Termina el año y el gobierno, de la mano de sus CEO, anuncia la implementación de una batería de aumentos de precios en servicios y bienes de consumo a partir de enero. Es decir, una vuelta de tuerca de la metida de mano en los bolsillos.
El gobierno no desconoce el carácter inflacionario de estos anuncios, será inevitable que los aumentos se generalicen a los comestibles agregándose los aumentos venideros, a los descomunales aumentos anteriores a la asunción de Macri.
De la mano de sus tecnócratas y según la lógica de sus razonamientos eso no debería ocurrir. Por ello, en pos de que la situación no generalice una escalada, salen desesperado a pretender “acordar precios” para evitar que la situación no se les vaya de las manos.
Su lógica plantea que los aumentos anteriores a la asunción de Macri se daban en el marco especulativo de un dólar entre 14 y 16 pesos. Pero una vez retirado el cepo y con la devaluación recién estrenada, el dólar “actual” está por debajo de esas cifras, los precios que superaron ese nivel tenderían a bajar y los que aún no aumentaron tenderían a estabilizarse en torno a los 13 dólares y medio.
Los aumentos se van a dar igual pero, según sus premisas, la inflación no será tan elevada. Por lo tanto los precios y salarios es decir el precio de la fuerza de trabajo que el mercado debería establecer en las discusiones paritarias no debería estar sujeto a la inflación acumulada sino a la nueva inflación de Macri y su dólar de 13 pesos y medio. Todo un teorema de las leyes de mercado adecuado al único fin de justificar el descenso del salario.
En el marco de una guerra de intereses de sus diversas facciones, en un mundo capitalista convulsionado por la anarquía que le es propia, la oligarquía financiera no puede ofrecer un mínimo de estabilidad a la economía, por el contrario cada día que pasa se confirma el tironeo de sus diversas facciones en torno a los negocios mundiales. La devaluación y la flotación del dólar de Macri sólo han hecho evidente lo que el gobierno anterior de Cristina Kirchner buscaba disimular mediante el engaño. Es imposible mantener la estabilidad económica en el capitalismo, sólo es posible asegurar los mejores negocios y sacar ventajas económicas a favor de los monopolios mediante gobiernos al servicio de unas u otras facciones del poder monopolista y buscar por estos medios políticos y especulativos asegurar la obtención de mayor plusvalía mediante la superexplotacion y el descenso del salario.
La producción mundial está atada a esas diputas globalizadas en pos del comercio y los negocios mundiales y el afán de concentrar los capitales tienen un claro sentido especulativo a expensas de la reducción salarial.
Pujan por subir el dólar, por mantenerlo y, en torno a ello, se desata una batería de medidas políticas y económicas que van desde la suba exorbitante de la producción petrolera, o bien el contrabando del mismo desde las zonas de guerra, lo cual reduce sus precios o la implementación del yuan como moneda mundial, o los aumentos de las tasas de intereses como ha impulsado el gobierno de Estados Unidos.
Este panorama mundial de franca disputa de intereses, como no podía ser de otra manera, está presente en la situación de nuestro país, en el Estado a su servicio, y en el gobierno como representante de los intereses de clase de la oligarquía. Cada viraje brusco en la economía mundial repercute en la economía local de cada país, y cada medida “local” está sujeta a un nítido interés monopolista globalizado.
Por lo tanto, afirmar que el salario puede estabilizarse en torno a semejante situación, es pretender tomar como estúpidos a los trabajadores. Los argumentos que exponen para justificar los descensos salariales son una verdadera falacia. No así los resultados de las medidas que implementan, las cuales apuntan, sin ninguna duda, a esquilmar el bolsillo de la clase obrera y el pueblo.
En este mar de medidas contradictorias donde arrecia una tormentosa crisis mundial buscan desesperadamente sostener alguna ventaja política para avanzar en sus planes de superexplotación.
Un gobierno acosado por los agrios enfrentamientos en el seno de su clase no está en condiciones de sortear ninguna crisis, aun a costa de sostener la gobernabilidad se expone a tomar medidas cada día mas reaccionarias que les juegan en contra. La generalización de la movilización política de la clase obrera y el pueblo es hoy incontenible y si la lógica de los monopolios es exacerbar su voracidad de ganancias, la de los trabajadores y el pueblo deberá ser la acción revolucionaria y la lucha por el poder; la revolución social, por ellos, es un camino inevitable.