El gobierno desprecia la vida humana

El desprecio a la vida humana crece y se reproduce tan o más rápido que la ganancia de los grandes capitales.

Días pasados, en ocasión del asesinato de Mariano Ferreira, la presidenta mostró cínicamente que desprecia totalmente la vida humana y que su única preocupación era el costo político que producía el hecho, pues su primer mensaje fue “que hacía tiempo que buscaban un muerto”.

De ahí en más, el eje del problema ya no fue más el crimen y el castigo a los ejecutores del mismo, sino quién quería ensuciar al gobierno. Entonces se puso en funcionamiento una operación de prensa para tratar de despegarse de la responsabilidad del asesinato y los heridos.

De paso, se echaba una cortina de humo sobre las causas de la lucha por el pase a planta de los contratados y condiciones de trabajo impuestas por las empresas tercerizadas, cuyos dueños son los propios dirigentes sindicales, la flexibilización laboral que origina esa precarización del trabajo y que el gobierno no mueve un dedo por cambiarla, todo lo contrario, trata de sostenerla en beneficio de los monopolios.

Pero el mismo desprecio a la vida humana en el país de la distribución de la riqueza al revés que gobierna Cristina Kirchner, sale a la luz con las muertes de los niños de Misiones que saca a la superficie la desnutrición y el abandono de miles de criaturas, no sólo en esa provincia sino en todo el país.

Es sistema capitalista genera estos asesinatos masivos y sordos día a día, minuto a minuto, a la vez que las ganancias de las grandes empresas se multiplican con cifras de crecimiento económico que se sostienen desde hace más de siete años.

La miseria y la pobreza más terrible son la otra cara de la moneda de las inéditas ganancias y de la obtención, por parte de las grandes empresas monopolistas, de la más grande riqueza que se tenga memoria en nuestro país.

Mientras los monopolios en el poder, no contentos con sus ganancias multimillonarias,  disputan los recursos que recauda el Estado para subsidios que superan la cantidad de $ 30.000.000.000 (treinta mil millones), sólo en Misiones hay más de 6.000 niños desnutridos con riesgo de vida y su cínico gobernador Closs reconoce que muchas de esas criaturas van a morir indefectiblemente como si él no pudiera hacer nada al respecto. Como si la muerte por desnutrición fuera una peste a la cual es imposible combatir ¡en un país que produce alimentos para 300 millones de habitantes! Y estas cifras, tanto de los niños en riesgo de vida como la de los miles de millones que el Estado les regala a los monopolios, son las que el gobierno reconoce. Imaginemos cuáles serán las verdaderas que nos ocultan descaradamente.

El desprecio a la vida humana crece y se reproduce tan o más rápido que la ganancia de los grandes capitales y es una característica que anida en la burguesía monopolista.

Por eso, nuestro camino como pueblo no puede ser otro que la confianza en nuestras propias luchas, nuestra unidad, las conquistas que vamos logrando y los retrocesos que les vamos propinando a esa despreciable oligarquía financiera dueña del poder en nuestro país, la cual ya no puede ocultar su despreciable rostro repugnante, aunque se ponga la careta de bella dama.

Cada paso que damos no sólo significa la conquista de mejores condiciones de vida en nuestro camino hacia la libertad sino también la profundización de la crisis política que tiene la burguesía y su gobierno de turno, el ahondamiento de sus contradicciones y peleas entre sí y, por sobre todas las cosas, la reivindicación de la vida sobre la muerte.

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