Desde su nacimiento el 25 de mayo de 1965, nuestro Partido ha planteado la necesidad de la revolución y la lucha por el poder obrero y popular.
Esa posición política sustentada en el convencimiento ideológico dado por la ciencia histórica del marxismo es la que venimos esgrimiendo desde hace 56 años.
La ciencia marxista o proletaria es la que explica que el recorrido histórico de la humanidad tiende indefectiblemente, aunque sin plazos, a la unión entre el productor, el ser humano que transforma la naturaleza, con el fruto de su trabajo y con la naturaleza misma.
Para que esa unión sea posible, es necesario que el productor, es decir el proletario, aquellos seres humanos que todos los días salimos a vender nuestra fuerza de trabajo para poder vivir, nos adueñemos de lo que hoy tienen quienes no trabajan, quienes no producen, es decir, la burguesía.
Esto tiene su lógica en el hecho de que el capitalismo ha despojado de toda propiedad a las grandes masas que constituyen la mayoría absoluta de la humanidad y, por consecuencia, de nuestro país.
Proletarios y proletarias no tenemos más remedio que depender de la propiedad de la burguesía para poder vivir, a pesar de que somos los únicos que producimos la riqueza y que esa clase, un puñado en el mundo, se queda con todo. No hay tierra, producto natural o fabricado que nos pertenezca. Sólo se puede acceder, a través del salario, a lo indispensable para seguir viviendo y seguir trabajando para otros, y si no nos quedamos sin trabajo antes, cuando culminamos nuestra vida productiva llegando a la jubilación, comienza nuestra última etapa de penurias a pesar de todo lo que dimos durante 30, 40 ó más años.
La ciencia proletaria ha demostrado que esta disparidad terrible, en la sociedad capitalista, lejos de resolverse, se acentúa a niveles inimaginables. Para poder quebrar esta situación, es necesaria una revolución que ponga las cosas como debieran ser: el productor, el proletariado (no el proletario individual), junto a los sectores oprimidos del pueblo, adueñados de todo lo producido socialmente y de la naturaleza que proporciona los elementos para poder transformarlos en frutos que se puedan disfrutar socialmente y en colaboración mancomunada.
Ése es, precisamente, el proyecto revolucionario que ha levantado y levanta nuestro partido. Ésa es la política revolucionaria que llevamos diariamente a la clase obrera y sectores populares. Durante años, la burguesía ha sembrado la duda sobre este objetivo y algunos sectores populares piensan que lo que planteamos es lindo pero irrealizable. Sin embargo, lo utópico es creer que el capitalismo nos resolverá alguno de nuestros problemas de vida, por lo contrario, profundizará nuestras carencias y hará más insoportable nuestras vidas.
Para transitar ese camino hacia la toma del poder para apropiarnos de lo que por derecho de trabajo nos pertenece, necesitamos organizar una verdadera lucha de clases que enfrente los intereses del proletariado y sectores populares, es decir de las amplias mayorías argentinas contra la clase de la burguesía que se ha apropiado de todas las riquezas de nuestra patria: las que producimos a diario los trabajadores y las existentes como productos naturales en nuestra tierra, ríos, lagos y mares.
La lucha de clases requiere de organizaciones compuestas por trabajadores y sectores populares oprimidos convertidos en una fuerza capaz de no sólo enfrentar a los “dueños” del país sino también de derrotarlos.
Para eso, necesitamos dar pasos diarios enfrentando cada decisión que toman los gobiernos de turno y que nos despojan de una parte creciente de lo que nos corresponde (el ajuste cotidiano que aplican contra quienes todo lo producimos).
La política revolucionaria es esa lucha permanente. Es la conciencia de saber ciertamente que el capitalismo, lejos de resolver los ingentes problemas de las mayorías populares los agravará indefectiblemente. La política revolucionaria no tiene otro interés.
La palabra “política” está asociada a las turbias acciones llevadas adelante por grupos que buscan cargos institucionales, recursos económicos facilitados por los mismos, afiliados para ganar elecciones y obtener prebendas del Estado, atornillarse a los asientos de las cúpulas sindicales, etc. Ésta no es otra que la política burguesa que viene por “derecha”, por “izquierda” o por el “centro”, y es precisamente lo que nuestro partido por siempre ha rechazado, denunciado y combatido.
La política revolucionaria que levantamos y que nuestros fundadores nos han enseñado es la de la participación de la clase obrera, trabajadores y trabajadoras en general y los sectores populares oprimidos en las deliberaciones allí en donde se encuentran (fábrica, barrio o institución educativa, sanitaria, etc.), y en las decisiones y ejecución de las tareas necesarias para resolver los problemas que nos aquejan.
Rechazamos la idea del acompañamiento de las masas a los supuestos dirigentes que deciden entre ellos sobre nuestras vidas. Alentamos y promovemos lo que vienen poniendo en práctica, a través de sus luchas, distintos sectores sociales: la autoconvocatoria, la democracia obrera, las asambleas como institución soberana de la voluntad de cada sector en lucha.
Nuestro partido es una organización nacional que tiene un plan de conquista del poder por parte de la clase obrera y sectores populares en lucha. Un poder que va naciendo desde la raíz, es decir desde cada fábrica, escuela o barrio. Un poder que se hace consciente en cada ser humano y en el colectivo que lo ejercita mediante la solución colectiva de cada uno de los problemas que el capitalismo no va a resolver y sí va a empeorar. Un poder que va creciendo desde lo pequeño a lo grande, desde la fábrica, escuela o barrio hacia lo local y regional hasta confluir en un poder nacional que dispute al Estado burgués.
Es sumamente necesario robustecer al partido revolucionario para que la síntesis política revolucionaria que pueda realizarse en forma nacional desde donde se van a visualizar los caminos más directos y eficaces para realizar las acciones revolucionarias de enfrentamiento a la burguesía, puedan ponerse a disposición de las fuerzas, hoy dispersas, de la clase obrera y el pueblo
Es necesario unir en un solo haz todas las voluntades de la clase obrera y sectores oprimidos, y para eso se necesita un plan, tácticas y estrategias que el colectivo del partido puede ir sintetizando en su lucha.
El colectivo de la clase obrera y sectores populares más decididos, dispuestos a ponerse al frente del plan revolucionario debe crecer y desarrollarse a lo largo y ancho del país. Ésta es una patriada necesaria para todos los sectores oprimidos y en ello radica la necesidad del Partido revolucionario.
Sirvan hoy estas líneas que reafirman los objetivos de la política revolucionaria opuesta a la “política” burguesa, para levantar bien alto las banderas que, desde su creación, levantaron los compañeros de nuestro partido. Con el ejemplo de Mario Roberto Santucho (quien nos legara en Poder Burgués, Poder Revolucionario un programa estratégico y a la vez un arma de lucha política e ideológica), Benito Urteaga, Domingo Menna, el Negrito Fernández, Eduardo Merbilhaa, Carrizo, Ledesma, Leandro Fote, entre todos aquellos que estamparon sus nombres como destacados revolucionarios; en las enseñanzas de Amilcar Santucho y Roberto Guevara y los miles que dieron cada minuto de su vida por el objetivo más alto al que podemos aspirar los oprimidos y despojados de este país: la revolución socialista.