la derrota que quiere imponer el enemigo.

Y la cuestión política principal a tener en cuenta es la convicción de que la clase obrera y el pueblo seguirán alimentando el proceso de resistencia que estamos atravesando. El ejercicio de la represión por parte de la burguesía apunta, precisamente, a quebrar ese proceso por lo que el devenir del enfrentamiento clasista estará surcado por esa decisión de la clase enemiga ante el alza de la lucha por parte de la clase obrera y demás sectores populares.

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