Mientras Macri declara que “hay que dejar atrás los convenios del siglo XX” y que hay que renovar las dirigencias sindicales, 1.784 millones de pesos transfirió el estado a las obras sociales sindicales, por las prestaciones de alto costo, administradas por esas dirigencias aludidas.
Al mismo tiempo, y negociando con los mismos impresentables, en el parlamento se está por aprobar la creación de la Agencia Nacional de Evaluación de Tecnologías de Salud (AGNET), que determinará qué medicamentos y procedimientos quirúrgicos deberán pertenecer «al conjunto de prestaciones cubiertas por el sector público y por el Programa Médico Obligatorio (PMO)». Esto significará que las obras sociales (y las prepagas) se verán exentas de prestar servicios que, por su alto costo, hoy se ven obligadas a prestar vía la acción de la justicia.
Queda claro que el gobernante de los monopolios, cuando habla de renovar a las dirigencias sindicales, no se refiere a cambiar nombres; más precisamente se trata de que las actuales dirigencias, mientras sigue negociando prebendas y negocios, se allane a ser parte y arte de la implementación de las nuevas medidas de flexibilidad laboral. Para ello son los “convenios del siglo XXI”.
Los ahora malditos convenios del siglo XX son producto de las luchas obreras de los 60 y 70, que fueron coronadas con las formidables movilizaciones de mediados de 1975. Esos convenios, producto de esa historia de lucha y de conquistas, si bien sufrieron modificaciones a partir de los 90, cuando se empezaron a implementar medidas de flexibilización laboral a los trabajadores, aun no le alcanzan a la burguesía monopolista para llevar adelante sus políticas de explotación. Imaginemos entonces, hasta dónde quieren llegar estos sátrapas cuando intentan más flexibilización de las realciones laborales.
Es así que, más allá de las peleitas y los tironeos, la santa alianza monopolios, gobierno y sindicatos cierra filas y se aprestan a emprender un nuevo ataque a los trabajadores en su conjunto.
Allí radica el desafío central del proletariado argentino en los tiempos que vienen. La burguesía monopolista, echando mano a toda su institucionalidad, está decidida y exigida a achatar la masa salarial intentando aplicar más medidas flexibilizadotas para lograr mantener su tasa de ganancia. Los trabajadores, desde el vamos, rechazarán estas intentonas. Pero debe estar claro, también desde el vamos, que no será posible lograr derrotar estos planes si se emprende esta la lucha confiando en las gerencias de los sindicatos y, mucho menos, si se concibe como una lucha meramente económica. La embestida burguesa es, esencialmente, política; su intención es mantener y ampliar sus ganancias (cuestión que siempre está en sus planes) pero atacando los derechos políticos del proletariado, conquistados, como decíamos antes, con años de luchas y movilizaciones.
Esas conquistas, precisamente, fueron logradas por haberse dado en el plano de una lucha política de toda la clase obrera como tal. Desde esa misma perspectiva debe darse la lucha actual. La misma debe estar emparentada no sólo a rechazar los planes de la burguesía sino también a constituir organizaciones propias e independientes que avancen en la construcción de una herramienta política de los trabajadores que incluya los intereses de la amplia masa de explotados y oprimidos por el sistema.
El período de luchas que se abre precisa que nuestra clase obrera profundice el proceso de organización por abajo que se viene manifestando, apuntando a generalizar una rebelión masiva y organizada contra los planes de la santa alianza, barriendo con todo lo que haya que barrer, con el objetivo mantener y lograr más conquistas al tiempo que se amasa la unida política con el resto de las masas populares.
Debemos emprender decididamente una política sindical revolucionaria que, por definición, rompe con la inservible institucionalidad burguesa para erigir las organizaciones de las masas obreras que se dispongan a encabezar la lucha de todo el pueblo oprimido contra toda la burguesía monopolista.