Movilización universitaria: las calles hablaron (y lo seguirán haciendo)


Todos aquellos que estábamos ayer en la Ciudad de Buenos Aires e intentamos llegar a la Plaza de Mayo sabemos que la movilización en defensa de la Universidad y la educación pública fue impactante.

Prácticamente no se podía caminar. Encontrarse con compañeros, familiares o amigos pasó a ser una premisa imposible. No había un milímetro para moverse, no sólo en la Plaza sino en cualquiera de las calles y avenidas aledañas, desde el Bajo hasta el Congreso.

Alrededor de las 7:30 de la tarde, ya leído el documento desde el palco y cuando esa masa compacta de cientos de miles intentaba comenzar a desconcentrarse, seguían ingresando columnas que podían verse desde el Obelisco en una avenida Corrientes colmada, o por Av. de Mayo desde la 9 de julio hasta Congreso… Y ya había “terminado”. Impresionante.

Fueron horas y horas de gente movilizada y organizada, en donde no faltaron las puteadas a “los gordos” de la CGT que se hicieron presentes en la Plaza Congreso y vieron en cuerpo y alma como se les desbordaba el aparato.

Una convocatoria que superó todas las expectativas –de propios y extraños- dejando chicas cualesquiera de las previsiones.

Y fue una verdadera fiesta popular, heterogénea, transversal, que unió generaciones y “limpió” cualquier pertenencia social o partidaria, pasando por encima todo intento de ser “capitalizada” políticamente por aquellos que se mueven con su mezquina lógica electoral.

El pueblo se manifestó abiertamente y con contundente claridad en contra de cualquier retroceso en una conquista de décadas: la educación pública es un valor que nos identifica como pueblo, irrenunciable.

Y allí primaron -por sobre los ampulosos estandartes partidarios- las banderas que identificaban a todo tipo de grupo de estudiantes de diferentes niveles educativos, de sectores de trabajadores estatales y del ámbito privado, de profesionales, de lo que sea, donde los miles y miles de carteles hechos a mano sobre un cartón alzados con ambas manos nos mostraban un sentimiento nacido muy desde abajo. Era una forma de decir: acá estoy y esto es lo que tengo para decir.

Se estima que en Buenos Aires se movilizaron más de 800 mil personas, y que se superó el millón de manifestantes si se contabilizan las marchas en las principales ciudades del país. Algunos medios estiman hoy 450 mil, otros 600 mil. ¿Importan esas especulaciones, o lo que importa es lo que sentimos, lo que sintieron todos aquellos y aquellas que fueron parte de esta experiencia colectiva inolvidable que el gobierno no tiene cómo parar?

Se salió a las calles en todos lados, en Córdoba, Rosario, Comodoro, Jujuy, Mar del Plata, Santiago del Estero, Gral. Roca, Mendoza, Chaco… imposible nombrar todos los puntos del país desde donde se difundieron por las redes sociales imágenes impactantes por la envergadura de las movilizaciones.

Una jornada histórica que atravesó el país que también trascendió nuestras fronteras y llegó hasta Europa, donde un grupo de personas se movilizó hasta el consulado argentino en Barcelona para expresar su apoyo a la manifestación y su rechazo al ajuste presupuestario que lleva adelante este gobierno.

Hemos sido protagonistas de un acontecimiento que se transformó en un hito político de resistencia a las políticas de la burguesía impulsadas por el gobierno de Javier Milei, tan genuina y tan protagoniza desde las bases que no deja margen a sus habituales e impresentables descalificaciones.

También quedó en ridículo la avidez represiva que representa la ministra Patricia Bullrich, que desde temprano se pavoneaba con las filas de fuerzas y vehículos policiales exhibiéndolos amenazantes, para pronto replegarse ante los ríos de gente que comenzaban a llegar al centro de la ciudad. Se tuvieron que meter el famoso “protocolo” en dónde ya sabemos…

Esa multitud que dijo presente ayer en defensa de uno de nuestros derechos (consagrado hasta en la propia Constitución burguesa, vale agregar) lo hizo sin protagonizar ni el más mínimo incidente ni caer en la más mínima provocación. Es más, sorprendió ver en todas las avenidas la gran mayoría de comercios abiertos, y no sólo de alimentos y bebidas.

Como ya lo hemos planteado, es la masividad la que nos protege de cualquiera de esos artilugios del poder para intentar menospreciar al pueblo en las calles.

El gobierno arrancó el día mal y terminó peor.

Javier Milei publicó un tuit tras la marcha con una ilustración de un león sosteniendo una taza con la frase «lágrimas de zurdo». Junto a la foto, escribió: «Quien quiera oír (ver), que oiga (vea)», en relación a su tradicional «no la ven», pero quedó tan ajeno a lo ocurrido que si no fuera por la gravedad de la situación movería a risa.

En la mañana de hoy, el vocero Manuel Adorni no hizo referencia ni a la masividad ni a la contundencia de la manifestación. Puso el foco en la participación de dirigentes políticos y sociales que concurrieron a respaldar el reclamo (intentando con eso desprestigiar las movilizaciones), tratando también de instalar la idea de que “nadie controla los gastos de las universidades”, cosa que es una abierta mentira.

Más allá de sus reacciones impresentables, lo que queda claro es que el gobierno acusó el golpe luego de lo de ayer y que –más allá de que lo niegue en público- de ahora en más ya sabe que no puede hacer lo que quiera y que no le alcanzan los tuits o las fuerzas del cielo para llevar adelante el ajuste. Las calles hablaron y lo seguirán haciendo, ese es el mensaje que recibieron con contundencia.

Para terminar, podemos agregar que si observáramos “desde afuera” todo lo ocurrido hay algunos aspectos que nos deben mover a la reflexión, si de lo que se trata es de mirar hacia adelante, o a cómo seguimos después de esto.

Este movimiento naciente no tiene una dirección política y es expresión de muchas demandas que han coincidido en un momento y un espacio, lo que para nada puede ser motivo de subestimación o para restarle importancia. Al contrario.

Lo que decimos se expresa –por ejemplo- en la falta de consignas que unifiquen. Porque ni “la patria no se vende”, o inclusive “el que no salta votó a Milei” pudieron transformarse en lo que buscaban. Y no podrían serlo porque -de alguna manera- siguen expresando lo viejo.

Sin embargo, y aunque más de uno pueda sorprenderse, el momento totalmente unificador ocurrió cuando se cantó el himno y ganaron el cielo cientos de banderas argentina sostenidas por esos puños apretados que estaban tratando de expresar otra cosa.

Y este es el desafío que venimos planteando desde nuestro Partido desde hace un tiempo ya.

Hay que romper el cerco que nos impone la democracia representativa donde se termina delegando en unos pocos las soluciones que necesitamos muchos. Son las manos de todos las que van a encontrar una salida frente a semejante atropello.

Hay que potenciar las nuevas fuerzas que ya se están expresando (como ayer) y seguir promoviendo una organización independiente desde las bases, con la firmeza necesaria para producir un cambio de calidad que está latente en muchos centros de estudio, en muchos centros de trabajo y en los barrios, de punta a punta del país.

 

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