Termina el 2018, año de numerosas luchas y variadas movilizaciones. Año donde la lucha de clases, lejos de atemperarse, avanza por nuevos carriles de enfrentamiento, que está en abierta contradicción con la institucionalidad burguesa.
Luchas que han puesto un freno político a la reforma laboral por vía parlamentaria pero que termina con una reducción salarial de más del 50% y una grave situación social y laboral. Más allá de algunas luchas como las de aceiteros –donde el capital se ha visto obligada a retroceder- marcando un rumbo frente a los techos salariales que pretende imponer la burguesía monopolista para el 2019 (23%), el cuadro de reformas y el achatamiento salarial es el marco general de sus políticas y el horizonte de sus planes de superexplotación y saqueos.
Aun a expensas del marcado deterioro de las condiciones de vida y del generalizado rechazo de nuestro pueblo a esta situación, y frente a lo que todo ello significa para su dominación, para su institucionalidad y la paz social en el seno de la producción y los servicios públicos, la burguesía monopolista no escatima en intentos de viabilizar el crecimiento de sus ganancias sobre la base de las ya descargadas devaluaciones y ajustes que pesan en los hombros de la clase obrera y los trabajadores.
Apoyada en convenios reaccionarios y mecanismos de flexibilización, buscando generalizar de condiciones de trabajo como por ejemplo las aplicadas en Vaca Muerta o en otras industrias con el apoyo de las dirigencias sindicales traidoras a su servicio, busca instaurar con renovada insistencia la reforma laboral. Esta vez por fuera de las propias instituciones parlamentarias -donde ha fracasado- argumentando sin ninguna base de credibilidad que dichas políticas son la panacea del desarrollo del país. Porque según Funes de Rioja «(La reforma) no es para la explotación. La explotación es el trabajo en negro y los migrantes clandestinos».
La desesperación por la estructura de costos, que en términos reales es la reducción salarial, es el único aspecto de real de la reforma laboral. Ni las condiciones de trabajo, ni las condiciones laborales y la seguridad de los propios trabajadores representan una preocupación para el capital monopolista. Por el contrario, cuanto mayor es la explotación mas se exacerba el desprecio por la vida de los trabajadores independientemente si son migrantes o no.
Tironeada por la puja de intereses intermonopolicos y por hacerse de las mayores ganancias en corto tiempo, importantes facciones del capital monopolista en la desesperación de verse envueltos en la propia crisis estructural que los atenaza y no les deja margen de maniobra para sus negocios, subestiman el escenario de lucha de clases que se les antepone. Buscan trasladar el escenario de aplicación de estas medidas reaccionarias en el mismo seno de las empresas y con las mismas dirigencias traidoras que a esta altura ya no tienen ningún apoyo en el mismo seno de la fabricas y empresas. Con ello no hacen más que abrir un horizonte que atenta contra la propia productividad que demandan y contra la propia paz social con la que sueñan.
No solo promueven un escenario más agudo de enfrentamientos sino, que agudizan su cuadro de inestabilidad política a niveles preocupantes para sus propios intereses como clase.
El crecimiento del riesgo país que fue dado a conocer desde los grandes fondos de inversión este fin de semana, que sitúan por arriba de los 800 puntos el grado de conflictividad política con que termina el 2018, lejos de subestimar el panorama advierten y habla a las claras de cuál es el escenario donde están cabalgando y en el que intentan cabalgar los grandes negocios de capital monopolista. Dice sin tapujos los condicionamientos a los que debe enfrentarse en este escenario de lucha de clases que, aunque parezca silencioso y poco explosivo, no permite a los grandes inversores tener la confianza para arriesgar nada porque la superestructura no ofrece ninguna garantía de estabilidad. Expresa en parte -aun a pesar del conjunto de sus políticas reaccionarias- por donde pasa su debilidad política, nos habla de que el nivel de conflictos abiertos y los renovados intentos de profundizar la superexplotación con que termina el 2018 es el preámbulo de convulsiones mayores para el 2019. Las voces del capital monopolista, que reclaman una correlación de fuerzas en función de la aplicación de la reforma laboral, están pues supeditados a que la misma está basada en la adhesión de la clase obrera y los trabajadores a estas humillantes condiciones laborales y salariales. “Nuestra estructura de costos solo puede revertirse alterando el modelo de relaciones laborales, modificando la relación de fuerzas que imponen hoy muchos gremios”, dice Julián de Diego. En Vaca Muerta y en las automotrices los gremios han jugado y juegan muy a favor de la correlación en función de la reforma que reclama este señor, pero, no lo dice. Solo quiere este tipo de sindicatos que viabilicen los negocios del capital monopolista a costa de salarios aún más bajos y de condiciones de trabajo inhumanas.
Sin embargo, dicha correlación de fuerzas para enfrentar estas embestidas, debe constituirse en pos de los propios intereses de la clase obrera, con su independencia política y al margen de todas las maniobras de engaño que pretenderán implementar en las fábricas de la mano de la corruptela sindical y traidora a los propios trabajadores. La conformación de organizaciones de base y la propia iniciativa asamblearia, unificando como un solo puño, no solo el rechazo a estas condiciones sino imponiendo las suyas propias desde lo salarial hasta lo laboral, darán pie a que dicha correlación sea en los hechos una expresión real de un sindicalismo revolucionario hecho a la medida de las necesidades de los propios trabajadores permitirá avanzar de estas iniciativas en un movimiento de luchas obreras masivo y unitario que sea el pie para transformar la lucha sectorial en lucha abierta de toda la clase. Es decir, de las luchas obreras en sí, en luchas nacionales para sí, desde un sindicalismo a secas y administrativo dominado por la burocracia al servicio de la explotación burguesa a un movimiento independiente de la clase obrera y el pueblo, un verdadero sindicalismo de las bases, un movimiento sindical revolucionario con el horizonte puesto en barrer todo este régimen de explotación y barbarie que es el capitalismo.