En los puestos de trabajo se está debatiendo todo


“Ya no hay dos días iguales”. Nos encontramos en un momento en donde la clase dominante mueve permanentemente sus fichas, unas veces lo hace para llevar adelante el plan de gobierno y otras tantas por la propia fuerza que ejerce la lucha de clases.

En los puestos de trabajo se está debatiendo todo. El despido, el despido encubierto, las suspensiones, los anuncios dramáticos contra el trabajador del sector público, etc. Y a ello se le suma el empeoramiento de las condiciones de vida.

Todo es inquietante y en ese marco la resistencia, muchas veces como se puede, está jugando un papel importante. El ánimo en muchos puestos de trabajo es similar al de las plazas del 24 de marzo.

En este marco entendemos que hay una cierta confusión que la burguesía intenta instalar.

Cuando las empresas despiden, amenazan con lograr mayor productividad con sumatorias de horas regidas por “leyes laborales” que de hecho ya están caminando, cuando los gremios empresariales, burocracias “empedernidas” traicionan el sentir y la acción de los de abajo, “en lo que son peras son manzanas” aún una parte del proletariado no asocia al gobierno a la grave crisis que vivimos a cada momento. Parecería ser que la política de la zanahoria, es decir “el sacrificio de hoy servirá para mañana” está ensuciando el camino del enfrentamiento clasista.

El gobierno aún no es asociado a la desgracia que padecemos en una porción de la población que afecta a distintos estratos sociales.

En esas circunstancias las fuerzas políticas del sistema juegan el juego electoral y la crisis política se intensifica, pero a la vez la mugre que envuelve a todo ese arco sirve para demostrar que la “casta” está más viva que nunca para acompañar desde lo “institucional” -y no tanto- a la aberración gubernamental.

En el abajo, en el proletariado, la “casta” sindical no es creíble. Es más: hay un rechazo estructural, pero al faltar aún referencias prominentes que expresen los intereses de clase, esa podrida burocracia sirve de paraguas, aunque el mismo sea caraturesco.

La táctica del Partido es quebrar el plan de gobierno y también para una importante porción de la clase que así lo ha entendido. Pero en ese batallar hay que asimilar que las referencias a las que hacíamos mención se tienen que erigir en una ola de protesta política que exprese la independencia de toda la podredumbre que por arriba está en juego.

El proletariado y el pueblo son una fuerza de masas desorganizada que está resistiendo y está deliberando el qué hacer, y hay una buena parte que sufre “la vida cotidiana” pero que no asocia aún al gobierno al dolor cotidiano.

Pero a favor de una nueva acumulación cuantitativa y cualitativa, esas fuerzas son vacilantes, no seguras, no organizadas para la institucionalización que requiere el poder burgués. No son “los tiempos de Menen”, son fuerzas que deberemos empujarlas a la lucha, a la resistencia, aunque por un tiempito vean al gremio o a la empresa y no al gobierno de Milei (según el lugar de trabajo) como causantes únicos de sus desgracias.

La táctica de ir contra el plan de gobierno requiere de una unidad por abajo de diferente cuño de lo ya perimido y agotado que nos presenta el sistema democrático representativo.

Lo nuevo que está naciendo no solo tomó brillo y color el 24 de marzo cuando aparecieron decenas y decenas de organizaciones de base, de todo tipo y orden por fuera de las instituciones tradicionales que propone la institucionalidad burguesa.

También van retumbando en las paredes de los grades establecimientos proletarios las nuevas aspiraciones de trabajadores de avanzada que –sin tener aún un proyecto revolucionario en sus manos- están jugando cartas fuertes en una dirección de acumulación política no sin grandes dificultades.

Este proceso de resistencia no cederá. Por el contrario: se tensará y será necesario profundizar esa resistencia en el plano político volcando como se pueda en esa lucha política las ideas revolucionarias que tanto preocupa al gobierno de Milei.

Se nos están abriendo puertas para insertar las ideas de cambio, no se puede esperar para que las condiciones nos permitan hacer lo que hay que hacer. Por el contrario, haciendo lo que hay que hacer ayudamos a crear cada vez más mejores condiciones para lograr los planes trazados.

La clase obrera, que ya está tomando “color de clase” no puede eludir su responsabilidad en la hora actual. La unidad por abajo “empieza por casa” en cada sector productivo o de trabajo y es desde esa fuerza que la unidad de todo lo que hemos respirado el 24 adquirirá una fuerza incontenible creando verdaderas referencias de las masas populares.

En ese camino estamos dando pasos alentadores con fuerzas políticas para dirigir el golpe contra el plan de gobierno y ello se está haciendo con consigna y acciones comunes.

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