La muerte de Néstor Kirchner sacude el escenario institucional de nuestro país, sumando un nuevo hecho que profundiza la crisis política de la burguesía, que ni es nueva ni se desata por este acontecimiento, pero que se ahonda como señalamos en el artículo que publicáramos ayer en nuestra página. Hecho que se manifiesta además en el profundo desconcierto que invade al gobierno de los monopolios y a su escasa o nula capacidad de respuesta política frente a los últimos acontecimientos.
Pasa de todo en la superestructura: a las voces que sostienen a rajatabla que lo que hay que preservar es la institucionalidad, como el bien más preciado de esta democracia más allá de las diferencias -todo muy políticamente correcto, por supuesto-, se le suman aquellos que con más o menos timidez ya se posicionan en las gateras y empiezan a correr hacia delante.
Es que los negocios no se detienen en este Capitalismo Monopolista de Estado, siguen su marcha y para ellos no hay luto que valga. Vale la pena mencionar –por ejemplo- que mientras ayer el país estuvo virtualmente paralizado por el Censo, sin un comercio abierto durante todo el día bajo amenazas de recibir severas multas si abrían sus puertas, la gran industria produjo con total normalidad y los obreros concurrieron a la gran mayoría de las fábricas como cualquier día normal de trabajo.
Justamente, más allá de las disputas y los intereses en pugna, la velocidad en el crecimiento de la actividad económica es un punto de consenso entre todos los actores: la variación del Producto Bruto Interno (PBI) correspondiente al 2010 estará entre un 8% y un 10%, según los datos que emanan de diferentes análisis de la propia burguesía.
La recuperación de la industria, nos dicen, es un boom: el uso promedio de la capacidad instalada está por encima del 80% y hay sectores que están por encima del pico de producción alcanzado en el 2008, previo a la crisis internacional, entre ellos: automóviles, cemento y metalmecánica.
La producción industrial es la protagonista de este buen momento económico para los monopolios. La rama automotriz el mes pasado tuvo un alza anual del 49%, seguido por la siderurgia con el 27%. Las textiles y los productores de minerales no metálicos rondaron una suba del 10%. Insumos químicos y plásticos; papel y celulosa y petróleo procesado registraron una mejora acumulada cercana al 7%, mientras que alimentos, bebidas y cigarrillos estuvieron cerca del 4%.
El escenario fabril está marcado por varios factores, entre los que se destaca que se maximiza el uso de la capacidad instalada, por la suba de costos internos en dólares.
Es notable cómo diversas declaraciones de los capos de los monopolios dejan al desnudo los verdaderos puntales en los que se apoya todo este crecimiento, y en esto no hay tu tía: los recursos del Estado se consideran capitales para beneficios de empresas monopolistas (léase subsidios de todo tipo a las grandes empresas, no sólo en servicios e infraestructura sino también para pagos de salarios), ya que “los desembolsos propios se harán si la demanda local o internacional así lo justifican”.
Por otro lado, la pata que complementa este plan, es continuar exprimiendo al máximo la capacidad instalada elevando la productividad por medio de más horas trabajadas e intensificación de la productividad, postergando así una mayor contratación de personal. Es decir, exigiendo al mango a los trabajadores ocupados, con cada vez más horas trabajadas y con la presión de una mayor producción.
Es evidente que la receta que manejan los monopolios es mayor explotación y salarios cada vez más ajustados, la única fórmula que cierra para llevar adelante sus planes y para cerrar los negocios que ya tienen abrochados.
El gran problema que tienen (y base fundamental de la crisis política que vive la burguesía) es que, por abajo, lejos de encontrar a una clase trabajadora dispuesta a someterse a sus mandatos y presiones, encuentran una mayor predisposición a la lucha y al enfrentamiento, así como a la organización independiente de su tutela; lo que hace tambalear sus planes y fortalece el andar de un proyecto revolucionario que los cuestiona desde los intereses de clase y desde las más básicas necesidades de nuestro pueblo.