El problema de la gobernabilidad en el marco de la crisis política


El rechazo al DNU 70/2023 por parte del Senado suma una nueva demostración del nivel de crisis política que sacude a la burguesía en la Argentina.

Más allá de los aspectos reglamentarios (de si se podía haber postergado o no el tratamiento del decreto) lo que queda claro es que la clase dominante no tiene un timonel absoluto; la fragmentación de la burguesía entre sus distintas facciones tiene una base material en la aguda competencia inter monopolista que se replica en nuestro país, en el marco de la crisis capitalista mundial.

Al mismo tiempo, y con la característica propia que esa disputa adquiere en Argentina, las distintas facciones burguesas arman y desarman alianzas en el terreno político, el cual está absolutamente fragmentado tanto hacia afuera como hacia adentro de las fuerzas políticas del sistema.

Ello quedó de manifiesto con el rechazo del DNU. En la misma semana que un grupo de gobernadores intentaban sellar acuerdos con el gobierno de Milei (en función del ya maltrecho Pacto de Mayo), otros gobernadores avalaban que sus senadores votaran en contra del DNU. La novedad es que esa situación atraviesa también a la fuerza de gobierno ya que la Vicepresidenta Villarruel alentó el tratamiento del decreto y, además, reivindicó el papel del Congreso como columna de la institucionalidad burguesa.

El papel de Villarruel viene a cubrir la demanda de distintos sectores de la oligarquía financiera (incluido el FMI) respecto de otorgar legalidad y legitimidad institucional a las medidas de gobierno.

La cuestión de la gobernabilidad sigue estando en el centro de las preocupaciones de un importante sector de la burguesía. No sólo por el papel que jueguen o no sus instituciones sino, además, por los efectos contra las mismas producto de la profunda crisis económica y social que las draconianas medidas del gobierno nacional descargan sobre la población. Si hasta el mismo FMI y Domingo Cavallo han reclamado no dejar tan atrás salarios y jubilaciones.

La profunda recesión, que ya se notaba hacia finales del gobierno peronista, se ha agudizado sensiblemente desde la asunción de Milei. La receta de bajar la inflación licuando y pisando gastos y erogaciones estatales, al tiempo que se profundiza la caída del salario en el sector privado, han significado un verdadero terremoto en la economía de las familias trabajadoras.

Y aquí hay que decir que ese plan (el único plan que esboza el gobierno nacional) está  pendiendo de alfileres. Las grandes corporaciones no creen en lágrimas y siguen su carrera de precios al alza, mientras el gobierno promete que no habrá nuevas devaluaciones y, entonces, hace un llamado a las empresas para que atenúen los aumentos. Los lobos hablando de solidaridad.

Tan agarrado con alfileres está el plan que mientras el ministro Caputo niega devaluaciones futuras, se empieza a mencionar la posibilidad de un nuevo precio de dólar diferencial para las exportaciones de soja y subproductos, o el propio Milei afirma que se está detrás de un desembolso de 15.000 millones de dólares por parte del FMI y/o fondos de inversión.

En el medio del clima político que se describe (y con las advertencias que el propio Fondo realizó respecto de la falta de sustento político del plan), eso representa un acto de voluntarismo propio de quien sabe que no hay otro camino.

En este escenario lo que está claro es que las condiciones de vida seguirán deteriorándose mientras el gobierno siga ejecutando su hoja de ruta que es, ni más ni menos, bajar salarios y jubilaciones y aumentar la productividad (es decir, la explotación).

Ese es el nudo de toda su estrategia y, más allá de las disputas por arriba, la única forma de derrotar ese plan y obligar a la burguesía a retroceder es desde el enfrentamiento político desde las bases trabajadoras y el resto de los sectores afectados, no desde ninguna institución de la clase dominante.

Ese camino a construir no permite expectativa alguna en las fuerzas políticas del sistema, ni en el reformismo, ni en el populismo.

Muchos sectores afirman, con razón, que no hay referencia política desde dónde enfrentar. Esa referencia hay que impulsarla y construirla desde las bases obreras, con ejercicio de democracia directa, con organizaciones que tengan independencia política absoluta de cualquier variante burguesa o pequeño burguesa que plantee desviar la lucha por el callejón sin salida del sistema.

Cabe a las fuerzas revolucionarias, a los sectores de vanguardia que estén dispuestos a ponerse al frente de esa necesidad, desplegar toda la inteligencia y el esfuerzo para aportar a que esas referencias políticas vayan surgiendo al calor del enfrentamiento clasista en el que no se delegue el poder organizado desde las bases en ninguna de las estructuras sindicales o políticas que han sido también responsables de la situación que vivimos.

Lo que no existe no puede ser cubierto por lo viejo; se debe construir con el aporte y la participación efectivas de las bases obreras y del pueblo.

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