Llevamos diez días de cuarentena y las consecuencias sociales de la crisis se dejan sentir cada vez con más crudeza. Los precios de los alimentos no dejan de subir y a la par que el gobierno ofrece subsidios y ayudas, no hay dinero que alcance para cubrir los gastos de alimentación.
La maquinita inflacionaria antes o después del Covid-19 está a la orden del día, devaluando y devaluando los pesitos que hay en el bolsillo o en los cajeros. La cuarentena desnuda que aun con las restricciones a la compra de indumentaria, cines, paseos etc. no deja de descender la compra de alimentos, lo que marca día a día más inflación. Desnuda además que esta situación lejos de guiarse por la pandemia se guía por las propias necesidades de los monopolios por acrecentar más sus ganancias.
Desde ya esto implica un marcado descenso de salarios. Más marcado será su reducción taxativa en los propios recibos de sueldo que los monopolios pergeñan junto a los popes sindicales y el gobierno. Amparados en la pandemia y la cuarentena insisten que los salarios de los trabajadores no pueden ser cubiertos dada la crisis. Por ende, los que la paguemos deberemos ser los trabajadores.
Contradictoriamente, los monopolios se encubren en el Covid-19 para redoblar el ataque a los trabajadores y el pueblo, haciendo que en plena cuarentena trabajen las más variadas actividades productivas. Al mismo tiempo ametrallan desde los medios toda su psicosis de clase sobre la pandemia.
Por otro lado, pergeñan iniciativas más reaccionarias e inhumanas contra las actuales condiciones de trabajo buscando someter más a los trabajadores.
Ecuación política que expresa por un lado un “quedate en tu casa” y por otro “anda a laburar”. Algo que se presenta ambiguo hacia la sociedad, una de forma abierta y la otra, de forma encubierta porque aun a sabiendas que hay sectores que trabajan no se sabe o se oculta en qué condiciones.
Sin embargo, ambas son dos caras de la misma moneda. Por un lado, la contención política, ideológica y represiva condenado a millones a mas penurias, que se traducen en hambre, desocupación, más precarización y miseria social. Por otro lado, masas obreras produciendo más con menos salarios sometidos a condiciones de explotación más extenuantes y viles, sufriendo aquellas condiciones sociales a las que se sumerge al pueblo en su conjunto.
Si lejos de paralizarse -la maquinaria económica de explotación y miseria- debe proseguir y los trabajadores aun con el riesgo de contraer el Covid-19 son obligados a producir más ganancias a costa de menores salarios, superados estos marcos la situación se hará más dura y esa ambigüedad que aparece como un discurso encubierto es la ecuación que se prepara para las etapas posteriores a este presente.
Se trata de encubrir con la cuarentena, el Covid-19 y el bombardeo mediático que impulsa el propio poder, que las políticas de Estado en toda la dimensión de su rol como instrumento al servicio de los monopolios, posibilitan y posibilitarán descargar su crisis estructural en los trabajadores y el pueblo.
Si desde los centros de poder mundial la crudeza de la crisis capitalista ya se anticipaba y (variados artículos de esta página también han documentado) sobre la base de sus nefastas secuelas que hoy vivimos, se desatan medidas más reaccionarias enmarcadas en la desesperación del capital en proseguir su fiesta de concentración negocios financieros (bonos, deuda, especulación) basado en la profundización de su régimen de superexplotación social, lejos de estabilizarse el devenir del propio sistema se hará aún más inestable. La misma inflación galopante de hoy y sus consecuencias es una clara manifestación de ello. La crisis estructural es un presente histórico del sistema capitalista. Antes, durante y después, con o sin pandemia, la crisis permanece con sus secuelas destructivas.
Ya es un hecho que se intuye y se analiza en las familias obreras, en los centros de trabajo y en las barriadas y en el pueblo en general que -pasado este periodo- las consecuencias económicas serán más cruentas. Ya es un hecho que esta situación agita la preocupación, el estado deliberativo y las iniciativas en lugares de trabajo para preservar las condiciones salariales y de salud, donde ya se testimonian incluyo medidas de paro. Ya es un hecho que se atestigua en la desesperación de muchos sectores populares que ya no tienen para comprar comida, el descreimiento a la ambigüedad de soluciones desde arriba comienza a pesar.
Si al mismo tiempo sobre esta base se siguen pergeñando planes para descargar la crisis en el pueblo es inevitable que la tensión crezca a niveles incontenibles no solo en nuestro país. Todo ello es sin duda una manifestación clara que el futuro de nuestras vidas ya no puede estar en manos de estas clase parasitaria y explotadora.
La lucha de los trabajadores tiene en esta etapa la necesidad de pararles la mano a los monopolios y sus planes de rebajas salariales. Así como ellos mienten y extorsionan a los trabajadores, de parte de la clase obrera y el pueblo son válida desde nuestra clase todas las iniciativas de lucha que provengan desde los lugares de trabajo para enfrentar sus planes que en el corto tiempo implementarán. Denuncias por redes, denuncias y testimonios por diversos medios, trabajo a desgano, amparos médicos, etc. En fin: toda la batería de iniciativas que pongan de manifiesto que ni aun con sus medidas de contención social pueden contener la lucha de clases. Estas condiciones de lucha preparan el escenario de unidad para enfrentar masivamente al verdadero virus que destruye al ser humano: el capitalismo.