Más allá de las repetidas y generalmente impresentables explicaciones y/o promesas que los políticos de la burguesía dan permanentemente de la inflación –más aún en la desenfrenada carrera electoral por ver quién se queda con el balotaje-, este tema es hoy un asunto que preocupa y mucho en todos los hogares de los trabajadores.
La constante suba de los artículos de primera necesidad que venimos padeciendo hace años, castiga con dureza el poder adquisitivo de nuestro salario, cascoteado sin descanso por alzas que perfectamente se pueden definir como brutales.
Analistas sesudos nos dan clases magistrales, explicando el “fenómeno inflacionario”, recurriendo a fórmulas algebraicas, logaritmos, y otras, que de tan complejas no se acuerda uno ni siquiera el nombre; utilizan frases retorcidas que en lugar de aclarar ensombrecen más la situación.
Unos hablan de la oferta y la demanda, que según ellos es el mecanismo natural para que el mercado regule los precios; otros hablan de la estacionalidad, que provoca que la estabilidad desaparezca, y “atacan” a los supermercados como responsables de la formación de precios, nos hablan de un montón de cosas… pero todos omiten decir que la inflación no tiene causas puramente económicas, que cada aumento es en sí mismo una decisión política empresarial, y que el mercado está dominado por empresas monopolistas que son las que fijan los precios, la calidad y cantidad de los productos y cómo se distribuirán.
Este es el verdadero asunto, ausente no casualmente cuando se habla de la inflación: el nivel de concentración de la economía y de centralización del capital.
El modo capitalista de producción, basado en la propiedad privada de los medios de producción, nos condena a la permanente anarquía, donde “la lógica” del negocio prima por sobre cualquier otro interés.
En sus manos están la producción, la distribución, las materias primas, las finanzas. Tienen no sólo el poder de la economía, sino que además, controlan la política y la vida misma, con el Estado a su servicio.
Mantener sus márgenes de ganancia (achicar la masa salarial) cueste lo que cueste es su credo, y desde él podemos esperar cualquier cosa, menos mejorar nuestras condiciones de vida. ¿Cómo explicar sino que tengamos una inflación galopante, cuando han pagado deuda como nunca en la historia a Dios y María Santísima, usando reservas en un marco de crecimiento económico “récord”?
Lo cierto es que para nosotros, para el pueblo trabajador, la inflación es una guerra silenciosa que nos vienen declarando los monopolios, con gobiernos conservadores, más o menos conservadores, progresistas o más o menos progresistas.
Ellos ganan cuando hay estabilidad del mismo modo que ganan cuando hay inflación, ellos siempre ganan por el sencillo hecho que tienen la sartén por el mango y esa sartén nos la revolean por la cabeza…
La carestía de la vida es una espada de Damocles que hoy no pende sobre nuestras cabezas, gane quien gane las elecciones. Por eso insistimos que la lucha del pueblo trabajador debe condicionar cada día más a la burguesía. La lucha por nuestros salarios es parte inseparable de la lucha política cuando ésta apunta al poder. Sólo sacándonos de encima a esta lacra de explotadores y parásitos, dejaremos de sobrevivir en permanente penuria.