Luego de sellado el acuerdo con el FMI diversas expresiones del capital monopolista (de la que forma parte la runfla sindical empresarial de la CGT) salieron a aplaudirlo.
Desde las corporaciones agroindustriales, hasta los monopolios automotrices, desde los grandes bancos hasta, la bolsa y el comercio exterior, desde las energéticas hasta las textiles.
Todas estas expresiones que pertenecen a una u otra facción del capital monopolista trasnacionalizado (es decir, a la clase dominante) y que en los hechos tienen una feroz competencia de intereses por las disputas de ganancias y negocios, cerraron filas desde lo discursivo dando un abierto apoyo.
La prensa burguesa (fiel expresión del carácter y el contenido de clase de esta decisión política de cerrar filas apoyando el acuerdo) llenó páginas editoriales con sus dichos. Palabras como “beneplácito”, “muy positivo”, “crecimiento”, “inversión privada” y una incontable cantidad de definiciones con tono a campaña electoral, donde no dejan de sobrar promesas de “baja inflacionaria”, “de expectativas de crecimiento”, “de desarrollo económico y productivo”, “de empleo”, “inclusión social”, y bla, bla, bla, se despacharon con loas aquí y allá. Todo esto en consonancia con el acuerdo de cómo el gobierno peronista y al mismo tiempo “nacional y popular” “honra la deuda”. (Tema ya abordado en esta página el día sábado 29 de enero).
Las “arduas negociaciones” culminaron como todos sabemos con un intento de salto hacia adelante.
Con nuevos paradigmas como la “previsibilidad o la reversión del estancamiento estructural” que en realidad es una frase que esconde la necesidad de profundizar la explotación, intentando disimular cómo sostener este marco de descarga de la crisis estructural en los hombros de la clase obrera y el pueblo.
Sin ninguna duda este es el marco real de la situación, más aún cuando toda ella se desenvuelve en un escenario de resistencia y de hartazgo cada día más generalizado que la lucha de clases expresa.
Tratar de contener este escenario es la base donde se asienta el “gran acuerdo con el FMI”.
De allí que más allá de sus disputas de intereses, los burgueses cerraron filas. Como ya venimos diciendo es parte del paquete de mas superexplotación, más pobreza y miseria.
En la lógica del capital monopolista se desliza la idea que con este “gran acuerdo” se resuelven partes de los males y de la cruda realidad que nos aqueja.
Idea que encuentra eco también en la izquierda reformista y el progresismo que, parados desde una supuesta oposición, solo atinan a decir “No al FMI” ocultando deliberadamente el carácter del capitalismo en esta fase y en toda su dimensión.
El tono de campaña electoral que asume la decisión política del acuerdo con el Fondo es una pantomima. A decir verdad, toda política que viene de la mano de la clase explotadora y sus cómplices de todos los colores termina siendo un verdadero calvario para el proletariado y el pueblo, con o sin acuerdo.
Desde la organización independiente de las bases y asumiendo la necesidad de la construcción de un proyecto revolucionario, el proletariado debe avanzar con la acción para construir la fuerza mayoritaria que revolucione todo el escenario de enfrentamiento a este régimen putrefacto.