La profundización de la crisis política es el telón de fondo de este fin de año, muy diferente a lo que la burguesía hubiese pretendido y necesita como el agua. A los cruces que se suceden como catarata en la politiquería burguesa (tanto en “la oposición” como en “el oficialismo”, con nuevas peleas y un incesante pase de factura de todo tipo), se le suma que la agudización de la lucha de clases está a la orden del día.
Cada vez se hace más evidente para los trabajadores y el pueblo que, la subordinación del aparato estatal a los intereses y negocios de los monopolios, es el cinturón que nos oprime. Las pretensiones de continuar con el ajuste y el cepo a los salarios choca frontalmente con nuestras aspiraciones a una vida digna y el enfrentamiento es inevitable, por encima de la voluntad de sus protagonistas.
La lucha de clases se tensa, y la disputa avanza en el plano esencialmente político, en tanto se decide quién ajusta a quién: los monopolios vienen por nosotros, y nosotros vamos contra ellos, contra su Estado, su gobierno, su orden institucional, y toda la mascarada de los jerarcas sindicales, y los actores reformistas y oportunistas de todo tipo, que le hacen de cola de barrilete.
Los planes monopolistas para los trabajadores se basan en un achatamiento del salario y un aumento de la productividad, mientras que para el conjunto del pueblo pretenden una restricción del consumo y un incremento de la presión impositiva.
Esta vuelta de tuerca del ajuste capitalista, aspirando a tirar sobre nuestras espaldas los costos de su crisis, abre un debate superior en cada fábrica, en cada lugar de trabajo, en cada mesa familiar, en cada encuentro, buscando respuestas al qué hacer.
El terreno ganado en las batallas locales, el grado de unidad, solidaridad y organización, precisa expandirse al plano nacional, y esa es la tarea primordial que tenemos por delante. Es aquí donde los revolucionarios tenemos que jugar un papel fundamental para aportar a resolver ese desafío.
Para pararnos frente a los planes monopolistas es necesario contar con un plan político propio, que unifique nuestras aspiraciones y fuerzas a nivel nacional. Ese plan político requiere el protagonismo colectivo y el involucramiento de todos, y para eso es clave la consolidación de un movimiento revolucionario, de un proyecto revolucionario.
Este movimiento, que encabece el enfrentamiento a la dominación monopolista, surgido desde la lucha cotidiana de los trabajadores y el pueblo, respetando el protagonismo alcanzado en cada autoconvocatoria, asentado en las organizaciones independientes forjadas en cada lucha, tiene como sustento la experiencia acumulada en años de lucha.
Si somos los trabajadores el centro de los planes monopolistas, debemos ser los trabajadores el centro de los planes populares. Debemos tomar en nuestras manos las necesidades políticas del conjunto, poniéndonos a la altura de las responsabilidades comunes.
Y para eso debemos precisar las tareas. La responsabilidad del proletariado industrial en darle forma material a ese plan político popular, se agiganta. Fogonear y dirigir el fortalecimiento de la unidad y la organización popular, avanzando sin tregua en la unidad más amplia con el conjunto de los trabajadores, con los estudiantes, vecinos, con el pueblo entero, es el camino que debemos recorrer.
No estamos en ascuas. Este camino se está transitando, aparece a la luz una nueva camada de jóvenes proletarios que se involucra directamente, que unifica los reclamos económicos y políticos logrando quebrar los planes empresarios, y a la santa alianza de gobierno-empresas-sindicatos.
Desde esas experiencias, y sobre todo del estado de ánimo y de la deliberación permanente en el seno de la clase, se consolidan las bases para la unidad política de los trabajadores, y la unidad política de todo el pueblo, que son dos vertientes que se combinan y alimentan mutuamente, y que debemos motorizar con pasos firmes y decididos.
Este fin de año ha traído importantes enseñanzas para conquistar nuestras reivindicaciones y al mismo tiempo avanzar en la unidad estratégica con los trabajadores y el pueblo, enseñanzas que aportan a una salida popular y revolucionaria a la crisis del capitalismo.
Podemos decir, que este 2015, antes de nacer, ya está marcado por el germen de la irrupción política del proletariado, poniéndose al frente de los reclamos y las aspiraciones de todo el pueblo, y consolidando una herramienta que muestre un futuro a la lucha ya emprendida contra los monopolios.