Cuando después de estar 10 o 12 horas fuera de tu casa porque fuiste y volviste de laburar, llegas y capaz te pones a ver qué cocinar con lo que hay, esperando que llegue el resto de la familia.
Prendes la tele, no porque tengas mucha expectativa de lo que podés ver sino medio “de fondo” como para ver en qué andan “las noticias” que copan los canales, que en vez de información suelen ser de desinformación.
Ahí te enteras que hoy jueves, a las cuatro de la tarde, el INDEC publicó los nuevos índices de pobreza e indigencia. Cabe aclarar que ya sabes que las estadísticas oficiales siempre son manipuladas y que los mecanismos de cómo se cuentan esas cosas son de dudosa veracidad… No importa, las miras igual y ahí te enteras que el índice de pobreza llega casi al 53% (más de 25 millones de personas que viven en nuestro país), con seis millones de pobres “nuevos” en este primer semestre de 2023; y casi un 20% de indigentes.
Cabe aclarar que es “pobre” aquel que tiene un ingreso por debajo del orden de los setecientos mil mangos (pero el promedio salarial de esos “pobres” está un poco por encima de los 400 mil pesos); y que son “indigentes” aquellos que tienen un ingreso por debajo de los 360 mil pesos. Es decir que el promedio salarial de “pobres” por debajo de esos 700 mil mangos está bastante más cerca de la indigencia que de “salir de pobre”.
En esa misma tele ves a gente que está remándola como puede en los comedores que todavía sobreviven y te cuentan que las colas son cada vez más largas porque lo que hay es hambre; que como no hay descartables para servir esos guisos la gente viene con botellas de plástico cortadas al medio para tratar de llevarse la comida. Pero también escuchas que están aquellos que ni siquiera pueden conseguir esa botella de plástico cortada y cuando les llega el turno en la fila “te ponen las manos así juntas para que le pongas la comida allí”.
Entonces ahí te hierve la sangre y no hay forma que no digas: que manga de hijos de remil puta, mira a dónde nos ha llevado todo esto, a dónde nos conduce este sistema de mierda, cada vez más inhumano. No importa si votaste o no, o a quién votaste. La realidad es una sola y no se necesita que nadie te la cuente, ni que ninguna estadística te lo confirme.
La ves en las estaciones de tren o de subte cuando un montón de laburantes saltan los molinetes porque pagar el boleto es un desquicio con los salarios que se tienen; lo ves cuando te toca ir a comprar algo y hay gente que llega a la caja y empieza a dejar cosas porque no les alcanza lo que tienen para pagar; los ves cuando te enteras que cada vez son más los que piden refinanciar deudas con las empresas prestatarias porque no pueden pagar la luz; o como el precio de la garrafa es impagable hay cada vez más hogares “pobres” en donde se cocina con leña o no se cocina.
El gobierno salió a echarle la culpa a “la pesada herencia”, un cuento lo suficientemente viejo como para que convenza a alguien. Claro que el gobierno peronista que precedió a estos descerebrados aventureros también fue un desastre, qué duda cabe. El discurso progre no fue suficiente para ocultar las barbaridades que hicieron, siempre tan afables a la hora de la conciliación de clases y a favorecer los mandatos de las grandes empresas que “harían grande al país” y que “derramarían sus ganancias en favor del pueblo” en “un capitalismo más humano” al que falsamente apuestan… No ocurrió, está más que claro.
El ministro Caputo dice que si no fuera por ellos “hubiésemos llegado al 80 o al 90% de pobres”, clásica alharaca de un fiel representante de los monopolios que no sólo es totalmente incomprobable, sino que carece de sustento en cualquier análisis. Así y todo, aparecen celebrando que haya “nada más” 25 millones de personas en nuestro país que estén padeciendo la pobreza, como celebraron comiendo asado con “los 87 héroes” que avalaron el veto presidencial sobre la movilidad jubilatoria, que le sacó del bolsillo a millones de jubilados apenas 3 kilos de carne picada por mes, mientras los cagaban a palos en las movilizaciones frente al Congreso. No hay forma de calificar semejante inhumanidad.
A la misma hora que el INDEC publicaba las cifras de pobreza e indigencia, la hermana del presidente, Karina Milei, publicaba una foto muy sonriente con Susana Giménez en la Casa Rosada, con su perro que se llama Thor. Está mal en un artículo de esta página decir más de una vez hijos de remil putas.
“Soñé que cenaba” le dijo una señora mayor a una periodista que recorría la cola frente a un comedor del sur de la provincia de Buenos Aires cuando le preguntó cuál era su sueño.
Hay que entender ese profundo dolor para empezar a pensar colectivamente cómo terminar con toda esta podredumbre y permitirnos soñar con una sociedad en serio, con una vida digna donde lo que prime sea la vida y no los negocios de los mismos de siempre, en desmedro de nuestras necesidades y aspiraciones.
Ese es el desafío que tenemos las y los que todos los días todavía nos levantamos para ir a laburar y tratar de mantener a nuestras familias. No es fácil, es cierto, pero es la única que nos cabe. No esperemos más nada de los que nos gobiernan y de los que ya nos gobernaron. Son toda la misma mierda. Políticos burgueses, burócratas sindicales, institucionalidad, el Parlamento, lo “políticamente correcto”…
Tenemos que hacernos cargo como clase y como pueblo oprimido de resolver este problema.
O empezamos a encontrar una salida desde nuestros intereses o nos seguirán pasando por arriba.
No hay otra.