A más de 40 de días de iniciado el conflicto de la línea 60, esta experiencia deja aportes políticos de todo tipo, pero fundamentalmente, marca y sintetiza un año donde las pretensiones del poder han chocado contra la avanzada de la clase trabajadora que decide a ir por lo suyo.
Puntapié inicial dado por los trabajadores aceiteros, en un conflicto donde -como en la mayoría de las ramas- se ha pretendido instalar un acuerdo salarial menor al 30%, en donde los obreros y con una medida de fuerza que consistió en 25 días de paro generalizado en varias empresasen con su federación gremial a la cabeza, logran quebrar la voluntad empresarial con un aumento de casi el 40%. Este conflicto en particular marca la cancha, los trabajadores obtienen una conquista fundamental y el poder comprueba que el escenario se les presenta muy difícil.
Mientras la puja salarial se dirime entre un techo del 27% que no pudieron instalar, y un piso que impusieron los aceiteros del 39%, otros gremios aun no acordaban o dilataban su definición, tal el caso de UTA (choferes de colectivos). Hace varios años que, al igual que la mayoría de los gremios, las negociaciones paritarias han ido en desmedro de la recomposición salarial de todos los trabajadores, demostrando que las paritarias son instrumentos funcionales a los intereses patronales y que el sindicato como entidad negociadora jugó como siempre su papel más entreguista. La acción autoconvocada de los trabajadores comenzó a empujar desde abajo para conquistar recomposiciones salariales justas y abandonar las paritarias basuras que pretendieron instalarnos.
Del poder no nos sorprende absolutamente nada y las no tan lejanas experiencias de GESTAMP y VALEO nos demostraron que son capaces de cualquier cosa, y que a cada golpe de los trabajadores no reparan en nada, con tal de no aparecer derrotados. Pero con un horizonte tormentoso para sus pretensiones de ajuste, el objetivo principal del sector empresarial es descabezar y diluir las fuerzas de los trabajadores. Es así como hoy vislumbramos movilizaciones contra los despidos diseminados por todo el país. Entre ellas, sobresalen por su conflictividad las experiencias de los TANINEROS DE PUERTO TIROL, los TRABAJADORES DE ACINDAR, los TRABAJADORES DE ALUAR, los CHOFERES DE LA LINEA 60. El contundente triunfo de esta última y reciente experiencia en particular, es a la que nos queremos referir, ya que se la puede tomar como fiel ejemplo cuando decimos que la lucha de clases son dos locomotoras circulando en un mismo riel en sentido contario, hacia un ineludible choque.
La acumulación y construcción de fuerzas propias de los compañeros de la 60 viene de larga data y ha transitado años de experiencia de lucha contra el consorcio monopólico DOTA. Estos compañeros han contagiado al resto de las empresas a seguir ese ejemplo de lucha, y no solo eso, además ha tejido lazos de unidad con otros compañeros de otras líneas e incluso otras ramas laborales, que en medio de las discusiones paritarias ya estaban peleando por la reincorporación de 3 compañeros injustamente despedidos y por el reconocimiento gremial de sus delegados. Ya nos hemos referido a la modalidad de las medidas de fuerza de estos compañeros pero bien vale la pena recordarlo: con el fin de obtener más subsidios por parte del Estado las paritarias fueron instrumentadas junto a sus actores para “extorsionar al gobierno” y justificar la catarata de fondos que el Estado desembolsa todos los meses, que son destinados mayoritariamente a enjugar las ganancias empresariales. Los paros del sector del transporte público también fueron funcionales a este fin y los medios no hicieron más que alimentar el odio hacia los choferes, aduciendo que el paro no hace más que dejar a millones de trabajadores sin transporte.
Los compañeros de la 60 invierten el sentido de esta historia con la medida del no cobro de boleto. Sólo cuatro días pudo sostener el conflicto la empresa con esta modalidad, el no cobro de boleto desarticuló todas las herramientas del empresariado para enfrentar el conflicto. Su única respuesta posible para “resolverlo” fue “abandonar el partido” con un furioso lock-out. Y fue así que transcurrida la cuarta jornada de conflicto, donde los trabajadores cumplían normalmente el servicio de todas las unidades disponibles sin cobrar boleto como legítimo derecho a huelga, los compañeros de la 60 veían como un sábado a la noche la empresa retiró a todo el personal jerárquico de todas las cabeceras, a la vez que notificaba a 48 choferes más que eran considerados despedidos. Esto, lejos de amedrentar a alguien puso al desnudo que a los únicos que no les interesa ni el problema de los choferes, ni el problema de los trabajadores que viajan todos los días en esta línea era a los empresarios. Hoy que transcurrieron más de 40 días de iniciado esta lucha, podemos decir que las complicidades también están evidenciadas, ya que tanto el gobierno, la justicia, el sindicato y la empresa, no hicieron más que cocinarse un su propia salsa y no dar señales de vida hasta recién transcurrido casi 40 días de lock-out, para abrir un piso de negociación y dictar una conciliación voluntaria. Esto, después de varios días que la jueza Cervini de Cubría ordenara la clausura de la cabecera de Constitución, donde 22 choferes quedaron literalmente detenidos dentro de la misma, ya que la orden de clausura disponía no dejar entrar ni salir a nadie, con un vallado inviolable. Los trabajadores, una vez más mostraran toda su disposición a brindar servicio llevando en tiempo record a verificar todas las unidades de esa cabecera por la misma resolución judicial, a la vez que eran inútiles las intenciones de la empresa de garantizar el servicio con 30 carneros afines al sindicato. Para la semana del 27 al 31 de julio, se resuelve en asambleas un sistemático plan de lucha.
De los cortes en la Panamericana todos fuimos prácticamente testigos presenciales, ya que los palazos y balazos de goma propinados por la Gendarmería eran transmitidos en vivo y en directo por todos los medios. Lejos de amilanarse, los choferes volvieron a ganar la autopista en otro decidido y masivo corte. Sin más remedio el ministerio de trabajo abre una mesa de negociación con sus actores directos –los trabajadores-, se ofrece un piso de negociación que otorgaba la reincorporación de 50 despedidos, 50 % de los días caídos, y otros ítems que por supuesto los delegados llevaron a asamblea. Con una reñida discusión, los compañeros deciden levantar la medida de fuerza. Esto representa un triunfo total para los trabajadores. El sector empresario también entendió lo mismo, por tal motivo cuando los delegados intentaron comunicar al ministerio de trabajo lo resuelto en la asamblea, la respuesta fue desconocer lo acordado por intransigencia de la empresa.
La definición parcial del conflicto incluye amplias concesiones a los choferes como son la incorporación de los 50 despedidos, el reconocimiento gremial y 12 días para actividades gremiales a los delegados, el 50% de los días caídos, entre otros reclamos conquistados.
En este marco son varias las cosas que quedan claras: la oleada de despidos responden a una decisión política de intentar desmembrar las legítimas organizaciones de la clase trabajadora y su legítimo derecho a huelga, desarmar y diluir la lucha de los trabajadores en contra del ajuste que ya se expresa en los acuerdos salariales impuestos –como es el caso de la UTA que como entidad sindical brilló por su ausencia en el conflicto de la 60, cocinando un acuerdo mentiroso con el sector empresario que no representa ni el 27% de aumento.
Por otro lado, queda claro que la construcción de las herramientas de unidad de los trabajadores de todo el país avanza inconteniblemente. Lejos se encuentra la “perfección” en las experiencias realizadas, pero el ejercicio de la democracia directa, el estado asambleario permanente, la colaboración y participación de las familias trabajadoras, la construcción de la unidad del movimiento obrero revolucionario, la unidad política revolucionaria, la visión política nacional, la organización y la decisión unitarias, fueron totalmente expresadas y desarrolladas en esta experiencia. Por tal motivo, no queda más que definir sin ninguna vacilación que la lucha de la 60 ha definido un glorioso triunfo de los trabajadores contra las pretensiones de ajuste de los monopolios.