El discurso leído por el presidente anunciando las nuevas restricciones sociales fue patético.
Se dirigió al pueblo hablando en segunda persona del plural, es decir, sus críticas e invocaciones fueron dirigidas a quienes no cumplen con los decretos para cuidarse de los contagios de la pandemia. Ustedes, bla, bla, bla… mientras “mi gobierno” toma medidas sanitarias que pocos respetan.
Vamos a destacar que este mismo presidente es quien realiza actos políticos electoralistas juntándose y abrazándose con la vicepresidenta y demás funcionarios y aplaudidores, mientras nos enrostra las culpas de los contagios. Es quien fomenta que la producción llamada “esencial” (para mejorar las ganancias de los monopolios) siga funcionando a pesar de los contagios en las industrias, en los medios de transporte que funcionan llevando gente como ganado y otras incoherencias con el mensaje. Todo esto ocurre mientras se prohíben las clases presenciales y los encuentros familiares, cosa que nos exime de mayores comentarios.
Es que, en medio de la crisis mundial de superproducción de capitales, los sectores más concentrados de la burguesía se lanzaron, arteramente, a multiplicar sus ganancias, previo a haber vaciado de recursos al sistema de salud. Y ahora, el pueblo es el “culpable” por llenar con enfermos el diminuto espacio de ese sistema que colapsa irremediablemente.
En un reportaje radial, un médico terapista decía que el sistema está colapsado no sólo por la falta de camas, instrumentos y espacios hospitalarios si no, sobre todo, a causa de que el personal de terapia está agotado, y ese cansancio influye en el aumento de mortalidad debido a que genera deficiencia en la atención a los pacientes a pesar de la buena voluntad y entrega de los trabajadores de la salud.
El presidente, como era de esperar, no reconoce que durante decenas de años y de gestiones gubernamentales de su partido y de otros que alternaron gobiernos, todos coincidieron en destinar los recursos estatales reunidos con el esfuerzo de los trabajadores a sostener y aumentar las ganancias de los monopolios que hoy se han lanzado, con más furia que nunca, a concentrar capitales y a destruir fuerzas productivas que consideran inútiles, para limpiar el camino de una futura “salida” capitalista a la crisis de superproducción. En esto no ahorran energías ni guerras. Las noticias de mayores enriquecimientos de los más ricos divulgadas en estos días dan cuenta de lo que decimos. Recursos sobran, pero no para vacunas.
Precisamente ésta es la causa por la cual, ahora todos, principalmente las familias de los trabajadores y sectores empobrecidos de la población (en suma, los más desprotegidos por la lógica de la ganancia capitalista), estamos condenados a sufrir enorme cantidad de contagios, muertes y padecimientos de todo tipo.
Los mismos que causaron todos los problemas pre existentes para dejarnos inermes frente a la pandemia, son quienes proponen y ejecutan las medidas restrictivas, no para cuidar nuestra salud, si no para que no explote la situación sanitaria y social. Éste es el miedo que los embarga.
Esto no es más que otra forma de matar masivamente. Muy distinto hubiera sido enfrentar una pandemia con un pueblo bien alimentado, con una estructura sanitaria adecuada a las necesidades (hospitales, y centros de salud, instrumentos, personal suficiente, personal adicional dispuesto para casos de emergencia social, etc.). En síntesis, una sociedad preparada, y con recursos suficientes para afrontar una situación límite.
Pero no. La ley fundamental de la sociedad capitalista, la obtención de ganancias para acrecentar los capitales y desnudar a los proletarios y al pueblo en general, opera tajantemente y produce estos resultados. El engaño, está cada vez más deshilachado y profundiza así la crisis política en la que está sumergido el poder pretendiendo sostener la mentira.
El reto que tenemos por delante, es quebrar esta política de empobrecimiento -llamada de ajuste- que llevan los gobiernos de turno, porque, de lo contrario, la luz al final del túnel es patrimonio exclusivo de los sectores monopolistas que se mantendrán en pie luego de la masacre de fuerzas productivas que el capitalismo continuará haciendo.
En ese camino, para el pueblo, sólo estará destinada la oscuridad con una nueva base más baja, es decir, con peores ingresos, condiciones de vida, empobrecimiento más extendido y profundo, etc.
Es más urgente que nunca, extender las luchas autoconvocadas y generalizarlas uniendo, desde las bases, las que se vienen desarrollando en distintos sectores de la población, forjando nuevas formas de organización con democracia obrera que aparecen hoy como germen. Alcanzar, por medio de ellas, ingresos superiores y mejores condiciones de vida, conquistas políticas y de todo tipo fortalecerán, no sólo nuestra salud como pueblo, sino también, nuestra voluntad y disposición para afrontar los nuevos retos que nos lleven al camino de una verdadera luz para el pueblo y oscurecimiento definitivo y terminal para los explotadores y su séquito de políticos a sueldo y aplaudidores, acérrimos enemigos del pueblo argentino y de la humanidad.