A diario nos vamos informando que en el mundo los procesos de concentración económica son cada vez más vertiginosos. Los mismos se dan por mecanismos violentos de fusiones, absorciones y otras formas que intentan dibujar un mundo de negocios entre “caballeros”. La centralización de capitales va en el mismo rumbo, son guerras abiertas por aplastar a la competencia y recurren a los Estados para sostener sus trincheras.
Esos procesos necesitan correspondencia política, es decir, la oligarquía financiera en el plano internacional añora los años 80 de Reagan-Tacher cúspide de los sueños actuales de una gran parte de la clase dominante.
Pero la vida muestra otra cosa, esa centralización añorada está cada vez más lejos, los Estados más poderosos del planeta exponen sus miserias y el lenguaje de la guerra parecería ser el que va en punta. Si antes era la guerra fría, hoy es la hora de la guerra del Hielo.
La guerra es en sí misma un gran negocio, pero procesos políticos como el de Cataluña, Kurdos en Irak, el pasado Brexit, las pasadas elecciones en Alemania que cuestionó el liderazgo absoluto de Merkel, los exabruptos del presidente de EEUU Donald Trump son algunos de los graves problemas para centralizar políticamente lo que la base del sistema capitalista necesitaría para no navegar en incertidumbre permanente.
Es en este marco internacional de crisis política y no otro que este gobierno trabaja arduamente para disciplinar a nuestro pueblo y va por las reformas laborales como punta de lanza de toda su estrategia.
En el proceso preliminar está actuando, no respeta sus propias leyes o en todo caso las va creando a medida que golpea, en ese ir y venir de la lucha de clases encuentra fuerte rechazo del explotado y oprimido independientemente de la bandería política que tenga.
En algunos casos pudo instalar el miedo al despido, en otros la mentira del viejo cuento de la zanahoria de que el derrame vendrá y otros que enfrentan los planes con movilización permanente, como es el caso por éstas horas de los trabajadores del Ingenio Ledesma.
La reforma laboral de Brasil y la de Francia han entrado por el parlamento y veremos como será la respuesta de esos pueblos en el mediano plazo, en Argentina no es tan fácil, la clase dominante ha optado por un camino sinuoso, más largo, sabe que las crisis política que padece no le da ventaja a la aplicación práctica de sus aspiraciones. Ese camino no le es cómodo.
El problema de la burguesía es que nuestra clase obrera y nuestro pueblo en general trasciende en aspiraciones que lo limitan a una cuestión salarial solamente. Se está viviendo muy mal y eso no se resuelve en lo económico solamente, la burguesía sabe que es el sistema de dominación que cada día aprieta más, es la causa de un malestar estructural. Aparece por abajo y con toda la fuerza el derecho político.
El desafío de los revolucionarios sigue siendo el dar respuesta política a ésta cuestión en un marco en donde la burguesía ha hecho pié en décadas que es en lo ideológico que es el de haber borrado de la faz de la tierra la idea de revolución social.
Hay disposición a la lucha, en algunos lugares más en otros menos. En peores condiciones que las actuales nuestro pueblo supo dar respuesta contundente a las ofensivas de la clase dominante, ésta no será la excepción pero ahora se trata de desembocar este torrente de bronca, de desesperanza, de dolor hacia un proceso político de revolución.
No desesperar, acumular fuerzas políticas, trabajar cada vez más abajo y en profundidad, ampliar la base de la lucha local, preparar fuerzas con ejercicios de movilización, de metodologías de democracia directa, organizar en cada lugar, unir sistemáticamente la voluntad de lucha. Elevar el plano político que quiebre la frontera economicista a la que nos han acorralado. No se trata solo del salario, se trata en definitiva de la vida que llevamos.
Si la burguesía es débil en el plano político, los revolucionarios tenemos que ahondar esa debilidad, Si nos llevan ventaja en la instalación de la imposibilidad de otro sistema, desde lo político atacar lo ideológico de esa gran mentira. La herramienta es la plena movilización de nuestro pueblo que no se limita a la calle. Es en cada sector de fábrica, en cada barrio, en cada escuela y en el camino de unidad por abajo que se está tejiendo.