Cuando el actual gobierno intenta ir por todo contra los intereses políticos y económicos de las grandes mayorías explotadas y oprimidas, la consigna de derrotar el plan de gobierno implica la más amplia unidad para golpear y corroer los mandatos de la clase dominante.
La actual democracia representativa y toda la metodología que se usa y “abusa” son una verdadera afrenta a esa bronca que se acumula en el abajo y que intenta frenar una época de anunciados cambios.
Por el contrario, las autoconvocatorias expresadas en mil formas además de atisbos importantes de democracia directa que viene desde las raíces de la sociedad se van perfilando como herramientas prácticas para que “cualquier hijo de vecino” tome en sus propias manos y con sus pares los caminos de la lucha para derrotar el plan burgués.
Si bien aún las instituciones del Estado (entre ellas los sindicatos empresariales) están y seguirán pesando en las manipulaciones contra el pueblo, también es muy cierto que el desprestigio que tienen es mayúsculo.
En los próximos días, semanas y meses la lucha de clases se tensará y en cada lugar donde nos encuentre el padecimiento, en el grado que sea, debemos ir por la defensa de los derechos políticos y económicos que nos están arrebatando, profundizando la organización autoconvocada bien por abajo.
Las asambleas se están practicando, pero aquí cabe una aclaración a lo que llamamos legítimas asambleas y aquellas que siendo asambleas representan lo viejo, lo que por abajo se rechaza.
En cada sector de trabajo los revolucionarios alentamos el debate político que apunta a dar una explicación en esos términos de la lucha de clases partiendo de la problemática local con fuerte contenido nacional. Lo mismo en barrios, centros de estudios, culturales, etc.
Alentamos la asamblea que le de poder real al pueblo trabajador sobre las acciones a tomar, pero no alentamos esas asambleas en las que aparecen “representantes”, no alentamos la delegación a individuos o pequeños grupos de “representantes”: el poder es de la asamblea y ese poder no se delega.
Pero existe aún una fuerte cultura de organizaciones políticas de la izquierda parlamentaria o de fuerzas políticas del sistema de usar las asambleas para imponer aspiraciones electorales que nada tienen que ver con las aspiraciones del pueblo sufriente. Son asambleas condenadas al fracaso porque desde sus inicios le temen a la participación activa del abajo organizado en Democracia Directa, enemiga de la Democracia Representativa en la que ellos están embretados.
En lo inmediato, derrotar el plan de gobierno debe aunar al espectro más amplio de la sociedad. El sectarismo al que lleva el parlamentarismo se lo debe combatir con más amplitud del abajo y en ello la clase obrera debe embanderar esa posición táctica.
Ganar la calle, ganar en unidad, ganar en amplitud y ganar en organización autoconvocada con asambleas de democracia directa permitirá que se vayan creando las primeras bases de poder popular.
Es aquí en donde aparece la necesidad de que la clase obrera vaya ahondando la experiencia de actuar como clase, idea que se viene experimentando embrionariamente y de hecho ya comienza a estar instalada.
Ese actuar tiene un peso específico en lo político porque conlleva la verdadera idea de la unidad, ser conscientes que ese poder de actuar como clase liquidará cualquier imposición de la clase dominante por “dividir para reinar”.
Ese camino hay que seguir recorriéndolo y no será fácil. Pero la vida -y con ello la lucha de clases- nos va imponiendo acciones que deberán apuntar a esa unidad de clase.
La derrota del plan de gobierno será irá haciendo realidad en la medida que, desde cada trinchera (o sea, desde cada sector de trabajo, de las barriadas, de los centros de estudios, etc.) vayamos por lo nuestro que es la dignidad.
En ello las y los revolucionarios hacemos el acento en la unidad de intereses de clase por sobre una serie de legítimas diferencias políticas. La fuerza de actuar como clase radica en dar pelea y rebelión al plan de gobierno y en ello se debe embretar un abanico de fuerzas, en donde la clase obrera deberá tener la iniciativa permanente.
La autoconvocatoria, la asamblea, son herramientas de organización al alcance de la mano para todo aquel que sienta que las cosas deben cambiar. Y es allí en donde el actuar como clase adquiere una dimensión distinta a todo lo experimentado hasta hoy.