Lejos han quedado las aspiraciones de la oligarquía financiera de dar respuesta a su crisis económica y política, a través del cambio en las formas que constituyen los “nuevos consensos globales”.
En efecto, nada queda del viejo orden imperialista liderado por EE.UU., donde su hegemonía política y económica se basaba en la imposición de los “consensos” a través de instituciones internacionales o regionales, como la O.N.U, la O.E.A, el FMI, o el BM y sus burocracias internacionales. Hoy, son los propios jefes de Estado los que en virtud de su “legitimidad electoral” actúan como gerentes de distintos sectores de la oligarquía financiera, sin que medie ninguna institución formal.
Los nuevos tiempos políticos nacidos de la crisis estructural del capitalismo, la multiplicidad de nuevos centros de decisión política (de mano de la globalización), ha tensado las contradicciones interimperialistas exponencialmente; y el profundo rechazo de los pueblos del mundo a las políticas de explotación y opresión (a los que los condenas la clase dominante) ha hecho de la cumbre del G-20 en Australia una patética parodia de la “unidad y solidez” burguesa.
Ni la voluptuosa “agenda” de los “filántropos” mandatarios, con “medulares temas” como el “crecimiento económico y el empleo”, “la crisis humanitaria del ébola y el cambio climático”, ni las tiernas fotos de los principales políticos abrazados a los tiernos y tímidos koalas, ha podido ocultar la profunda crisis en la que están inmersos, generando un escenario donde se enfrentan todos contra todos.
Las guerras en Ucrania y Medio Oriente y sus provocaciones de propaganda cruzadas, las disputas intermonopolicas por la “nueva conquista” de África (entre otras disputas), fue el verdadero tema que en las trastiendas se apoderó del encuentro.
Obedientes monólogos de los mandatarios (en función de distintos sectores monopolistas), demuestran que no están, por ahora, dispuestos a negociar; frases huecas que dominaron el encuentro, tratando de atizar las contradicciones y sus guerras interimperialistas.
La propaganda de su encuentro habla de “800 medidas para salvar al mundo”, que sin dudas serán, como en sus versiones anteriores, escritas en papel higiénico.
Una vez más, queda demostrando, que el capitalismo no tiene nada que ofrecer a la humanidad más que explotación, miseria, guerra y destrucción; y que el camino anticapitalista y revolucionario emprendido por los pueblos del mundo, es la única salida a la infamia burguesa.