Hace semanas que el parlamento burgués viene amagando con tratar una ley denominada “impuesto a los ricos”; chicanas judiciales, sesiones virtuales o sesiones presenciales, que sí que no. Una ley de “emergencia” que lo que menos tiene es, precisamente, emergencia en su tratamiento. Todo un paso de comedia.
Al mismo tiempo, en una tarde, gobiernos, empresas y CGT decidieron la rebaja del 25% de los salarios. Como siempre, todo para “preservar” los puestos de trabajo.
Los multimillonarios que están al frente del sindicalismo argentino ya tienen más de un diploma. Han hecho tesis y doctorado para recibirse de hábiles negociadores de salarios y condiciones de trabajo a la baja.
Todo esto en medio de la pandemia. Todo esto en medio de las fabulosas ganancias que los bancos siguen acumulando (ver nota en https://prtarg.com.ar/2020/04/24/la-vuelta-al-trabajo-y-a-la-actividad-son-una-trinchera-mas-de-lucha-para-garantizar-nuestros-derechos/).
El gobierno llamó miserables a los empresarios y dictó normas para prohibir suspensiones y despidos. Ya hay más de 350.000 trabajadores despedidos o suspendidos o sufriendo rebajas salariales. El gobierno dispuso líneas de crédito a las empresas que los bancos no otorgaron. El gobierno dice que las ayudas alimentarias están en marcha. Todos los días miles de ollas populares en el país, mayormente organizadas por trabajadores y pueblo en general, intentan paliar lo que el gobierno no resuelve.
¿Hace falta algo más para concluir que la burguesía monopolista ha decidido ya quiénes pagarán la crisis?
Esta es una decisión de la clase dominante que ha cerrado filas para lograr ese objetivo. Y el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner son los ejecutores de tales decisiones.
Se equivocan o mienten los analistas que critican al gobierno porque su único plan es detener la pandemia y descuidar la economía. Es exactamente al revés: se está utilizando la pandemia para realizar un ajuste económico de magnitudes desastrosas para la clase obrera y el pueblo.
El gobierno nacional y toda la superestructura del Estado monopolista utilizan la cuarentena extendida para desplegar medidas que ayudan a la concentración y centralización del capital. Ese es su plan, no hay otro.
Y esto, hay que decirlo, recién comienza.
Las consecuencias de estas decisiones se verán agravadas con el correr de las semanas y los meses.
El gobierno intentará, pasada la pandemia, responsabilizar a la misma para justificar sus decisiones políticas. El agravamiento de las condiciones de trabajo y de vida se verá cuando comiencen a llegar las deudas que se están acumulando por estos días; cuando se deba enfrentar la vida con menores ingresos, porque los descuentos salariales se darán en un proceso inflacionario que crece sostenidamente; cuando millones de trabajadores formales e informales no consigan ocupación como producto del cierre de empresas; cuando a los que viven de la changa y el trabajo eventual se les cierren las posibilidades de trabajar por los efectos de la profunda recesión que ya existía y se ha agravado.
Es por eso que la resistencia a estas políticas aun no ha tomado la dimensión masiva que sí tendrá, sin lugar a dudas, pasada la pandemia y la cuarentena.
Se va a ensanchar un torrente de luchas ya abierto, y para ello debemos preparar las fuerzas políticas y orgánicas que permitan a los trabajadores y el pueblo un enfrentamiento en el que no sea llevado por delante.
En primer lugar, hay que denunciar en forma clara y permanente las decisiones y políticas del gobierno. Aun cuando hoy todavía exista cierta confianza y/o confusión sobre las mismas.
Simultáneamente, debemos avanzar en la organización de base de los trabajadores para sacar del medio al sindicalismo empresarial, “conciliador” y entreguista. Ninguna lucha llegará a buen puerto si ellos están al frente. La democracia directa, la organización para la lucha y no para la negociación, debemos impulsarlas y prepararlas desde ahora mismo, en el medio de las dificultades materiales que implican que muchos trabajadores estén en sus casas.
Además, debatir y convencer sobre la necesidad de unir los reclamos y los enfrentamientos más allá de los sectores de la producción que se trate. La organización por rama productiva sirve, y mucho, pero será impotente si no se la vincula con el resto de las ramas. La clase obrera debe tener claro que la burguesía monopolista nos ataca como una sola clase; nuestra reacción y enfrentamiento necesitan, para avanzar, asumirnos como una clase y actuar en consecuencia.
A partir de esa unidad ampliar la misma a los demás sectores del pueblo afectados por la crisis y las políticas del gobierno. Unidades locales que sirvan para potenciar y fortalecer los conflictos, en un camino en el que los mismos ayuden a la organización obrera y popular que comience a mostrar el poder organizado desde abajo como un poder enfrentado a los de arriba.
Las fuerzas revolucionarias tenemos la obligación de aportar con nuestras iniciativas y propuestas en el sentido indicado, en el marco en que las decisiones y el protagonismo debe ser de las más amplias masas que se dispongan a la lucha.
Desde ahora, como podamos, echando mano a la creatividad e iniciativa en cada lugar.
Convencidos que la clase obrera y el pueblo no permitirán el destino al que intenta someterlos la burguesía monopolista y su gobierno.