El 22 de agosto de 1972 fue un día muy triste para todos los argentinos.
¡Hasta donde podía llegar la cobardía de una clase dominante con una dictadura sometida por la lucha de clases!
Ese 22 de agosto había sido una muestra, una avanzada del terrorismo de Estado.
Debajo de ese hecho, millones presionaban por libertades políticas, las calles habían sido tomadas por la movilización del pueblo.
La existencia de una expresión sindical revolucionaria encabezadas por Tosco, Atilio López, y una camada de nuevas dirigencias obreras clasistas de diversidad de organizaciones políticas revolucionarias, más la presencia de la guerrilla asestando acciones de carácter eminentemente políticos, condicionaban la gobernabilidad de una dictadura que no teniendo otra salida profundizaba su idea del Gran Acuerdo Nacional para llevar a nuestro país por un camino democrático burgués.
Ese 22 de agosto, con esa masacre a cuestas, nuestro pueblo salió a las calles, se abrieron las compuertas de par en par, la oleada revolucionaria se expresaba a pesar de la fuerte presión de la burguesía por torcer el rumbo de esa movilización cuya bandera insigne era el socialismo.
Mucho se había hecho para producir tamaña respuesta popular, mucho se había caminado desde el Cordobazo cuando irrumpió el proletariado en la escena política, años de contagio a otros sectores de la sociedad que sentían el peso de la dictadura, la asfixia política no se toleraba.
Fue un momento de nuestra historia en donde el proceso de concentración que se producía en la industria, los servicios, el comercio, la banca, se chocaban con las aspiraciones democráticas que anidaban en las clases explotadas y oprimidas. La caída de la dictadura se sentía como una necesidad, tal centralización política, tal dictadura eran envases muy chicos para albergar tanta exigencia popular.
La burguesía monopolista aceptó el reto de la “realidad” de la lucha de clases y se encaminó por el “atajo” del engaño. Los partidos tradicionales, el peronismo y el radicalismo iban a intentar dar respuesta, propia de su clase, a esas aspiraciones con imponentes movilizaciones políticas en los marcos electorales de la época. Un año de intensidad política en el pueblo dado en las calles.
Todavía había fuerzas políticas de fuste y de gran porte con las cuales contaba la clase dominante. Una burguesía que, aún andrajosa en su base material, totalmente subordinada al capital financiero, podía salir a la luz por el arrastre histórico de sus estructuras.
Pero ese 22 de agosto condicionó todo lo que iba a venir. Ese día, con esa respuesta a la masacre de Trelew, nuestro pueblo afianzó en muchas fuerzas materiales y en todos los planos una disputa independiente al poder burgués. Salían a la luz aspiraciones del 69.
Recordar a los compañeros caídos es también recordar un momento histórico en donde a pesar de toda la violencia del Estado de la burguesía contra los intereses del pueblo, éste supo responder una y otra vez a todo intento de gobernar para imponer la dictadura de los monopolios (en su forma de dictadura militar o democracia burguesa).
En esos compañeros, en esos procesos históricos reivindicamos las posiciones políticas independientes del poder burgués que se sostuvieron a pesar de tener las fuerzas políticas de la burguesía un peso sustancial en las conciencias de amplias masas, aún un amplio sector de nuestro pueblo creía en las instituciones del poder burgués.
Hoy, y habiendo pasado otra dictadura y décadas de la democracia burguesa, la vigencia de esa convicción por encontrar los caminos independientes siguen en pie. Ese ejemplo está más vivo que nunca. Los revolucionarios deberemos persistir una y otra vez para instalar el proyecto revolucionario hacia la lucha por el poder.