El proceso revolucionario en marcha, el acto revolucionario de la toma del poder y sostenimiento de la revolución solo será posible si en lo fundamental se sostiene la plena movilización del pueblo.
Reafirmación necesaria.
Cuando hablamos de pueblo estamos hablando de explotados y oprimidos por nuestro enemigo principal y fundamental: la oligarquía financiera. La clase más interesada en llevar adelante la revolución es la clase obrera, y particularmente en nuestro país, la clase obrera de la gran industria.
Imaginemos entonces el problema de unir un espectro tan grande de intereses y la complejidad de los mismos que se entrecruzan.
Sin embargo, la Argentina se caracteriza por ser un país capitalista cuyo orden industrial impera de muchísimas décadas, dotando a la sociedad de una impronta clasista. No hay un solo aspecto que no traiga en sí mismo ese orden industrial.
En la actual etapa del capitalismo, en donde los monopolios se han apoderado del Estado y de todas las instituciones, y a la vez, el grado de socialización en ciertos sectores de la producción que alcanza los niveles de varios países capitalistas más desarrollados, la clase obrera se desarrolla sobre bases materiales muy concretas para asimilar que las nuevas formas de producción, que chocan frontalmente con la apropiación que unos pocos monopolios realizan de la mercancía producida.
El interés de clase por la revolución hay que trabajarlo sobre la conciencia de la clase obrera, en donde la lucha, la movilización, y el enfrentamiento, son el principal y fundamental peldaño de esa conciencia revolucionaria de la que estamos hablando.
La actual situación.
La línea divisoria de la lucha de clases hoy está bien definida. Explotados y oprimidos somos la gran mayoría, y esa gran mayoría debe unir sus fuerzas en dirección de la revolución, que exprese los intereses contradictorios que se presentan en nuestra sociedad.
En el período que estamos transitando, el problema de la unidad debe expresar en sus rasgos fundamentales, lo que sucede en las actuales relaciones de producción y desarrollo de fuerzas productivas alcanzadas.
Es decir, el sistema capitalista en nuestro país es un freno a las fuerzas productivas provocadas por las actuales relaciones de producción, es ello lo que hay que quebrar para que las fuerzas productivas se liberaren definitivamente.
La unidad de explotados y oprimidos, con intereses contradictorios, solo se podrán ir resolviendo en la medida que se siga elevando la unidad política de todo el pueblo movilizado.
Para seguir avanzando sobre ese camino de revolución, se hace imprescindible que desde las entrañas del pueblo, es decir desde muy abajo, lo más abajo posible la unidad del pueblo, se siga materializando en cada sección de una fábrica, en cada barrio, en cada escuela, en cada aula etc. Bajo consignas unitarias y movilizadoras en el plano reivindicativo y político.
No importa aquí la bandería política de cada uno, lo que importa es la movilización y la lucha por la conquista planteada.
Es fundamentalmente desde allí, de donde se debe elevar el grado de la conciencia revolucionaria en el plano político ideológico y orgánico.
Esa unidad en este momento histórico debe apuntar en lo político a no dejar gobernar a la actual administración, que expresa el interés de clase de la oligarquía financiera y corroerle su gobernabilidad. No hay lucha chica o grande si se va por una conquista y en ella se preparan fuerzas cada vez más robustas y organizadas.
La lucha docente que se amplía a estudiantes, a la familia y a otros sectores con consignas muy sentidas que se están sosteniendo desde abajo con un ingrediente fundamental: la asamblea con democracia directa que se despliega en todas partes. Una institución que va adquiriendo peso y vuelo propio, antagónica con las instituciones del poder que delegan a sus representantes la gobernabilidad de todo el pueblo.
Esta gran movilización, expresada el día miércoles fue una nueva jornada histórica que dinamiza la lucha de clases, contagia a toda la sociedad y atraviesa a la gran mayoría del pueblo.
La unidad necesaria es la que se está gestando bien por abajo, y a la vez, comienza a materializarse con otras reivindicaciones, que contemplan distintos sectores que trascienden las instalaciones de un lugar en lucha. Se ganan nuevos cuerpos de delegados, comisiones internas, se aprieta a los sindicatos empresariales, aparecen expresiones de un nuevo sindicalismo revolucionario que empuja de distintas formas en todo el país.
Sobre la base de esa unidad material, es decir, la socialización de la producción que tiñe a toda la sociedad, la unidad política del pueblo debe acentuar su paso en provocar cada vez más debilidad política a la clase dominante y su gobierno.
Esa amplitud política es el interés de clase. Es allí en donde deberemos sostenernos para que en el seno de las masas movilizadas las metodologías de democracia directa cobren el peso necesario contra toda posición electoralista que divide y desvía permanentemente los intereses de lucha de todo el pueblo.
La unidad política desde abajo hay que entretejerla por arriba, pero quebrando la inercia de unidades establecidas por años, en donde el protagonismo de las masas quedaba a un lado.
Esas unidades, por lo general con fines electorales, han quedado muy por atrás de la experiencia hecha por nuestro pueblo. Ahora se trata de persistir como una gota de agua con una unidad política que se geste permanentemente desde la lucha y “clavando estacas” como expresaba nuestro secretario general histórico Mario Roberto Santucho, desde abajo hacia arriba, empujando esas fuerzas acumuladas, con sus experiencias, hacia la toma del poder.