Las interminables negociaciones del gobierno nacional con el FMI no pueden analizarse desde el punto de vista estrictamente económico sino, y fundamentalmente, desde el aspecto eminentemente político.
Nos referimos tanto a las contradicciones entre las facciones de la oligarquía financiera mundial como a los condicionantes de la propia lucha de clases.
Las exigencias del mencionado organismo se centran, como no puede ser de otra forma, en garantizarse los pagos del préstamo otorgado durante el gobierno macrista; más aun, cuanto más onerosos, mejor.
Para ello, inevitablemente los recursos destinados a esos pagos deben salir de los tributos del pueblo trabajador ya que la burguesía monopolista no sacará ni un centavo de sus bolsillos, con las consecuencias de mayores padecimientos para las mayorías populares.
En el medio de esto están en juego también los intereses de los acreedores privados (los grandes fondos de inversión como Blackrock o Templeton), los que en 2020 acordaron con el ministro Guzmán el cobro de sus acreencias, y que, como dice el refrán, le expresan al FMI “bien me quieres, bien te quiero, no me toques el dinero”.
Es decir que en esa mesa en la que las y los burócratas del Fondo, representantes de los países que lo integran, exigen sus deudas también juegan los citados fondos que, poseedores de enormes masas de capital concentrado, son un factor más que ponen sobre la mesa el intrincado entrelazamiento de intereses y contradicciones que reina en el seno de la burguesía monopolista mundial.
Esto que aquí expresamos no es información que ningún medio brinde; por el contrario, todos los análisis hacen centro en el FMI y los países que lo integran, pero precisamente esos países allí representados también responden a las demandas de los grandes concentradores de capital, por lo que sería un grave error soslayar este complejo juego de intereses que se mueven y determinan las decisiones de la oligarquía financiera, no sin profundas contradicciones intermonopolistas.
En lo que se refiere al plano nacional esas mismas contradicciones interburguesas se manifiestan entre las dos fuerzas políticas principales del país y al interior de las mismas.
Las mismas responden a que cada facción tiene un alineamiento más o menos estable con alguna facción de la burguesía mundial. Como siempre decimos, no existe ya un sector de la burguesía monopolista que “se corte solo” en una supuesta representación de intereses “nacionales”.
Las chicanas y zancadillas entre oficialismo y oposición, en lo aparente, responden al juego de determinar quién paga los costos de un acuerdo con el Fondo y quién queda en mejores condiciones electorales hacia 2023. Esto es así.
Pero decimos en lo aparente porque por debajo de eso, y operando como un factor determinante, está el intríngulis que nadie puede resolver acerca de con qué espaldas políticas sostener un agravamiento de las condiciones de vida de las masas.
Saben qué es lo que se debería hacer, pero saben también que para hacerlo hay que contar con una fortaleza política que nadie puede exhibir.
Incluso algunas intenciones de que todo se desmadre y sobre ello aplicar el ajuste como única alternativa, no cuenta con el aval del resto. Así lo expresó el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, cuando afirmó que en su coalición “hay sectores que piensan que, si explota todo, mejor”.
Lo que se exhibe entonces es una situación en la que se pone sobre la mesa lo que la burguesía monopolista “debe” hacer y lo que “puede” concretar.
Sin embargo, lo trascendental es tener claro que la clase dominante, aun con este grado de contradicciones y de crisis política, no cejará en su intención de responder a los intereses monopolistas que representa y, mucho menos, de hacer pagar al costo de su crisis al pueblo trabajador. Es lo que viene haciendo el actual gobierno en los dos años de mandato cumplidos hasta aquí.
Pero al mismo tiempo las y los revolucionarios debemos tener la convicción que la clase obrera y el pueblo argentino no aceptará sumisamente más penurias y sufrimientos.
Por lo tanto, con ese convencimiento, debemos seguir bregando a fortalecer y preparar la resistencia que irá en aumento allí en lo más profundo del pueblo trabajador.
Seguir adelante con las tareas de construcción de las organizaciones para la lucha que expresen la independencia de clase, al mismo tiempo que avanzamos en la construcción y fortalecimiento del partido de la clase obrera.
No existe hoy problema político y organizativo más inmediato que el planteado para dotar al próximo movimiento de luchas de una dirección clasista independiente de toda variante burguesa o pequeño burguesa, al mismo tiempo que profundizamos y consolidamos las tareas de construcción del Partido para estar en condiciones materiales de dotar a ese movimiento de un horizonte de lucha por el poder.