Como lo hemos planteado en diversas oportunidades, en distintos momentos históricos de nuestro país, diferentes facciones de la burguesía han intentado apropiarse (y en algunos casos lo han logrado momentáneamente) de conquistas muy sentidas por el movimiento de masas.
En particular (aunque no exclusivamente) esto ha ocurrido durante los gobiernos kirchneristas, de 2003 para acá, incluyendo al último encabezado por Alberto Fernández, aunque muchos y muchas ahora se hagan los distraídos.
Cuando decimos “intentaron apropiarse” nos referimos a que esas facciones burguesas se hicieran ver (hasta ampulosamente) embanderadas por el logro de esas reivindicaciones, y hasta como promotores, garantes o responsables de las mismas.
Nuestro Partido siempre ha planteado -desde una clara posición de clase- que esas conquistas no tenían nada que ver con la gobernanza de una “burguesía buena y sensible” a los problemas populares, sino que –por el contrario- eran en realidad una respuesta defensiva a situaciones de movilización y reclamo que habían calado muy hondo en el movimiento de masas. Y cuando no les quedaba otra, la aprobación de sus leyes o la creación de nuevos organismos tenían el objetivo de calmar un poco las aguas de la lucha de clases.
Hay dos noticias que por estos días han sacudido los medios periodísticos y –por supuesto- las más diversas redes sociales, que vuelven a poner sobre la mesa el debate de ese concepto que nosotros hemos sostenido durante muchísimo tiempo: la denuncia por violencia de género que cae sobre el ex presidente Alberto Fernández; y el asesinato de Susana Montoya en Córdoba (esposa de un compañero del Partido, torturado y desaparecido) donde se acusa y detiene a su hijo, activista de la agrupación de derechos Humanos HIJOS.
Ambos hechos que -de comprobarse- son verdaderamente aberrantes, están siendo utilizados en mayor o menor medida por otras facciones de la burguesía con el objetivo de pisotear, desmerecer y cuestionar tanto la lucha del movimiento de mujeres y toda la problemática de género, como la histórica y ejemplificadora lucha por los derechos humanos que se ha llevado a cabo en nuestro país desde hace más de 40 años.
Está claro que lo hacen desde una actitud oportunista y despreciable y sería innecesario detenernos en ello porque lo hacen a la vista de todo el mundo
Pero lo que sí hay que decir es que todo esto –justamente- no hace otra cosa que confirmar que las reivindicaciones que de alguna manera se hicieron efectivas no fueron una dádiva de la facción burguesa en el gobierno. Ni del kirchnerismo, ni del peronismo, ni de ningún otro “ismo”, sino la obligada respuesta desde el poder a situaciones que existían con muchísima potencia desde las bases.
La burguesía nunca otorga nada sin lucha, porque su naturaleza de clase es estar en contra de los intereses populares. Y siempre supimos que la cooptación que hicieron, tanto de las banderas de los derechos humanos como de la lucha del movimiento de mujeres, terminarían haciéndole un tremendo mal a cualquiera de estas causas. No hay ninguna sorpresa para nosotros, como quedó planteado en el artículo que también publicamos recientemente en nuestra página.
Por eso vemos hoy a diversos sectores que nunca entendieron esta situación, o que creyeron que eran cosas que nos estaban otorgando los gobiernos porque “estaban de nuestro lado”, quedar pataleando en el aire y no saber qué carajo decir frente a toda esta situación.
Quienes nos paramos con firmeza desde verdaderas concepciones de clase, revolucionarias, nunca confiaremos en que las instituciones de la burguesía estén de nuestro lado (al contrario) como nunca confiaremos en los personajes siniestros que hicieron uso y abuso de discursos “progres” o “combativos”, sustentados por el desconocimiento o la ingenuidad (en el mejor de los casos) de aquellos que creyeron ver en esos gobiernos un avance hacia vaya uno a saber dónde, cuando la realidad efectiva y concreta demostraba no tener absolutamente nada que ver con eso.
Desde nuestra trinchera, en momentos de gran confusión como este, tenemos que hacernos fuertes en los principios de siempre, y entender y volver a plantear todas las veces que haga falta, que en lo único que podemos confiar es en la lucha y en la organización absolutamente independiente de cualquier tutela de la clase burguesa.
No podemos confiar en la burguesía, no podemos esperar absolutamente nada de la burguesía, y tenemos que verdaderamente «hacer carne» que la única forma de avanzar en nuestras conquistas y nuestras reivindicaciones es desde la movilización y la lucha organizada.
Desde nuestra trinchera seguiremos combatiendo tanto las visiones que sostienen la conciliación de clases como a aquellos que -utilizando hechos tan aberrantes- buscarán desmerecer o desconocer las genuinas luchas y reivindicaciones de nuestra clase obrera y del pueblo oprimido.