Sobre el paro de La Fraternidad


Si en otros años, Maturano y compañía -del gremio La Fraternidad – acataban sin chistar la conciliación obligatoria- hoy el escenario es otro. La formalidad de otros tiempos con amenazas de paro que nunca llegaban a destino porque en unas horas un bono o porcentaje negociado por arriba descomprimía la presión, ha quedado relegada como mecanismo regulador de la paz social.

A decir verdad, hoy tampoco se resuelve nada con ello. No solo porque dados los niveles de ajustes inflacionarios no hay porcentajes que valgan sino porque aquellos mecanismos de conciliación ya no tienen el mismo margen de maniobra y quedan acotados frente a un escenario donde el hervor de la lucha de los trabajadores filtra vapores cada vez más calientes.

En este escenario, aquel calvario de conciliación de clases que ya era escaso se queda corto para las actuales demandas de ganancias del capital monopolista al amparo de su monumental crisis.

Por otro lado, está siendo corroído por una lucha de clases que se desenvuelve en un escenario persistente y difícil de esquivar, que de una u otra manera pone en tela de juicio las conductas pasadas y presentes de todas estas runflas, a medida que la situación empeora. La multitudinaria movilización del 24 de enero es expresión de ello.

Apretadas por las bases estas runflas ven como sus espacios de conciliación quedan más y más estrechos a medida que desde el gobierno se avanza con su guerra de sometimiento. Pero, como no pueden sacar los pies del plato porque en definitiva estas dirigencias también son burguesas, es que la convocatoria a un paro ferroviario sea acotada solo a La Fraternidad y que desde la Unión Ferroviaria, la lista Verde y la Bordo (es decir Sacia y Sobrero) no hagan nada más que declaraciones formales y suscriban un aumento de apenas un 16% en febrero a cuenta de un bono futuro.

Al ver peligrar la paz social que sostienen a como dé lugar, se refugian aun con persistencia en nefastas divisiones y diferenciaciones entre trabajadores vilipendiados y explotados por el mismo enemigo a todos por igual.

Precisamente estas conductas -que a lo largo de los años el reformismo, el populismo y el progresismo han sostenido al amparo de la conciliación de clases- son la que se comienzan a cuestionar desde la necesidad de la acción unitaria y la independencia politica de clase frente a las politicas de gobierno en el seno de los ferrocarriles.

El paro tiene el sostén que no tuvo en años anteriores porque surge de la presión y bronca de las bases que ven todos los mecanismos de disciplinamiento a través de la reducción de servicios, de las rebajas salariales, de las inestables condiciones de trabajo, del quiebre institucional en el propio seno de los ferrocarriles, el peso de una política que afecta decididamente la vida presente y futura.

Hay una procesión que va por dentro que duele y enfurece por todo un escenario circunscripto a una guerra abierta contra la clase obrera y el pueblo.

Esta situación que se siente en cada empresa y en cada lugar de trabajo, lejos de apechugarlos, posiciona a las y los trabajadores a responder con los medios de que disponen para enfrentar los ataques que los monopolios descargan con furia.

Si el capital monopolista más reaccionario y concentrado apela a políticas de guerra -incluso quebrantando sus propias reglas de juego que hasta aquí venia imponiendo- la clase obrera no puede menos que revolucionar las metodologías que ha venido implementando hasta ahora respecto de la lucha por sus necesidades.

La vieja corrupta y traidora institucionalidad conciliadora ya no sirve para avanzar a quebrar el plan de gobierno. Porque de eso se trata, no basta con un bono o paritarias mes a mes, eso es nada para hoy y menos para mañana. Como ya dijimos se trata de la vida no solo presente sino futura.  Se trata de hacerlos retroceder desde un movimiento político masivo de trabajadores y el pueblo.

Sobre la base de organizaciones propias y genuinas es necesario avanzar en la independencia y en la acción de clase impulsando asambleas unitarias en cada sección sin pedir permiso. Impulsar iniciativas y acciones que sostengan paros y luchas seccionales y generales sin sectarismos, ni falsas divisiones entre contratados, personal permanente, maquinistas, tercerizados, etc.

Quebrar el plan de gobierno para profundizar la lucha por una revolución socialista es el camino de la independencia política hoy.

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