Las y los estatales venimos sufriendo un golpe tras otro desde hace años, pero esto no es algo que haya empezado en la “era macrista”. Si la gestión de Mauri pudo hacer la carnicería que hizo en el ámbito estatal fue porque quienes estuvieron antes, a pesar de ser “los más progres del mundo”, no solo no retrotrajeron las leyes laborales a antes de la flexibilización laboral de Menem, por ejemplo, sino que dejaron a miles y miles en condiciones laborales cada vez más frágiles.
Ese gobierno que algunos defienden a muerte y otros consideran “el mal menor”, en sus primeros años de gestión agrandó el Estado creando Ministerios o ampliando las estructuras ministeriales existentes, agregando Direcciones y Secretarías que, según sus discursos, llegarían a más sectores vulnerables de la población, con mayor presencia estatal, incorporando más trabajadoras y trabajadores (la mayoría bajo modos de contratación sin derechos laborales); hasta crearon leyes; pero los recursos, las políticas públicas y los presupuestos para la aplicación las mismas nunca llegaron a materializarse en cambios de fondo que mejoraran la vida del pueblo trabajador, salvo raras excepciones y/o a las organizaciones sociales amigas del Gobierno.
Después vino Macri a pasar con la topadora y mano dura por el terreno que los gobiernos anteriores le habían preparado muy bien. Sin embargo, quienes gobiernan hoy no han desandado ni un solo paso de ese camino y hasta han permitido grandes cantidades de despidos durante la cuarentena, tanto en el ámbito público como en el privado, a pesar de los pomposos Decretos (como el DNU 761/2020) creados por los mismos gobiernos, pero jamás puestos en práctica, como en el caso de 70 compañeros y compañeras de la Dirección Nacional de Migraciones que se quedaron sin trabajo a principios de octubre.
Inclusive, todavía estamos esperando las reincorporaciones tan prometidas en campaña con las que ahora, tanto gremios como gestión de Gobierno, pretenden hacer jugadas políticas. Y aunque los gremios deberían desvelarse por la reincorporación de todos los que fueron injustamente despedidos, están dirimiendo internas y disputándose porcentajes de reincorporaciones para fortalecer identidades gremiales parciales y capitalizar resultados para su beneficio. Un ejemplo muy claro es el del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca donde entre 2016 y 2018 se despidieron más de 1.200 personas y al día de hoy sólo recontrataron (no es reincorporación ya que no hay resarcimiento por los dos años sin trabajo, no se respetan las categorías alcanzadas, ni se reconoce antigüedad) a menos de 100 con las promesa de que será 350 en total, es decir, quedamos centenares de familias sin la posibilidad de retornar a nuestros puestos de trabajo de donde nos despidieron injustamente y sin causa.
¿Sabés por qué ningún Gobierno se la juega en pasar a planta permanente al conjunto de los estatales?
La precarización en el empleo público es una política de Estado, no de determinados gobiernos. Porque así en determinadas coyunturas políticas unos podrán ejecutar despidos masivos como el gobierno anterior y otros atacar la masa salarial, como el actual -que viene rompiendo records-. Esto no es una casualidad, responde a los planes estratégicos de los monopolios: mayor flexibilidad laboral.
Pasar a planta permanente al personal implica dificultades no solo para achicar el Estado en el momento que sea necesario, sino que también lo hace menos flexible. Con pases a planta al personal docente, por ejemplo, no se pueden modificar los planes de estudio como lo vienen haciendo sistemáticamente en la educación secundaria (modificando planes de estudio que bajan la calidad educativa ante la imposibilidad de realizar una reforma masiva de la educación para, por ejemplo, eliminar las escuelas técnicas, entre otras reducciones).
Esta “flexibilidad” que pretenden tenga el empleo estatal va acorde a las cambiantes políticas de los monopolios a nivel mundial, que avanzan y retroceden al ritmo de la lucha de clases y de la puja inter burguesa por disputarse mercados mundiales. Así, cuando la necesidad de la burguesía mundial es eliminar barreras comerciales, organismos como el INTI, INTA o SENASA deben ser reducidos. Por el contrario, la plantilla se mantiene (o crece) cuando el mercado mundial “cierra” las economías.
Para el mercado mundial, una cosa es incrementar la plantilla de estatales, y otra muy diferente es aumentar el número de la planta permanente. Los pases a planta son, a los ojos del mercado mundial –FMI mediante- un incremento del pasivo; en cambio el empleo precario, es empleo “líquido”, fácilmente convertible. Por esto es que existen tantas modalidades de contratación en el intento de disfrazar esta precariedad (lo que además dificulta la unión y organización de trabajadores y trabajadoras). Así, a grandes rasgos tenemos tres tipos de contratados: un primer grupo bajo distintas modalidades de planta transitoria (LCT, Art. 9º de Ley Marco) que tienen equiparación salarial, vacaciones y aguinaldo pero NO estabilidad ya que son contratos anuales o rescindibles sin causa; los monotributistas (con presupuestos ejecutados a través de Universidades, Fundaciones o Artículos de diversos Decretos) donde no tienes derecho a vacaciones ni aguinaldo y deben pagarse de su propio sueldo el Monotributo para tener una Obra Social o una jubilación mínima el día de mañana. Esta última categoría ha crecido enormemente en los últimos años. Y por último se encuentran becarios y becarias, con menos derechos aún y salarios todavía menores a los monotributistas.
¿Qué salida tenemos frente a esto?
Con esto queda demostrado que todos los gobiernos siguen las ordenes de los monopolios, aunque usen distintas metodologías a la hora de aplicar las medidas; y los sindicatos, en el afán por aumentar su poder y sus ganancias, embarran la cancha con artilugios burocráticos siéndoles funcionales a las patronales y por ende a los monopolios también.
Nuestra garantía para poder reconquistar derechos perdidos, conquistar más derechos y empezar a que trabajar colectivamente en que se apliquen las leyes, se ejecuten los presupuestos y se destinen los recursos necesarios para mejorar la vida del pueblo trabajador, es organizamos por fuera de estas burocracias sindicales que arreglan todo por arriba o se disputan “números” despellejando nuestras vidas en el camino.
Trabajadoras y trabajadores estatales debemos ser conscientes de que no somos parte de los Gobiernos de turno (ni los que vienen con mano dura, ni los que vienen con vaselina), somos parte de una clase: el proletariado y como tal debemos avanzar colectivamente en la construcción de las bases para una nueva sociedad donde pongamos a la Humanidad y la Naturaleza por sobre las ganancias. Un mundo donde quepan todos los mundos.