Uno de los caballos de batalla más utilizados por la burguesía, cualquiera fuera la mascarada política con la que se presenta, es el tema de «bajar los costos».
Bajar costos es el objetivo permanente a alcanzar en cada fábrica, empresa de cualquier tipo ya sea citadina o agropecuaria. Se supone así que bajando costos, todo el mundo se va a ver beneficiado. Por ello insisten con producir más y en menor tiempo, tratar de mantener bajo los salarios, comprar barato, etc.
Pues hoy, aparece la noticia profusamente difundida en los diarios y agencias internacionales, de una baja generalizada en las materias primas en el mundo. Pero lejos de ser una buena noticia, constituye un alarma generalizada en el mundo de los negocios. Caen las bolsas y los mercados internacionales se ponen en alerta máximo por la debacle que se preanuncia.
La alerta roja se enciende por la baja del 11%, en lo que va de este año, de los precios del oro, el petróleo, el gas natural, el maíz, la soja, el hierro, el cobre, entre otros, según lo denuncian los índices de Bloomberg y de Thomson Reuters CRB, dos instituciones internacionales reconocidas y respetadas por gobiernos y mercados internacionales, es decir por los representantes de la oligarquía financiera mundial.
Lo absurdo de este sistema es que el sacrificio del trabajo social que lleva a reducir el tiempo de trabajo para producir y que se expresa en la baja de costo de las materias primas y que debería, por tanto, influir en la baja de costos de todos los productos que se fabrican o comercializan con ellas, constituye una desgracia para el mundo y, en particular, para nuestro país.
Esto pone en evidencia no sólo la mentira burguesa del desarrollo sino también lo acertado de la única ciencia económica existente cual es el marxismo. El marxismo ha planteado hace más de 150 años (y durante todo ese tiempo ha quedado demostrado) que, en el sistema capitalista, cada avance operado en el «desarrollo» de la fuerza productiva, en vez de resultar un beneficio para la humanidad, constituye una desgracia para los pueblos e, incluso, para la propia burguesía que sufre, como clase, un achicamiento en sus filas por el desplazamiento que los sectores más concentrados y poderosos de esa clase realizan con los más débiles a quienes empujan a la proletarización.
Porque una disminución de precios en las materias primas no es más que el reflejo que, para producir una determinada cantidad de bienes, se emplea menos cantidad de trabajo social. Y eso, en la economía capitalista, en vez de representar un beneficio no es más que una tragedia porque, al ser los medios de producción de propiedad de un puñado de capitalistas, esto significa que se disminuyen las ganancias, debido a lo cual, los capitales tienden a concentrarse y a expulsar mano de obra (trabajadores) y a hacer quebrar a burgueses débiles frente a los monopolios, con la consecuente destrucción de medios de producción.
En definitiva, en el capitalismo, cada vuelta de rosca en el «desarrollo» de la fuerza productiva social, significa una vuelta de tuerca en la destrucción de fuerza productiva. Y esta contradicción es insalvable y no tiene salida en los marcos de este sistema.
Los mismos burgueses que todos los días nos llenan el cerebro con la cantinela de la baja de costos y la intensificación del trabajo y la productividad son los que encienden las alarmas, se espantan y gritan a los cuatro vientos que todo está en peligro porque ¡¡¡bajaron los precios!!!.
Cuando decimos que el sistema capitalista está en bancarrota y en una situación histórica de agonía y cercana muerte, nos referimos a esto que los propios burgueses están planteando. Queda así muy claramente expuesto que la necesidad de la revolución socialista que ponga fin a la propiedad privada de los medios de producción no es producto de una ocurrencia de ideas surgidas de algún ensueño o pensamiento utópico que pueda ser cuestionado por alguna otra idea que pretenda ser elevada a su mismo nivel. Por el contrario, la revolución socialista es el necesario desenlace que resolverá este nudo gordiano y absurdo del régimen capitalista haciendo que cada avance en el desarrollo de la fuerza productiva social se transforme en beneficio a disfrutar por los pueblos.
Y el camino para lograrlo y conquistar ese objetivo está planteado en la única ciencia económico-social: el marxismo leninismo. En la sociedad socialista, cada avance en la fuerza productiva social que signifique menor cantidad de trabajo para producir los diversos productos, redundará en beneficio material y espiritual para el pueblo debido a que no habrá ganancia capitalista perjudicada por la menor cantidad de trabajo invertida en la producción. Por el contrario, menor cantidad de trabajo social en la producción de bienes, significará mayor cantidad de tiempo disponible para otros aspectos de la producción espiritual y social de nuestras vidas.