La reforma laboral expresa la putrefacción capitalista


El ministro Sturzenegger, el paladin de la “desregulación del Estado” y fiel representante del capital monopolista se apresta a reglamentar la reforma laboral. O sea: las garantías políticas y jurídicas para agudizar las condiciones de explotación y la flexibilidad laboral de la clase obrera bajo el amparo de la nefasta ley de bases.

“El Estado es la fuente de todos los problemas. No creemos en el Estado como modernizador de la economía”, nos dicen. Pero… contradictoriamente, estas reformas son para «construir ciertos marcos normativos que hagan que la economía funcione mejor».

¿La economía de quién?

Lejos de constituirse en un conjunto de normativas que prescindan del Estado, esta nueva vuelta de tuerca profundiza su papel como instrumento de opresión en favor de la clase dominante. A decir verdad, el conjunto de estas políticas impulsadas por el actual gobierno no hace más que quitarle el velo al papel del Estado en función de los intereses de las facciones más desesperadas y rapaces del capital concentrado e incapaces de sortear su propia crisis.

El ataque a las conquistas laborales que representa la Ley de Bases junto a los marcos regulatorios que se buscan instrumentar, más las reformas previsionales, más las políticas fiscales, más los topes salariales, más los ajustes, y etc. no son precisamente una desregulación del Estado sino su adecuación a las necesidades de la clase dominante en un escenario de crisis sumamente aguda en un marco de anarquía más y más profunda, donde la desesperación por las ganancias y la libertad de explotación laboral convergen como el único hilo conductor de sus políticas de clase.

De allí que estos nuevos capítulos “regulatorios” «les va a permitir a los empresarios diseñar su propia reforma laboral» dice Sturzenegger, en nombre de la libertad anarcocapitalista y la crisis.

«Lo más interesante de la reforma laboral es un artículo que lleva el sistema de cese, gracias a este sistema de cese, el Gobierno no va a definir la reforma laboral, la van a definir los empresarios y será en total libertad. Les va a permitir a ustedes como empresarios diseñar su propia reforma. Van a poder diseñar la relación laboral en términos de permanencia, despidos, etcétera. Lo van a poder hacer ustedes junto a los sindicatos. Así, van a poder escindirse del capítulo indemnizatorio de la ley de contrato de trabajo para inventarlo ustedes en conjunto». Una verdadera bazofia. Si la desregulación reguladora es esta improvisación, están en el horno

El capital no puede prescindir del Estado para ejercer su dominación de clase y el ministro lo sabe. El Estado responde a la clase dominante y en particular a la facción que sea capaz de centralizar el poder político expresando en sus planes los intereses monopolistas que hegemonizan en su seno.

Pero hoy no ocurre eso, ni aquí, ni en el mundo. El grado atomización y lucha de todos contra todos se acentúa y los debilita. De allí que en su desesperación coexistan las más inverosímiles y contradictorias posiciones, las mentiras más incoherentes, con la creciente putrefacción que anida en el seno de la clase dominante.

Toda política de Estado es una política de clase aún con el grado de putrefacción y fracaso que el capitalismo expresa. No se puede -a esta altura- ocultar esta definitiva verdad. Esta todo podrido como dicen en el barrio.

Un régimen oxidado que se desgrana como el hierro a la intemperie se debilitará más aún si la clase obrera y el pueblo avanzan con independencia política y desde sus organizaciones de base contra todos sus planes.

Pues los planes de gobierno son manotazos de ahogado que buscan sostener un barco con el casco oxidado y navegando a la deriva, mientras que las necesidades de vida digna se hacen cada vez más y más demandadas.

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