La lucha política no se limita a las elecciones


En las últimas cuatro décadas la burguesía monopolista en Argentina ejerció como el mejor régimen de dominación, el engaño.

Durante todo ese período, machacó y machacó para limitar los márgenes de la lucha política a los procesos electorales. Y ello ha sido, y es, un inconveniente que el movimiento de masas no ha podido superar todavía.

Si bien el abstencionismo electoral crece elección tras elección en los últimos años, ello constituye, en su esencia, un rechazo y un cuestionamiento a la democracia burguesa. Una democracia que, en cuarenta años, trajo como resultados la frustración, las traiciones de las promesas electorales, una pobreza estructural en un país que cuenta con recursos naturales y humanos que son sometidos a las políticas de los monopolios que, a través de su Estado, se han apropiado de la riqueza producida durante todos estos años.

Sin embargo, para las amplias masas de la población, ese rechazo y cuestionamiento no se traduce en una síntesis que permita buscar nuevas formas de lucha política.

El agotamiento de la democracia representativa, de las instituciones corruptas y amañadas que sostienen la dominación clasista, es el piso desde donde debemos abordar las políticas necesarias que ayuden a que esa realidad avance hacia una ruptura con las formas del régimen.

Esa ruptura no vendrá de la aplicación de “fórmulas mágicas” elaboradas entre cuatro paredes, sino que surgirán de la propia experiencia que el movimiento de masas está realizando.

Efectivamente, los fenómenos de autoconvoctarias, de luchas que superan a los partidos políticos del sistema, a los sindicatos, a las llamadas organizaciones sociales, se dan en ese proceso en el cual las masas concluyen que deben luchar con herramientas que, aunque todavía no están consolidadas, constituyen las formas que permiten luchar, en una experiencia en la que lo viejo y lo nuevo están todavía mezclados, conviven, y en ocasiones, lo nuevo comienza a prevalecer sobre lo viejo.

Ahora bien, el movimiento de masas, por su propia experiencia, concluye que esas nuevas formas de organización son útiles para la lucha. Lo que no puede concluir ese movimiento es que, en ese proceso de lucha y de ruptura, se están creando las condiciones para que esas nuevas herramientas (que se deben consolidar en el tiempo), son las herramientas que nos abren la perspectiva de superar los límites de la representatividad burguesa para abarcar un concepto de lucha política que supere el marco electoralista e institucional de la burguesía.

Esas conclusiones, que no puede realizar el movimiento de masas por sí mismo, son la responsabilidad que tenemos los destacamentos revolucionarios para aportar a elevar la conciencia política del movimiento.

Esa responsabilidad, si es llevada a fondo y consecuente con una estrategia de lucha por el poder, sólo puede cumplirse si la conducta política es darles cada vez más mayor protagonismo a las masas. “Colgarse” de la autoconvocatoria para, desde allí, crear “nuevas” representaciones replica, en la práctica, la concepción de la burguesía y no ayuda en los más mínimo a que el proceso de ruptura se consolide.

Desde las experiencias de lucha autoconvocada, los y las revolucionarias debemos dar una lucha política e ideológica abierta contra las posiciones que, en esencia, ven esa experiencia desde un concepto utilitario de las masas. Usan a las mismas para, en algún momento, encaramarse como el “reemplazo” de lo viejo, condenando al movimiento a ir detrás de nuevos representantes que terminarán por impedir que la masa comprenda y avance en la necesidad de un protagonismo real que las involucre en otras formas de organización y de lucha política.

El avance de la conciencia implica que el ejercicio de la democracia directa, de la independencia política de clase, sea material, concreto. Y ello se logra solamente cuando se pone a las masas en el centro de la escena de la lucha, la organización, el debate político y el permanente escrutinio que las mismas hagan de su experiencia y de las verdaderas dirigencias que surjan del proceso en curso.

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