Hoy podemos afirmar con total seguridad y convicción que en el país, producto de la propia dinámica de la lucha de clases, existe un manifiesto cambio de situación, de reanimamiento aún mayor de la lucha de las masas, donde los acontecimientos se incrementan por todos lados de una manera más contundente que reafirman la situación revolucionaria en que hemos entrado. La tenaz lucha de nuestra clase obrera y el pueblo lo confirman día a día.
En dicho cuadro de situación todo se tensa y pone en blanco sobre negro las ideas, metodologías y políticas que circundan el arco político que rodea y se expresa en las diversas confrontaciones. Y es precisamente en la lucha donde se reafirma lo revolucionario, se desnudan las falencias a corregir y emergen, simultáneamente, nuevos factores y elementos que empujan a una mayor creatividad revolucionaria desde el sostenimiento de los principios fundamentales de la revolución; y en ellos el esencial: la plena confianza en la capacidad de las masas, partiendo que la revolución es una obra de las masas, y en ella el proyecto revolucionario que oriente y organice los pasos hacia crisis mayores del poder dominante, pero siempre partiendo que la obra cúlmine es de las masas movilizadas.
De no existir esta concepción todos los esfuerzos serán inútiles y lejos se estará de lograr los objetivos necesarios que demanda el momento histórico: la lucha que lleve a nuestro pueblo a la culminación exitosa para la liberación, entrar en una era de vida socialmente opuesta y superadora a todos los males que nos aquejan.
Es decir, los revolucionarios, desde la génesis de un proyecto de tal magnitud y las concepciones más profundas ideológicas, deben necesariamente materializarse en la política y con ello las metodologías y los conceptos de organización. Es decir, la práctica que se aplique cotidianamente no puede ser una cosa hoy que choque con el futuro que se pregona. Muy por el contrario. Lo revolucionario debe necesariamente expresar en la práctica hoy lo que se pretende en la futura sociedad.
Por supuesto que en dicho transitar se cometen errores. Nada es lineal y puro. Lo viejo convive permanentemente con lo nuevo, y así se va haciendo la experiencia. Pero ello de ninguna manera justifica ni le da cabida a prácticas donde lo preponderante sea lo viejo, ajeno y extraño a las necesidades del futuro que necesita la humanidad. Hoy atravesamos un período donde lo nuevo arrasa lo viejo, las prácticas verdaderamente revolucionarias son predominantes, avasallan lo viejo; y es precisamente en estas instancias cuando lo nuevo se reafirma cada día, y más intensamente debemos luchar por sepultar lo viejo para que prácticas viejas no lastimen ni desvíen la lucha de las masas hasta llevarlas a un callejón sin salida. Por el contrario, al partir de las concepciones revolucionarias, más rápido y exitosos se llevarán los conflictos de las masas, al tiempo que se afianza la construcción del poder dual y local.
Muchas luchas se sucedieron en los últimos meses, pero es digno de destacar un ejemplo que se impone por sobre manera en lo antes mencionado, y es la lucha de las autopartistas en Córdoba con Valeo a la cabeza, donde el triunfo estuvo dado porque esencialmente rigió la democracia directa de los trabajadores, lejos de la rosca, el aparateo o la imposición (más allá de los tibios intentos del enemigo a través de la burocracia).
Esto como resultante expresó masividad y combatividad, 19 días de huelga, toma de fábrica y movilización, amplió la unidad genuina entre empresas por abajo, y despertó la simpatía de todo el pueblo, constituyéndose en una de las principales avanzadas del nuevo movimiento obrero revolucionario que se está gestando y que subyace en toda la clase obrera argentina.
El nivel de conquistas es digno de destacar: se reincorporaron a todos los despedidos de las fábricas en conflicto, en Valeo un aumento del 8% al margen del acuerdo paritario a nivel nacional, efectivización de todos los trabajadores contratados en tiempo (de más de tres meses de antigüedad), fue despedido el gerente de Recursos Humanos, y las negociaciones fueron llevadas adelante por parte de la empresa por directivos de Valeo que viajaron desde Francia expresamente para hacerse cargo del conflicto dejando a un lado a los directivos de Valeo en Argentina.
Ahora bien, ¿qué hubiese pasado si en el conflicto de Córdoba aparecía una movilización extra fábrica con banderas partidarias y activistas que nada tienen que ver con las discusiones y el ejercicio de la democracia directa? Nadie puede afirmar algo que en este caso puntual no se dio, pero que sí sucedió en una multiplicidad de conflictos, como por ejemplo el despido de los delegados de VW en Córdoba. Pero más específicamente, y refiriéndonos a un conflicto que se estaba dando simultáneamente en Santa Fe, el de la fábrica metalúrgica de línea blanca LILIANA por despidos injustificados, donde los trabajadores salieron a la lucha con un amplio apoyo de toda la población…pero los carteles de los partidos aparecieron y con ellos el aparato partidario con la pretensión de “sostener” semejante lucha. Resultado: los trabajadores se sintieron invadidos, se desmadró la lucha y la medida terminó con una franca y clara derrota. Los obreros volvieron a trabajar.
Tenemos que ser duros y severos, y repudiar estas prácticas llevadas adelante fundamentalmente por las organizaciones trotskistas que en lo único que piensan es en ganar militantes sin importarles el costo de la lucha de las masas. Son prácticas ajenas a la revolución, aunque se disfracen de revolucionarios. Son parte del sistema, le hacen el juego a éste y abonan lo viejo constantemente por su espíritu pequeño burgués que no les permite ver que la revolución que necesitamos tiene y debe estar imbuida de valores donde las decisiones colectivas estén por sobre las individuales. Y dichas prácticas encarnan el YO, PARTIDO por sobre el NOSOTROS, LA CLASE OBRERA Y EL PUEBLO, y se olvidan, (bah‼!, si alguna vez lo tuvieron en cuenta) que la organización revolucionaria, como otras tantas herramientas de la lucha son la parte de un todo complejo que está supeditado al servicio de la revolución.
No se trata de esconder las ideas revolucionarias, por el contrario. De lo que se trata es de cómo se plasma auténticamente la práctica revolucionaria en el seno de las masas. Las herramientas y las ideas deben estar a disposición de las masas y la revolución, por eso son herramientas revolucionarias. Porque de no ser así, precisamente, son herramientas que atentan contra la obra maestra de nuestra clase obrera y el pueblo: la revolución.