A lo largo de las últimas semanas, las noticias del mundo tienen un denominador común: la lucha de los pueblos por su dignidad.
El levantamiento insurreccional del pueblo ecuatoriano contra el paquetazo y el posterior retroceso que impuso al gobierno oligárquico de Moreno se da en un contexto donde el hartazgo de las masas a todas las políticas del capital global y sus consecuencias marcan el escenario de una lucha de clases, que no solo no se detiene, sino que avanza en niveles de enfrentamientos más agudos.
En estos momentos, masivos enfrentamientos y movilizaciones en Haití dan continuidad a una tenaz lucha de años frente a las sufrientes consecuencias que acarrean las políticas imperialistas y sus representantes en el gobierno.
En Chile, multitudinarias protestas estudiantiles seguidas de masivos cacerolazos y el impulso a paros obreros frente a los tarifazos y la represión desatada contra las protestas, hacen ver un rechazo generalizado a las políticas de Piñera y su gobierno.
La huelga de más de un mes que los obreros de General Motors sostienen por conquistas salariales, eliminación de contratos flexibilizados, por condiciones de seguridad laboral, por condiciones de salud, además de otras condiciones laborales, trascienden las propias fronteras de EE.UU. y se internacionalizan por el apoyo de los obreros automotrices mexicanos ligados a esa industria.
Masivas movilizaciones en Irak desde el 5 de octubre contra el desempleo, la falta de servicios esenciales como luz en amplios sectores de la población y sus precios excesivos, contra las políticas de saqueo, la corrupción y la inconsistencia de un gobierno que no da respuestas se han extendido, copando durante semanas las calles y rutas de todo el país. Los más de 100 muertos y los miles de heridos y encarcelados no fueron un freno para semejante acción del pueblo iraquí, por el contrario, las luchas siguen.
El propio escenario de huelga general seguido de enfrentamientos en Cataluña y Barcelona frente a las condiciones de sometimiento político-económico del capital, que intenta por todos los medios frenar la inevitable lucha por la independencia tan aclamada por su pueblo, no solo no sucumbe sino que se agrava.
El propio movimiento de masas, significativo y multitudinario que la lucha de las mujeres lleva en su seno, por sus reivindicaciones, por su dignidad, por la transformación de su situación de oprobio a las que la burguesía monopolista las somete, arremete contra la violencia que estas condiciones de dominación de clase del capital monopolista han legitimado como formas de vida, contienen una respuesta a las formas violentas que las condiciones de dominación capitalistas suponen.
Decíamos que el denominador común en el escenario mundial es la agudización de la lucha de clases. La constante crisis política que domina amplias regiones planetarias tiene en esta premisa su explicación.
Aunque la lucha de los pueblos no se exprese de igual forma que en los ejemplos dados, todas contienen en su seno las condiciones de hartazgo que el capital globalizado pretende sostener en el tiempo, para garantizar sus ganancias, para profundizar las condiciones de explotación y saqueos que sufrimos.
Es decir que las premisas que originan las conmociones que sacuden la superestructura que hacen de las crisis políticas una constante cada día más aguda, están exacerbadas en los planes del capital monopolista globalizado.
Por lo tanto, el escenario mundial no está exento de estallidos de carácter insurreccional, de tembladerales políticos y de rebeliones masivas. Es decir, de un crecimiento, masificación y enfrentamiento de las luchas de los pueblos en períodos de tiempo muy agitados. Pero secuencialmente prolongados y sostenidos.
Tales condiciones maduran frente a la violencia de las políticas de dominación, no sólo porque el sistema es violento sino porque la violencia es el modo de sostener estas condiciones del sistema.
No es casual que la respuesta burguesa a todas las demandas y luchas de los pueblos sea violenta y represiva, con su secuela de asesinatos, heridos y encarcelados por oponerse a ser sometidos.
Pero reafirmando la agudización de la lucha de clases, menos casual aun es que, teniendo en cuenta todo ello, los pueblos arremeten aun con más contundencia la decisión de enfrentar a estas condiciones.
La burguesía intenta impedir que cunda el ejemplo, la valentía de los obreros y pueblos enteros que deciden arremeter contra el capital.
Los medios burgueses, que se encargan de justificar la represión burguesa sobre las demandas de los pueblos, anulan y esconden el escenario real sobre el que se ventila la lucha de clases en el mundo.
A la vez de exacerbar los muertos de esta lucha de clases cruenta que impulsa el imperialismo se trata de destruir conquistas sociales y políticas de todo orden. Como las del pueblo Kurdo, que expresan una avanzada en el proceso de construcción de una sociedad digna.
Sin embargo, asistimos a un escenario donde la búsqueda por conquistar condiciones de vida digna tiene mucho más peso que el miedo a lo que se tiene que perder.
Que las propias condiciones materiales de vida y trabajo hacen ver que la guerra contra el capital y su régimen es inevitable y que las perspectivas no son otra cosa que romper las cadenas que atan a la humanidad a una vida humillante y degradada.
Es decir, perspectivas superadoras de todo este pandemónium capitalista. En este escenario, la organización y la construcción de un proyecto revolucionario es cada día más acuciante.
Del mismo modo que cunde el ejemplo de lucha de cada pueblo frente a los pueblos de mundo, debe cundir el ejemplo de los proyectos revolucionarios que emergen en este mar de lucha de clases. Ambos son indispensables.