Comienza un nuevo año. El orden simbólico establecido por la utilización del calendario invita a realizar un balance del año transcurrido, a evaluar los resultados arrojados por los acontecimientos políticos, económicos y sociales en nuestro país y a pensar también en las perspectivas para el nuevo ciclo que se inicia. Comencemos remarcando un dato evidente: la burguesía atraviesa una severa crisis política, que se hizo evidente durante todo el 2017 si tomamos como referencia inmediata la agudización de la lucha de clases. Nos encontramos frente a una crisis de representatividad, un gobierno debilitado, con referentes políticos del régimen democrático-burgués absolutamente desprestigiados. Todo esto es el resultado de las profundas disputas intestinas que libran las diferentes facciones de la burguesía en sus disputas por el poder, y fundamentalmente la consecuencia del enorme avance, tanto en calidad como en cantidad, de la lucha y la organización de las masas populares y de la clase obrera que, desde abajo, en los centros fabriles, en los barrios, en las escuelas, resiste y se organiza para librar el combate que pone contra las cuerdas a una clase dominante desesperada y desbordada por la lucha de clases. Esto se refleja en todos los órdenes: el gobierno de los monopolios pretende avanzar con los planes dictados por los centros económicos del poder. De este modo, ha forzado a los gobernadores y al Congreso (decimos forzado en virtud del análisis que se desprende de las guerras internas de la clase burguesa, pero en términos generales queda bien en claro que son cómplices del despojo) a votar leyes anti populares y anti obreras, cuyo ejemplo saliente lo constituye la ley de reforma previsional, una vergüenza parlamentaria con pocos antecedentes en la historia argentina. Nos hemos referido a este acontecimiento en recientes notas: ha sido enorme la lucha vivenciada en las calles, la resistencia del pueblo argentino que se movilizó de manera masiva y espontánea, organizándose desde los mismos lugares de trabajo y desde los barrios. La ley se terminó aprobando, pero la derrota política del gobierno fue contundente. Pero como dijimos, el resultado de la lucha de clases no solo se refleja en los golpes que reciben las esferas del poder político visible, es decir, gobierno y parlamento burgués. También el embate lo ha recibido la cúpula burocrático-sindical, representada por el triunvirato que conduce a la CGT, pero que incluye también a muchos otros sindicalistas corruptos y estafadores, traidores de los intereses del pueblo trabajador. Ha quedado en evidencia que la burocracia sindical fue desbordada por el empuje de la clase trabajadora desde las bases. Los cómplices del gobierno de la burguesía, puestos entre la espada y la pared por la lucha de clases, ensayaron tímidas reacciones para salvar la ropa, como el ridículo paro de 12 horas decretado luego de la aprobación de la ley de reforma previsional, y que ni siquiera contó con el apoyo del sector de los transportes nucleados en la UTA. Ellos, los burócratas del sindicalismo, son también los grandes derrotados de esos acontecimientos. Y en este contexto no podemos dejar de referirnos al lastimoso papel de los adalides de la democracia representativa: los políticos del régimen burgués, con sus lastimosas justificaciones, traiciones recíprocas, ubicándose de espaldas a los intereses de aquellos a los que, supuestamente, representan. Votaron a favor de leyes vergonzosas, respondiendo a los designios de las componendas gubernamentales y partidarias, y demostraron una vez más que los partidos políticos tradicionales se enfrentan para las cámaras de televisión, pero a la hora de las grandes decisiones, se alinean en defensa de los intereses de la burguesía explotadora.
No podemos cerrar esta nota sin hacer mención de lo esencial: todo el año 2017 mostró, en virtud de lo señalado, una agudización de la lucha de clases, con la irrupción, aunque todavía insuficiente, del proletariado industrial y un crecimiento de la organización de los trabajadores, y el pueblo, que no están dispuestos a retroceder ni un metro frente al atropello de la clase dominante.
Clase contra clase, así se va delineando el enfrentamiento, y en la medida que se va desarrollando, nos presenta nuevos desafíos, nuevos debates al interior de nuestras organizaciones, en nuestros lugares de trabajo, en nuestros barrios. Hemos dado grandes pasos y ahora desde los nuevos escalones alcanzados, con cientos de organizaciones de base, en esencia antiburocráticas, paramos la pelota y nos preguntamos ¿qué tenemos que construir para estar a la altura de lo que se viene? porque intuimos que la situación cambió, ya no estamos en el mismo lugar, ni nosotros ni ellos. Tenemos el desafío de planificar los próximos pasos de organización y movilización de acuerdo a las nuevas necesidades. Grandes luchas se avecinan, nuestros derechos políticos están en el centro de la voracidad del capital. Por eso nosotros tenemos que organizar las fuerzas, nuestro objetivo central está en construir poder, poder local, poder real; es decir planificar nuestra llegada a los trabajadores que tenemos cerca, a las escuelas y vecinos de los barrios que rodean los centros de trabajo. Para ganar estas batallas tendremos que hacernos fuertes fundamentalmente a nivel local. Desarrollar el enfrentamiento donde nosotros somos fuertes, donde los recursos están a nuestro favor. Tenemos mucho para construir, fortaleciendo los lazos de unidad, forzando la ruptura con la mezquindad y el electoralismo, modalidad vieja que ya no suma, sino que es un retroceso. Proponiendo iniciativas que conlleven amplitud y la profundización en el desarrollo de la democracia directa. Ejercitando en la práctica la toma de decisiones, basada en la confianza en nuestros compañeros y compañeras.
Sabernos una clase, luchar como una clase, nos acerca de un modo irremediable a la salida que necesitamos. Tomemos definitivamente las riendas de nuestro destino.
¡¡Viva la lucha del pueblo trabajador!!
¡¡Por la Revolución Socialista!!