La movilización docente hacia Rawson tuvo un alto costo. Dos maestras (Jorgelina Ruíz Díaz y María Cristina Aguilar) fallecieron tras accidentarse en la ruta a la vuelta de la protesta.
Profundo dolor, indignación. ¡Mucha bronca acumulada!
El problema económico que la plata no alcanza ni siquiera para llegar al piso de una vida digna no se da en un marco aislado de la problemática social. Van de la mano y en ambas subyace dolor, angustia, incertidumbre.
No hay un solo problema a enfrentar por parte de nuestro pueblo, cuando la crisis del sistema es de tal magnitud, los mismos se multiplican.
Pero hoy hay dos maestras fallecidas y este es otro dolor, no es uno más.
El contexto lo hace más crudo, dos maestras que van por sus derechos pierden la vida.
No ha existido una violencia explícita por parte del Estado, ha existido una peor violencia, la silenciosa, la de todos los días, la que se siente cuando no se puede comprar un medicamento, cuando un niño no accede al alimento, cuando la condición de trabajo es infrahumana, una violencia sistemática de un Estado que la ha institucionalizado, no solo con fuerzas represivas como lo hará a partir de ayer gendarmería en Vaca Muerta para proteger los intereses de los poderosos, violencia de un sistema agresivo en el más amplio de los sentidos.
La ministra Bullrich hace pocos días, tuvo la osadía de denunciar que “ciertos” sectores están buscando que haya muertos. Pero la clase dominante a quien representa lo ha dicho con un sentido estrecho de la palabra. Ha querido politizar y partidizar para estrechar el sentido de la muerte.
Dos maestras fallecidas en estas condiciones económicas y sociales angustiantes, “señora” Bullrich es algo más que “política” partidista. Usted y su clase son abominables, son mentes criminales. Son violentos porque así lo exige su sistema capitalista.
Con este dolor a cuestas no se juega, no se partidiza. Dos maestras fallecidas que fueron por sus derechos políticos son parte también de esa rebeldía que viene de las entrañas de un pueblo sufriente, y que lo expresa de una y mil maneras.
El Estado, sus instituciones, sus gobernantes son esencialmente violentos en el sentido más amplio de la palabra y éstas son las consecuencias. Dos maestras que perdieron su vida porque el sistema castiga, exprime, no tolera la respuesta por ganar la dignidad.
A esa violencia más amplia del Estado se la deberá enfrentar con más movilización por derechos políticos, más robustez, más organización en todos los planos con su esencia autoconvocada.