Las fuerzas políticas electorales que dicen “defender” los intereses del pueblo, fundamentalmente el kirchnerismo y las izquierdas “votantes”, no dejan de sorprendernos. Su existencia es cada vez menos influyente y basan toda su política en dos puntos centrales. Ganar un puesto en el parlamento, o en un sindicato, y desde allí mejorar al sistema capitalista. El otro punto destacado para poder sobrevivir está basado en la subestimación a la clase obrera y al pueblo. ¡Ganemos una banca en el parlamento porque la gente está para atrás!, nos dicen.
Estas fuerzas no son ni avanzadas ni progresistas. Son -en todo caso- un freno que necesita el sistema capitalista para oxigenarse.
La lucha autoconvocada, es decir, la experiencia que nuestro pueblo viene haciendo desde el Santiagueñazo, ha pasado por diferentes etapas y el propio pueblo fue incorporando nuevas experiencias. Y allí, las y los revolucionarios fuimos haciendo aportes y síntesis políticas de esas gestas propias de las masas explotadas y oprimidas.
La autoconvocatoria fue, es y será despreciada por las fuerzas políticas del sistema representativo, porque sienten que el negocio electoral en todas sus formas se irá debilitando. La gran mayoría del pueblo dejó de confiar en las instituciones del Estado y va consolidando una herramienta que se expresa de diversidad de formas pero no da margen a la institucionalización que ofrece la clase dominante.
La autoconvocatoria, que ha ido ganando en presencia y autoridad de peso político, está basada en la plena movilización para lograr lo perseguido, sean derechos políticos sean derechos elementales para garantizar una vida digna. Se amplía la práctica de Democracia Directa y las asambleas que se realizan allí, en donde el abajo sufre las consecuencias del sistema. (Ver en nuestros medios de propaganda la diversidad de experiencias hechas)
Esa Democracia Directa de hecho no encaja con la democracia representativa. La “representatividad” que ofrece ha dado muestras directas de representar cada vez más los intereses de las transnacionales. Las empresas ocupan puestos de privilegio allí donde se deciden las políticas del país.
La autoconvocatoria, una herramienta y metodología propia de las masas se viene ejerciendo y siempre en escalones ascendentes. Pero para ella se transforme en una alternativa eficaz de enfrentamiento, es el propio pueblo el que deberá darle el valor político aesa práctica. Es decir: la misma se realiza pero aún no se eleva esa práctica a lo revolucionario, como lo que hay que hacer en vistas al carácter de Democracia Directa y práctica asamblearia como un verdadero poder popular.
Aún esa autoconvocatoria, esa práctica que realizan las masas proletarias no se la asocia a una salida política. Aún abunda esa práctica a limitarse a la lucha por sus derechos, que no es poco, pero muy insuficiente para cambiar el rumbo como fuerza política de masas que apunte a la lucha por el poder.
Se hace esa práctica, pero no se es consciente del poder de transformación que se tiene cuando la movilización se transforma en un arma poderosa de transformaciones sociales.
La clase dominante es consciente de ello, y lo ha podido medir en su propio terreno electoral: una aplastante mayoría sigue mirando al costado del planteo electoralista en que nos quieren embretar.
Nada de esto se puede subestimar, afirmando que la consciencia de nuestro pueblo está un paso adelante de los “esclarecidos” parlamentaristas “progres”.
Se trata de avanzar en la consciencia política de lo que nuestro pueblo hace, de elevar la consciencia revolucionaria. Hay que darle valor al proceso actual del rompimiento del proletariado con la institucionalidad en lo político y en lo gremial, y en ello las verdaderas avanzadas tenemos que «poner las barbas en remojo».
Las mayorías sufrientes se preguntan ¿Qué hacer? Y en esa pregunta está la respuesta y es que si sale la avanzada sale con más razón el pueblo y viceversa. La crisis política de la clase dominante ante cada embestida que da nuestro pueblo en cada lugar en concreto -sea el de trabajo, barrio, universidad etc.- lo hace vacilar y dudar. A veces se gana y a veces se pierde, en época de resistencia no hay nada lineal, pero se trata en todo caso de elevar consciencia y organización política de lo que se está haciendo para mantenerse en el ruedo de la lucha de clases.
No hay que subestimar lo que está pasando muy abajo, en todo caso presentar batalla en los términos que ella se pueda dar a sabiendas que ese abajo está muy vivo y a la espera de respuestas políticas y practicas para golpear.
Es solo salir a la calle y sentir ese descontento estructural al sistema dominante. Es solo sentir que hay que profundizar el enfrentamiento para acumular fuerzas políticas capaces de revertir el momento actual de padecimiento. No es que “la gente” está para atrás, aunque las haya, la “gente” no quiere seguir viviendo como vive y se expresa como puede. Es a ese sentir que hay que responder y en ello las y los revolucionarios tenemos mucho que aportar.
En el ganar la calle y la unidad de acción política radica la robustez de todo el movimiento, el enfrentar el plan de gobierno (y muchas veces como se pueda) implica que las verdaderas avanzadas den los primeros pasos que vayan marcando una conducta de acción.
Dejarse llevar por la idea de que la “gente” está para atrás no es buena consejera. Sus exponentes más lamentables son parte y arte de esta ideología de la clase dominante.
En todo caso se trata de afinar la política revolucionaria que día a día estamos llevando a cabo en función de elevar la resistencia a otros planos de la lucha de clases. Bien pegados a las aspiraciones políticas y económicas que nuestra clase obrera y el pueblo reclaman.