Este interrogante recorre los hogares proletarios. También se manifiesta en los distintos lugares de trabajo. La situación económica y social de millones de compatriotas se agrava día tras día. Los salarios se pulverizan ante el alza imparable de los precios, sobre todo de los alimentos, la canasta escolar, los remedios, el transporte, etc.
Ello hace que hoy la preocupación principal pase por cómo afrontar la situación en cada familia. Achicar gastos, anular otros, buscar otro ingreso. Y así pasa la vida.
Es tal la magnitud del golpe que hemos recibido que, como los boxeadores al que le entra una mano que lo hace tambalear, lo que busquemos sea asimilar la pelea, recuperarnos, tomar aire y volver a respirar con un poco de tranquilidad que nos permita, sobre todo, pensar y actuar para encarar a un rival que no deja de tirar y tirar golpes a mansalva.
Valga la metáfora boxística para entender la etapa que estamos atravesando. Un gobierno que ajusta sin piedad y un pueblo que intenta acomodarse a la nueva realidad. Pero además del desconcierto, también es verdad que nuevos ejercicios de lucha se están dando a pasos acelerados y van macerando una nueva situación de nuevos enfrentamientos.
Por eso, además de la pregunta del inicio, otra manifestación de cómo es que estamos recomponiendo las fuerzas es la expresión: “Nadie salta, nadie reacciona”. Desde la impronta en la que se ha desarrollado la lucha política hasta aquí, esa mención es una espera a que “hagan algo” no sólo los demás, sino los de arriba. En efecto, todavía pesan las décadas de institucionalidad burguesa que llevamos encima y ello provoca que se mantenga esa “esperanza” institucional. Aún cuando mayoritariamente sepamos que tales instituciones están podridas hasta la médula.
No se equivoca Milei cuando dice “el Congreso es un nido de ratas”. Hace rato que es así, no está descubriendo nada. Pero él lo dice desde el sector burgués que está intentando imponer condiciones a otros sectores de su propia clase. En esa pelea de “palacio”, el pueblo es un convidado de piedra. Para que el palacio se conmueva y tiemble, hace falta que la lucha de clase lo haga conmover.
Entonces, pensar que debemos esperar a que vaya a saberse quién va a ser nuestro salvador o salvadora es seguir cayendo en la trampa del poder burgués. A ese poder de una clase debemos oponerle otro poder, el de la clase obrera y el pueblo.
Un poder que no es posible materializar si lo construimos con las reglas de juego del enemigo. Volviendo al boxeo, si queremos derrotar el plan de pelea del rival debemos tener nuestro propio plan, no caer en su juego, en sus reglas. Porque, además, los jurados y el árbitro juegan a su favor.
El poder que debemos construir no es delegable, es el que debemos ejercer en cada lugar donde nos estemos organizando, teniendo como premisa la participación masiva de las bases, ejercitar nuestra democracia (la democracia directa) y no la de ellos, elegir el terreno de lucha que nos conviene que es el del lugar donde trabajamos, estudiamos, vivimos.
Nuestro poder es el que genere miles de peleas a lo largo y ancho del país, que ataque a la producción y al comercio monopolista, que unifique en el terreno concreto las demandas económicas y políticas de la clase obrera y el pueblo.
Un infierno de luchas por abajo que ponga en evidencia la debilidad de las “fuerzas del cielo” que Milei dice comandar.
La burguesía monopolista, el gobierno nacional, los provinciales, los municipales, los sindicatos, están inmersos en una crisis política que el movimiento de masas debe profundizar llevando adelante su plan de pelea. No metiéndose en la crisis de ellos, ni esperando que de esa crisis surja solución favorable para el pueblo trabajador.
Derrotar el plan del gobierno es el objetivo. Si lo logramos mediante la construcción y la manifestación de un poder ejercido desde abajo, estaremos dando un gran paso para que el que venga se vea condicionado en las políticas que quiera aplicar, estemos en muchas mejores condiciones para obtener nuestras conquistas y sigamos avanzando en un proyecto de lucha revolucionaria para derrotar a la burguesía.