Tiempos en la lucha de clases


Uno de los grandes problemas que se presentan al analizar la lucha de clases es considerar al proletariado como una clase homogénea. No es lo mismo la clase obrera, que se desarrolla en el seno de la actividad productiva, que el empleo estatal. Así como no es lo mismo el trabajador de salud, que el empleado de un Ministerio, porque estos distintos sectores del proletariado desempeñan labores en distintos puntos de la cadena de reproducción del capital.

Los últimos 30 años se caracterizaron por una mayor libertad de acción relativa en los llamados sectores de servicios -tanto estatales como privados- respecto a los sectores productivos. Mientras en las fábricas se vivía el más atroz de los oscurantismos, en dependencias estatales, escuelas y hospitales, la palabra asamblea no era una rareza, aunque tampoco, hay que decirlo, fuera de lo mas común del mundo.

A partir del 2020 la situación comenzó a invertirse. En el sector productivo el desgano laboral fue creciendo y produciendo enfrentamientos de nueva calidad. Todavía desorganizados, dispersos, pero enfrentamientos al fin. La búsqueda de las empresas por imponer mayores ritmos de producción cada vez empezó a toparse con una mayor resistencia obrera, ya sea individual en algunos casos, colectiva en otros. Poco a poco, van apareciendo agrupaciones y organizaciones de base que se plantean organizarse al margen de las burocracias sindicales. Y poco a poco, esa situación se va tornando, digámoslo así, “normal”.

Expresión de ello fue el paro del 24 de enero, donde miles de trabajadores se movilizaron por fuera de los grandes aparatos gremiales, identificados con la bandera de su agrupación, o simplemente agrupados como compañeros de trabajo, pero delimitados por fuera de la orquesta gremial.

La burguesía sintió el golpe de ese paro, así como viene sintiendo estos centenares de golpes silenciosos que la clase obrera le está propinando en la producción. Pero los tiempos y las formas de lucha del trabajador industrial son diferentes a la movilización abierta del trabajador estatal o de servicios al que estábamos acostumbrados hasta hace poco. Es un enfrentamiento que “no se ve”, en parte, porque la burguesía se dedica a ocultarlo, y en parte, porque las condiciones para que esos sectores del proletariado se expresen de manera abierta ante cada conflicto, todavía no están dadas. Problema de correlación de fuerzas, pero además de ello, porque no es lo mismo el paro y la movilización de las y los trabajadores productivos, que de aquellas ramas accesorias a la producción.

En este sentido, la burguesía ha tomado dos grandes líneas de trabajo para disciplinar al conjunto del proletariado. Por un lado, para el trabajador privado, e industrial en particular, la iniciativa principal fue la reforma laboral impulsada a través del DNU. Esta iniciativa, aparece parcialmente derrotada. El vehículo es el Poder Judicial, pero la verdadera causa son las dos movilizaciones que desbordaron a la CGT: la movilización a Tribunales primero, y el paro del 24 de enero después, con las características ya mencionadas. Todo esto sumado, desde ya, a la conflictividad cotidiana que se da en cada lugar de trabajo, verdadera olla de presión que llevó a la CGT y la CTA a la convocatoria de esas dos jornadas.

En el terreno del empleo estatal, y del pueblo trabajador en general, las iniciativas principales de la burguesía todavía no han sido derrotadas del todo. La reforma del Estado que plantea el DNU, en donde se habilitan los despidos de personal de planta permanente sin pago de indemnización (a cambio abonan 12 meses de sueldo, en cómodas 12 cuotas a un ritmo inflacionario brutal) o privatización de empresas con su correspondiente flexibilización laboral.

Las leyes represivas generales también apuntan a golpear centralmente a estos sectores del pueblo trabajador, al que sumamos a desocupados, asambleas barriales y ambientalistas. Es decir, es el proyecto más amplio de represión abierta el que todavía no ha sido abandonado por la burguesía. Es verdad, el protocolo no lo están pudiendo aplicar como quisieran, en esa contienda va ganando la clase, pero tampoco la burguesía ha abandonado la iniciativa, como si ha sucedido, al menos por ahora, con la reforma laboral, que de ser la pata principal del DNU, pasó a ser un punto prescindible.

De modo que, en el resultado parcial que hoy nos presenta la lucha de clases se observa una consonancia total con la caracterización del comportamiento de los distintos sectores del proletariado.

Una clase obrera que a levantado una resistencia cada vez más activa al capital -aunque todavía no plenamente conciente, ni colectiva- ha logrado derrotar, por lo menos por ahora, la reforma laboral sobrepasando a las burocracias en las dos movilizaciones que convocó; y un proletariado estatal que todavía no ha logrado colocar en agenda el punto uno del DNU, que es la habilitación al ejecutivo para despedir masivamente y sin causa trabajadores, inclusive, de planta permanente del Estado. Aquí no hay casualidades, hay clases sociales.

Pero la burguesía no es ni tonta ni perezosa, y ya está tomando cartas en el asunto. La respuesta se está dando fábrica por fábrica, con la amenaza -a veces consumada, otras veces no- de despidos disciplinadores. En Acindar (del grupo ArcelorMittal) el sindicato informó que la empresa prepara despidos. La empresa redujo la turnicidad (de 4 a 3 turnos). Hubo merma de la producción, al igual que está sucediendo en la mayor parte de las fábricas, producto de la crisis económica nacional e internacional, pero las fabulosas ganancias que amasaron estos años, la miseria de los salarios que se cobran (en esa fábrica, por ejemplo, el sueldo medio está en unos $ 450.000 con sistema de turno rotativo incluido), está muy lejos de existir una situación de reducción abrupta de la planta laboral. Se trata pues de medidas para ahorrar plata, tanto en salarios, como fundamentalmente, en disciplina laboral.

Situación similar se vive en Ternium-Siderar (Grupo Techint) donde anunciaron la posibilidad de 200 despidos.

Por su parte, en la neumatiquera Bridgestone, ubicada en Lavallol, se produjeron 50 despidos. Despidos que no apuntan contra un activismo concreto, sino mas bien el típico escopetazo general, cosa que cualquier trabajador se sienta vulnerable. Se trata de una vieja táctica para atemorizar a toda la clase.

Como decíamos mas arriba, si bien existe una merma en la producción general, dada tanto por la recesión interna como por la recesión global, el caso de Argentina tiene su particularidad: los bajísimos salarios hacen de éste un negocio inigualable para la burguesía en la región. Para que nos demos una idea, para igualar el salario en dólares de diciembre del 2016 necesitaríamos, para un operario categoría Oficial de la Rama 17 de la UOM, un aumento salarial del 657% en un solo mes, y que luego desaparezca la inflación y no haya más devaluaciones ¿A ustedes les parece que una merma en la producción no puede ser “absorbida” por la empresa? ¡Acá lo que mermó fue nuestro salario!

El verdadero objetivo de estos despidos que realiza o insinúa la burguesía es el disciplinamiento de la clase obrera. Así como el 24 de enero hubo una disputa de clase contra clase, que apenas llegó a constituir una medición de fuerzas, y terminó profundizando la crisis política del gobierno, ahora, fábrica por fábrica, se está dando este enfrentamiento. Los obreros y obreras están reclamando por sus salarios, y las empresas contestan con amenazas de despido.

Por eso, es muy importante que en cada sector de trabajo se adquiera real magnitud de lo que se está jugando con las amenazas de despidos que hay en la industria: no se trata de un problema económico de las empresas -que en todo caso, problema de los empresarios, no nuestro- sino de un ataque político contra la clase obrera; de una respuesta a la resistencia que se está ejerciendo en los puestos de trabajo; de una respuesta a la manifestación obrera del 24 de enero donde las burocracias fueron sobrepasadas.

La burguesía sabe que, si no derrota a la clase obrera, que está emergiendo como el sector más dinámico del proletariado en la lucha de clases, no podrá avanzar firmemente con el resto de las reformas que se propone: ni las impositivas, ni las de destrucción de la tierra y los bosques, etc., porque no conseguirá la centralización política que necesita para aplacar al conjunto del pueblo trabajador.

Cada obrero y cada obrera deben saber que esta iniciativa de la burguesía es una iniciativa política que busca quebrar a los trabajadores para profundizar su flexibilización laboral (la misma que no están pudiendo pasar vía DNU) así como para imponer el resto de las políticas de ajuste sobre el conjunto del pueblo trabajador. Las amenazas de despido no son solo para continuar ajustando el salario, también son para vaciar hospitales, escuelas, avanzar sobre bosques nativos y parques nacionales, libera la quema de pastizales, etc.

Y la lucha política no se resuelve ni resignando puntos de la paritaria, ni entrando en los discursos de si hay mas o menos producción, se resuelve con lucha política: a la extorción de los despidos se le responde con más organización por abajo, con más asambleas por sector, con más lucha salarial y por condiciones laborales, y con la determinación de que no podemos seguir viviendo en estas miserables condiciones.

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