La situación sigue empeorando para los trabajadores y pueblo. Las políticas inflacionarias, las devaluaciones y los ajustes van socavado nuestros bolsillos demoliendo nuestros salarios y transformándolos en una burla. Los salarios más bajos de todo Latinoamérica los sufrimos los trabajadores argentinos. Este descomunal descenso de los salarios aumenta enormemente la pobreza y aumenta la riqueza de los explotadores. Un pequeño grupo de poderosos empresarios monopolistas acumula ganancias a costa de mas explotación y miseria. De la mano de un Estado a su entero servicio, de gobiernos lamebotas, de estructuras sindicales corrompidas y traidoras se tapona toda perspectiva de vida digna y se nos condena aún más a peores situaciones, dado que se vienen más y más ajustes. Sus ganancias determinan la vida de nuestro pueblo. Sus políticas son totalmente contrarias a nuestras aspiraciones y consisten en descargar sobre nuestros hombros la crisis de un sistema perverso y brutal que atenta contra las necesidades humanas más básicas como la alimentación y la salud.
Hemos llegado a un punto de inflexión donde el ahogo de la situación de vida y de trabajo tiene consecuencias gravísimas para la amplia mayoría de nuestro pueblo. Todo esto lo vivimos y lo sufrimos a diario en todas partes y en todos los trabajos, en todas las barriadas, en la salud, en la educación; en las más diversas realidades se ha extendido este cuadro de pobreza, miseria y hambre que nos ha sumergido en una situación insostenible. Todo ello es el resultado de políticas que -gobierno tras gobierno- se aplican en favor de los monopolios ya de manera indisimulable.
«Esto no da para más…. todos son la misma mierda»… Decimos estas palabras a diario en cada charla, en cada conversación. Sin dudas es una conclusión generalizada que expresa la bronca y el estado de furia que va creciendo frente a tantas injusticias.
Es la misma conclusión inevitable que expresamos cuando desde las burocracias nos imponen reducciones salariales o aumentos vergonzosos, o cuando se esconden nuestros reclamos, o cuando nos imponen ritmos de trabajo frenéticos. Es la conclusión inevitable cuando nos despiden o cuando nos contagiamos de Covid y no tenemos atención médica o cuando estamos obligados a trabajar sin protocolos ni condiciones apropiadas. A cambio de salarios miserables y condiciones de trabajo inhumanas, entregamos nuestras vidas y las de nuestras familias a los monopolios, para que estos gocen de extraordinarias ganancias mientras los trabajadores que producimos todo, perdemos todo.
¿En manos de quien está la solución? En la fuerza unificada de millones de trabajadores que en amplia unidad con el pueblo se rebelen frente a tanto despojo e inhumanidad.
La solución pasa por la lucha y el enfrentamiento a estas políticas. Pasa por la organización y la independencia de acción de la clase obrera en cada lugar de trabajo, y por entretejer la unidad con los compañeros de trabajo de cada sección.
Pasa por plantarse en el momento y el lugar que más convenga a los trabajadores, pasa por sus propias iniciativas desde los sabotajes, hasta los paros sorpresivos, desde las asambleas por sector hasta las asambleas masivas, desde las reuniones fuera de la empresa hasta la planificación de denuncias.
La multiplicación de los reclamos y las demandas de forma sostenida en cada lugar de trabajo, forman un movimiento general de lucha. Conforman el verdadero movimiento obrero que desde la independencia política de los poderes del Estado y de las estructuras sindicales corrompidas, avance a la unidad de clase y a luchas más amplias y más generales, contra este enemigo declarado que es la clase dominante.
La historia de las conquistas obreras y populares de nuestro país es la historia de la tenacidad y la fuerza de la clase obrera y el pueblo, que han sido capaces de voltear dictaduras. Hoy nos enfrentamos a otra forma de dictadura del capital monopolista y sus lacayos disfrazada de democracia. La historia nos desafía nuevamente, vamos por lo nuestro.
¿En manos de quien está la solución? Barrer con todo esto es la única conclusión posible: la solución está en nuestras manos.