El actual proceso de la lucha de clases en nuestro país (asentada fundamentalmente en el aspecto económico) contiene nuevos pisos políticos alcanzados por parte de la clase obrera y el pueblo. Esto ocurre a partir de la incidencia que tienen las luchas por mejores condiciones de vida y fundamentalmente por mejoras económicas, por el reparto de las riquezas que socialmente producimos los trabajadores y es apropiada individualmente por los que poseen los medios de producción. Esto condiciona las políticas públicas y el Estado se ve obligado a responder.
La lucha popular está señalando que cambios de calidad están prontos a alcanzarse.
Una muestra de ello, es la crisis que atraviesa el sistema paritario que en su momento la clase obrera le arrancó al gobierno de Kirchner en el año 2003. Había un gobierno populista que buscaba contener y llevar por vías institucionales la violenta relación entre el capital y el salario. Implementaba así períodos fijos en donde se debían iniciar las discusiones paritarias, con instituciones que regulaban las medias de fuerza de los trabajadores en dicha disputa, con techos de porcentajes predeterminados, etc. Y siempre atentos, metían mano a las Leyes de Flexibilización Laboral implementadas en los 90.
Aun así, pese al intento de legislar la lucha de clases con engaños, los sectores asalariados fuimos pergeñando iniciativas y metodologías de luchas para romper con esa institucionalidad. Y fueron despuntaron experiencias que rompieron con los topes de aumento salarial y con las flexibilizaciones que los monopolios necesitaban imponen.
Hoy, para mantener ese mecanismo endeble, desgastado y políticamente empantanado, el Estado se ve obligado (por la presión de vastos sectores) a reabrir las paritarias o a sacar el tema del bono de fin de año tres meses antes de lo previsto…
Esto no quiere decir que un bono sea satisfactorio para los trabajadores, ni mucho menos. Lo que indica es que los monopolios se vieron obligados a tomar esta decisión política. Se materializa la lucha por el bono (que desde hace años la clase obrera y en particular la gran industria fueron adoptando) como metodología. Se instala como una política pública para toda la sociedad.
Este fenómeno -cuya esencia ocultan a capa y espada- es la muestra de que la clase productora comienza a manifestarse como tal; comienza a romper el aislamiento con el resto de los sectores populares y comienza a expresarse como vanguardia, con la capacidad de convocar al resto de los sectores de la sociedad.
Así, la lucha económica empieza a tener una íntima relación con la lucha política. Por un lado, los intereses de los monopolios y sus gobiernos; y por el otro, los de la clase obrera y el pueblo. Contradictoriamente, la misma burguesía (en el proceso de concentración económica y la profundización de la disputa inter monopólica por esa concentración), hace que la lucha económica se torne cada vez más política.
En este inmejorable escenario, dotar a la clase de vanguardia de la doctrina revolucionaria que le posibilite dar los pasos necesarios hacia la transformación de la sociedad, es un problema práctico a resolver, como parte de la necesidad de las masas de encontrar una salida revolucionaria.